El terrorista que no explotó
¿Quién es Khalil? ¿Por qué tiene el cuerpo rodeado de explosivos? ¿Es capaz de atentar contra las miles de personas que asisten a un partido entre Francia y Alemania? El almanaque marca una fecha indeleble para el mundo: 13 de noviembre de 2015. Murieron 137 personas, y otras 415 resultaban heridas por ataques suicidas en diversos puntos de la capital francesa: en el restaurante Petit Cambodge, en el teatro Bataclan, en una brasserie cercana al estadio... El atentado lo reivindicó el autodenominado Estado Islámico. Pero, ¿qué le ocurrió al joven de origen marroquí que llevaba tiempo asistiendo a una mezquita fundamentalista que le insuflaba de «aparente superioridad» ética, moral y espiritual?
Khalil no puede olvidarlo. Estaba allí, cerca del estadio donde el presidente Hollande se encontraba. Nuestro protagonista lleva un chaleco de explosivos y su misión era asesinar a la mayor cantidad de gente. Presionó el detonador... una vez, otra... Ni rastro de sangre. ¿Había cometido un error? ¿Le habían dado el chaleco equivocado? ¿Era una prueba de sus «hermanos»? Sea como fuere, Khalil continuaba perteneciendo al mundo de los mortales, a diferencia de su amigo Driss, que le acaba de ganar el estatus de mártir. Mártir por Dios... ¡qué hermosa forma de morir! Pero... ¿quién es Khalil? ¿Cómo es el belga de 23 años que pasa el tiempo en la mezquita local? ¿Era, realmente, antes de conocer a los «hermanos», un parásito, una larva que se avergonzaba de beber, vivía aprisionado entre las garras de un padre tacaño y una madre semiesclavizada?
Yasmina Khadra –pseudónimo de Mohammed Moulessehoul– intenta redimir la vida de Khalil introduciéndose en su cabeza y sus emociones; su miedo y su desclasamiento... su indefinición vital camino de la inmolación. Sabremos cómo el presumible racismo y clasismo le impiden seguir el camino de su amigo Ryan, perfectamente integrado, hasta unirse al fanatismo lleno de «certezas» junto a su amigo Driss para «servir a Dios y vengarse»: ¿De qué o de quién?
Un causa superior
Sus tutores integristas le harán creer que es un ciudadano de segunda, un migrante defenestrado y cuestionado, hasta sembrar la semilla del odio. Ese adoctrinamiento solo consigue precipitarle hacia el aislamiento. Sus «tutores» saben vehiculizar ese dolor para prometerle convertirse en un héroe a través de su inmolación. Así, se hará visible, formará parte de una causa superior... Pero, a cambio, ellos le robarán su propia esencia y su futuro para derramarla en un ara de dolor y muerte. Cuando le designan para participar en la misión, Khalil cuestiona, intenta aplacar el lavado de cerebro al que ha sido sometido. Pobre Khalil, piensa el lector, ¿quiénes son los criminales? ¿Quienes se inmolan en nombre de Dios o aquellos cuyas acciones han hecho posible la carnicería? Multiculturalismo e intolerancia religiosa para la mejor de las reflexiones, como no podíamos esperar menos de Khadra.