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El otro principito

«A cielo abierto», premio Biblioteca Breve, alterna realidad y ficción en un relato que habla de la amistad entre Saint-Exupéry, Mermoz y Guillaumet
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«A cielo abierto», premio Biblioteca Breve, alterna realidad y ficción en un relato que habla de la amistad entre Saint-Exupéry, Mermoz y Guillaumet
Estas páginas son una deuda de honor de Iturbe a Saint-Exupéry, aunque el ganador del Premio Biblioteca Breve lo haya «disfrazado» de novela, y de las buenas. El escritor leyó con 11 años «El principito» y el libro le dejó un rastro de baldosas amarillas hacia la literatura. De ahí a Dostoievski, Nabokov, Miller o James sólo distaban unas cuantas losetas marcadas por la lectura del autor que fantaseaba con boas que se tragaban elefantes. Estamos ante el testimonio de un agradecimiento en forma de novela de aventuras al más puro estilo conradiano –así como de reflexión sobre la condición humana–, la necesidad de mejorar el mundo y atemperar la esperanza. Porque no es una biografía de Saint-Exupéry, a pesar de que encontremos accidentes aéreos, aterrizajes forzosos y turbulencias de la vida cotidiana en tierra; esto pertenece a otro reino literario.
La novela arranca en 1923, cuando el escritor es un alférez que cumple el servicio militar y, un domingo de desidia, sube a su avión para cruzar el cielo de París hasta sentirse en la cima del mundo. Está enamorado de una joven y «la vie» es «en rose» pero tiene un accidente y su destino cambia. La joven es Louise de Valmorin, que le dio a elegir: no quería ser viuda de un conductor de biplano. Él no superaría su desamor pero la dama se reharía casándose con un millonario e incluso rompiéndole el corazón a Malraux y Cocteau.

El último planeo

Iturbe intenta resolver con esta ficción la línea de puntos intermitentes que completa la vida de su mejor amigo, aunque no esté entre nosotros: desde sus primeros vuelos hasta su último planeo en la primavera de 1944, presumiblemente abatido por la artillería alemana, pero del que no tenemos certeza.
«A cielo abierto» habla de la relación de tres amigos, tres pilotos distintos pero unidos por la pasión de volar. Henri Guillaumet, prudente pero obsesionado con llevar siempre su correo a destino, y Jean Mermoz, héroe nacional con infinidad de institutos y una calle parisina que llevan su nombre. La suma de la tríada permite describir la Francia de los años 20 y los 30 con mayor riqueza. Porque no es una novela sobre Saint-Exupéry, sino una ficción sobre los pioneros del correo y su relación de amistad. Ninguno es perfecto (¡el cielo nos libre!). Mermoz cae en la fascinación por el fascismo y el autor de «Tierra de los hombres» tiene contradicciones: define lo material como una cárcel pero disfruta comiendo ostras, siendo infiel y comprándose un Bugatti, aunque no podemos olvidar su pasión por el maquinismo, la teoría de la relatividad, Nietzsche o Pascal.
Sin piruetas, acrobacias, ni metaficción, asistimos a una narración canónica. El autor ha mantenido un perfecto equilibrio entre la historia y la ficción, deliciosa. No es la novela de un héroe, sino la de un hombre dubitativo e inconstante, que duda. Y mucho. Aunque Iturbe no lo sepa (que lo sabe), es una épica moral con el verbo como lenitivo. Iturbe: premio merecido, misión cumplida, débito pagado. La novela de Iturbe es, ya, arte en sí misma.
Sobre el autor
Es un reconocido novelista encuadrado en un realismo metaliterario y simbólico que juega con las posibilidades existenciales de la ficción
Ideal para...
cuestionar con humor la soberbia autorial y la sobrevalorada originalidad creativa
Un defecto
Alguna esporádica pérdida del hilo argumental de la acción
Una virtud
La perfecta conjunción entre intencionadas referencias bibliográficas y la cotidianidad de los protagonistas
Puntuación
9

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