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El último latido de Boris Vian

El cómic «La vida swing de Boris Vian» y dos filmes recuperan a este imprescindible escritor. Sufrió una cardiopatía desde la infancia
larazon

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Cuando a un hombre le predicen una muerte temprana, lo único que le queda es la épica de la rebeldía individual. Boris Vian luchará contra el molino gigante de su enfermedad llenándose de pasiones múltiples. Lo sería todo: ingeniero, novelista, poeta, músico, crítico de jazz, periodista, dramaturgo, traductor, y lo sería en una especie de fuga desesperada hacia adelante para evitar escuchar el pálpito del propio corazón. El órgano que le daba la vida era el mismo que le negaba una existencia prolongada en una de esas ironías que el destino se arroga para sí. Desde la infancia le diagnosticaron una cardiopatía que él combatió nadando, quizá porque el agua es uno de los escasos reinos del silencio que hay en el mundo para olvidarse de las pesadillas propias. Para ese chico con la cabeza arrebatada por la música de Duke Ellington o Charlie Parker, la terapia de zambullirse en una piscina debía suponer un momento esencial del día. Él escogió, entre todas, la piscina Molitor. Y con ese nombre se titula el cómic sobre la vida del novelista que publica la editorial Impedimenta. Estas páginas recuadran en viñetas la asfixia de respirar cuando el calendario viene con las fechas contadas.
-Tus latidos se oyen desde la cama.
-Duérmete, Oso (en francés Urs, diminutivo de Úrsula). Aún no ha llegado la hora, contesta un Vian sentenciado desde la bañera.
La infancia del escritor terminó con el crack del 29, que fue el Lehman Brothers del siglo XX. De vivir en la casa central, pasó a residir en una choza cercana, un exilio corto, pero probablemente tan doloroso como podría suponer trasladarse a la costa opuesta del país. Los inquilinos que ocuparon su antiguo hogar resultaron ser los miembros de la familia de Yehudi Menuhin. Muy pronto entablaría amistad, imprevisible entonces, con ellos. El ambiente cultural que rodearía la juventud de Boris Vian predeterminaría sus aficiones literarias y le abocaría a un deambular nocturno salpicado de garitos con la atmósfera cargada de humo, mesas llenas de copas y sillas repletas de intelectuales franceses.Vian, un hidalgo de la trompeta, que prefería morir antes de abandonar en un rincón el instrumento que le insuflaba ánimo y carácter, escribió para «Les temps Modernes», la revista fundada en 1945 por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, y, también, para «Combat», el periódico de Albert Camus, otro novelista que luchó contra los pronósticos médicos ejercitando la escritura (aunque, al final, él falleció en un accidente automovilístico). El autor de «La espuma de los días», obra que Michel Gondry ha adaptado recientemente a la gran pantalla, como «El arrancacorazones», que se prepara para 2014, decidió afrontar una vida de desafíos creativos, que es una manera de retrasar la muerte o de ensanchar la vida dentro de los estrechos márgenes vitales que se le habían concedido. Para lograrlo se inventó una serie de personalidades, un sucesión de heterónimos, como también hizo Pessoa, que es una manera singular y práctica de meterse en la piel de otro, de alguien quien no se es, para disfrutar de sus vivencias y emociones, para conocer sus pensamientos, para escribir lo que quizá de otra manera jamás se redactaría. En una especie de «performance» literaria, Boris Vian se extrajo de la manga a un tipo insospechado, un tal Vernon Sullivan, un muchacho norteamericano que no existía, pero que él convertiría en un novelista de éxito en Francia. Ese autor inexistente sería el escritor irreverente que firmaría «Escupiré sobre tu tumba». Una ficción que en realidad pertenecía a Boris –éste sólo aparecía en el libro como traductor– y que tantos problemas le traería después.
Medicina y deporte
El cómic recoge la nostalgia de su juventud, de su casa destruida por las bombas, el proceso creativo de las novelas, las amistades que le rodearon, el largo proceso de una enfermedad que debilitaría su voluntad y a la que hizo frente desde las medicinas y el deporte. Durante décadas, el hálito de Boris Vian parecía resistir y él permanecía ahí, dispuesto a rebelarse contra su destino y a seguir desafiando a los mojigatos que le llevaron a los tribunales por la escandalosa e irreverente «Escupiré sobre tu tumba». Pero aguantó. No le importaba que sus trabajos anteriores fueron menospreciados a partir de este escándalo ni que le consideraran un pervertido. Pero una tarde no aguantó más. El órgano maldito se le detuvo. Como afirma el cómic: «El corazón de Boris vian dejó de latir al poco de comenzar la proyección de la película basada en su libro "Escupiré sobre tu tumba"». El día de su entierro, en el cementerio de Ville-D'Auvray había huelga de pompas fúnebres. Fueron sus amigos quienes tuvieron que depositar el ataúd en el hoyo.