Blanca, la reina justiciera
Nieta de Leonor de Aquitania e hija de Alfonso VIII de Castilla, fue reina de Francia durante dos regencias: la primera, durante la minoría de edad de su hijo Luis IX. Después, con sesenta años, cuando San Luis –canonizado tras su muerte– partió a la Segunda Cruzada. La historia arranca cuando es elegida para convertirse en la esposa de Luis VIII. El jovencísimo matrimonio (ella, rebautizada como Blanche, tenía 11 años) se tornó en cómplice y cuando tuvieron edad para llevar vida marital y se convirtieron en padres de doce hijos. Su sintonía fue tal que cuando Blanca supo de su muerte, trató de quitarse la vida, pero le quedaba mucha política que lidiar para morir de amor. Si su segunda regencia no fue fácil, la primera resultó un infierno donde batalló con determinación y diplomacia: lo común en la Edad Media era que el gobierno lo ejerciera un consejo de regencia; sin embargo, Blanca asumió todas las prerrogativas de un rey, lo que fue utilizado por sus enemigos para tratar de destronarla. Pese a todo, «la llamada reina buena y justiciera» educó a un monarca que en 1244 le anunció su partida a la Segunda Cruzada. En los cuatro años que mediaron, San Luis instituyó un sistema en toda Francia para escuchar las quejas sobre abusos de parte de los oficiales regios, en el que no se debía tener distinciones por fortuna o religión. Pernoud pone de relieve la influencia que tuvo la reina Blanca en la elaboración del proyecto, sobre todo en lo referente a la inclusión de los judíos dentro del sistema.
Ingresó en una abadía cisterciense fundada por ella dieciséis años antes y dicen las crónicas que murió recitando oración tras oración.