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El hombre es un lobo para el hombre

larazon

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La guerra, según la famosa formulación de Clausewitz, ha sido a menudo designada como una continuación de la política, por los medios que le son, eso sí, característicos en el marco de la agresividad de los grupos humanos. Pero como fenómeno histórico y social va más allá de la estrategia política de un determinado momento o de unas naciones en conflicto y posee unas enormes implicaciones culturales que tocan todos los ámbitos del quehacer humano. Así lo muestra John Keegan en su monumental «A History of Warfare» (1993), que ahora se publica en traducción castellana. Podríamos acordarnos aquí de Heráclito cuando afirmó, algo crípticamente, que «la guerra es el padre de todas las cosas». Keegan expone, ante todo, una antropología de la guerra que constatar, la potencia transformadora del hecho bélico en el paso del hombre por sus diferentes estructuras más o menos complejas de organización social: el grupo, la tribu, el clan y el estado.
Combate cuerpo a cuerpo
Pero también se ofrece una sociología de la guerra, una psicología o una estética –que Keegan, profesor en una academia militar, conocía bien– sin las cuales no se puede dar una visión cabal de conjunto como la que se propone, en este escaso medio millar de páginas. La motivación ideológica o religiosa ocupa unas páginas destacadas al hablar de las cruzadas y la yihad y mención aparte merece el estudio del desarrollo de la tecnología militar, desde las armas de piedra a la edad del bronce y del hierro, del carro en el antiguo Oriente a las formaciones de ciudadanos-soldados griegos o romanos, de la caballería nómada a la pólvora, de la guerra naval a la nuclear. Pero es más que la exhaustiva documentación lo que impresiona de este libro –que, recordémoslo, es uno de los más celebrados de Keegan–, es su mirada inquisitiva al abordar temas en ocasiones espinosos (no aptas para remilgados son sus consideraciones sobre la tortura ritual o los orígenes del combate cuerpo a cuerpo), que sabe resolver y explicar de manera sencilla. Y luego está, por supuesto, su talento narrativo: el libro se lee como una apasionante novela bélica o de aventuras, y uno no puede evitar estremecerse de horror al pensar con detenimiento en lo que el autor, con distancia filosófica, está diciendo que somos los hombres. Distribuido en cinco grandes partes (la guerra, la piedra, la carne, el hierro y el fuego, sobre cada etapa de la guerra) y cuatro inteludios, Keegan despliega todas estas implicaciones conceptuales de la historia militar, convirtiendo su reflexión sobre la guerra en un denso, documentado y vibrante recorrido por la historia de la naturaleza humana.