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Entre mamá y la New Age

«Tierra». David Vann. Mondadori. 256 págs., 21,90 euros. (e-book, 13,99)
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Las relaciones entre madres e hijos no siempre tienen que ver con el enamoramiento velado de los segundos sobre las primeras sino, en ocasiones, precisamente con todo lo contrario. Que se lo digan a Galen, el joven de 22 años que en «Tierra» vive con su madre en una idílica casa de Sacramento y cuyo vínculo materno es- tá basado en el malentendido y la discusión. «En cualquier momento podía pasar algo, cualquier cosa», dice el narrador sobre la relación tormentosa que mantienen madre e hijo en 1985. Antes, en otra época, tal vez se llevaban bien, pero todo comenzó a torcerse. Al menos para el hijo, que «cuando se sentía furioso por ella, era algo que tenía un origen terrible, remoto e insospechado, y luego, de repente, sin saber cómo, eso le ahogaba».
Y es que ambos son víctimas de una disfunción familiar que no deja de hacer mella: hay un padre ausente, un abuelo muerto, una abuela que ha perdido la memoria y una tía y una prima que pretenden quedarse con una herencia cuantiosa. Así que Galen, para escapar de ese infierno, no tiene más opción que entregarse al delirio místico, aunque su desvarío lo lleve a los pies de la locura: devoto de la New Age, intentará caminar sobre el agua como una manera de calmar sus ansias más salvajes. Sobre todo aquellas que tienen como objeto a su prima. Al igual que en sus dos libros anteriores, «Legend of a Suicide» (basado en el suicidio de su padre cuando el escritor tenía 13 años) y «Caribou Island» (inspirado en un hecho de violencia que tuvo que ver con su madrastra), Vann vuelve a indagar en las complejas relaciones que ani- dan en toda familia, con la diferencia de que el escenario ya no es Alaska, sino los soleados bosques de nogal de California. En esta novela tan incómoda como escatológica, hunde sus raíces donde pocas obras lo hacen, como si allí, en los arrebatos domésticos, no sólo se escondieran los cimientos de cualquier vínculo, sino también las tragedias silenciosas y cotidianas que bordean, en conjunto, su propia disolución.

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