España de corte y confección
Los elitistas desfiles de alta costura, las fiestas de copete, las conspiraciones, los incipientes pasos de la publicidad, la irrupción de las revistas de moda, la eclosión de las secciones de contactos en una época de escasa movilidad, la necesidad de soñar con otra vida... Todo era nuevo en aquella España de los cuarenta que luchaba por olvidar su propia guerra al término de la segunda contienda mundial, en la que convivían las alpargatas con los abrigos de visón y el hule con el mantel brocado. La amistad entre dos mujeres de distinta clase social será el hilo conductor de esta historia. Isabel y Adelia. La señora y la criada, igualadas por una lacra imperante en aquella áspera década: el machismo que castigaba con idéntica firmeza a unas y a otras sin atender su alta cuna o su baja cama... Como telón de fondo, las revistas femeninas escritas por hombres con pseudónimos que abrían ventanas a un «mundus novus» alimentando las ambiciones de sus lectoras, direccionando sus gustos y pautando su moral.
Boda de conveniencia
Páginas, con monos y figurines, en las que empezaban a darse a conocer los grandes modistos que marcarían la tendencia de las clases enriquecidas a la sombra del franquismo, mientras el pueblo remendaba sus harapos hasta hacerlos jirones. En esa atmósfera de contrastes conocemos a Isabel Quijano, sobrina del conde de Ribot, que tras quedar embarazada y negarse a revelar a su hermano la identidad del padre, éste arreglará una boda de conveniencia con un misterioso «príncipe» alemán –¿un nazi, tal vez?– que desaparecerá de su vida pocos días después de la boda. En el otro vértice social está Adelia, una joven de origen campesino que un día enviará una carta a la sección de contactos para solicitar amistades... Sólo su impresionante belleza le concederá una oportunidad distinta a aquella que su condición de pobre le había pautado desde el nacimiento. Ambas, ama y sirvienta, afianzarán su amistad mientras preparan el ajuar de Adelia y aguardan que Isabel alumbre el fruto de su oprobio. Juntas, de la mano, y ya como niñera y señora, emprenderán una nueva vida en la capital tan solas como en el campo... Es, en definitiva, una historia de damas y asistentas, de abejas y de vestidos, de la distancia vital entre el campo y la ciudad, de sueños rotos y de otros cumplidos. De amores prohibidos por el cínico clasismo y aquellos anegados por los malentendidos. Pero, sobre todo, es la cronología de una vida a través de las cartas de amor, así como de las pulsiones cercenadas por la cínica compostura. Vallvey lo ha vuelto a hacer: ha construido una novela perfectamente documentada sin digresiones ni timonazos, sino a través de un pausado minutaje de la narrativa. El fin es el mismo que mueve todos sus títulos: la necesidad de notariar el mundo, acariciar la condición humana y acalorar la esperanza.