Literatura

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Inma Chacón: «Para seguir viviendo muchas veces hay que olvidar»

Inma Chacón / Escritora. Su nueva novela, «Tierra sin hombres», se centra en la emigración en busca de una vida mejor, tan presente en nuestros días

Inma Chacón, escritora
Inma Chacón, escritoralarazon

Larga melena oscura, mirada achinada, sonrisa inexcusable y cercanía sin impostura, Inma Chacón escribe sin parar y sin remedio –imposible evitar sacar lo que se lleva dentro–, aunque su profesión sea la enseñanza y le adorne el título de doctora en Ciencias de la Información y profesora de Documentación en la universidad Rey Juan Carlos. «Mi profesión es la enseñanza, sí. Y además me gusta estar con los jóvenes y aprender de ellos. La faceta narrativa es un complemento».

Cierto. Pero Inma lleva ya muchos años escribiendo, contando. Tal vez era su destino, con un padre poeta, una madre gran aficionada a la lectura y una hermana gemela a la que, a su muerte, relevó en el asunto de las letras, tras pedirle ella que realizara un proyecto. Desde entonces, desde ese 2003 en el que Dulce demandó a Inma que concluyera lo que ella había empezado, que más tarde se titularía «La princesa india», han pasado muchos años y muchos títulos, hasta llegar a «Tierra sin hombres», su nueva obra publicada por Planeta.

«Es una novela de situaciones –cuenta Inma– en la que los personajes femeninos tienen más peso que los masculinos, porque, aunque estén presentes en la narración, se trata de una historia de mujeres solas». Un hecho real que a la escritora le trasladó un amigo y que ella retocó con la imaginación: «La ficcioné, sí. Y, aunque en toda la novela hay pinceladas de la historia real de Elisa, su vida fue muy diferente de la que cuento yo en la novela». Entre otras cosas, porque la novela de Inma Chacón, reproduce la historia de Elisa, pero también la de su hermana Sabela y su madre Rosalía, que conforman el triángulo femenino de esa historia tan humana y tan tangible, donde a las mujeres no les queda más remedio que hacerse fuertes. «Sí, porque el destino a veces juega en contra de ellas. Rosalía pretende marcar el destino de sus hijas y ellas, de algún modo, se enfrentan al destino que les quieren imponer».

Cada una deberá hacerlo con sus propias armas, que no son las mismas. La belleza, por ejemplo, como siempre, no está repartida equitativamente. «Eso pasa en todas las familias. Nosotras, por ejemplo, mi hermana y yo, que ahora cuando veo fotos y digo: “pero si éramos muy monas”, resulta que siempre éramos las feas. Mis hermanas eran muy guapas y nosotras dos, los patitos feos. Y yo creo que en todas las familias se da esa comparación, ¿no? Siempre se tiende a comparar: “este es muy mono, este muy simpático..., mira esta qué guapa es y la otra que graciosa o qué inteligente...”. Se da mucho en las familias. Desde luego en la mía se ha dado y, claro, al final la ficción acaba siendo un poco un reflejo de la realidad».

- Galicia en la piel

Una existencia ficcionada que se desarrolla en Galicia, a donde la autora fue para poder describirla tal y como la viven sus personajes. «Estuve allí como dos semanas o un poquito menos. Quería sentir el clima de Galicia en la piel, escuchar el acento, ver esas olas maravillosas de las playas gallegas cuando se estrellan contra las rocas y empaparme un poco de la tierra. Hubiera querido estar más tiempo, pero tengo la universidad y tampoco puedo disponer de mi tiempo mucho más como quisiera. Y es verdad que yo siempre digo que no hace falta vivir lo que cuentas porque para eso está la documentación».

Lo dice Inma Chacón con propiedad. Para eso es profesora de documentación. Por eso, quizá, disfruta tanto la fase documental. «Es que no hace falta haber estado en el siglo XIX para representarlo. Yo he escrito una novela sobre Filipinas y nunca he estado allí... Pero, en fin, como Galicia lo tenía más cerca, decidí acercarme». Y no se sabe si por eso o por qué, pero lo cierto es que la novela es casi un fresco de esa Galicia que describe cargada de supersticiones, habladurías, lluvias y pobreza donde las mujeres ven cómo parten sus hombres para buscar una vida mejor y se quedan solas, esperando. Una novela en la que parece sentirse el trasfondo de «Los gozos y las sombras» del gran Torrente Ballester y donde casi se escuchan los murmullos y las historias reinventadas. «Son pueblos pequeños y creo que eso sucede en todos ellos: todos saben de todos y de todo. O sea que la cuestión es que no se puede tener una intimidad como se quisiera porque al final todo se sabe, todo se murmura y se va convirtiendo en maledicencias, muchas veces, nacidas de los celos, las enemistades y las rencillas. En este caso, las rencillas están dentro de una misma familia».

Y no sólo eso, como en la realidad, se trata de rencillas que dieron paso a los odios, pero que se olvidaron. «Es que muchas veces se olvida de dónde surgieron. En la novela hablo también de la memoria, de la capacidad que tenemos para manipular los recuerdos: nos quedamos con los que nos gustan nada más. Yo creo que eso también es algo de autodefensa. Para poder seguir viviendo, muchas veces tienes que olvidar o adaptar la realidad».

La emigración está presente en «Tierra sin hombres» y obliga a pensar en este fenómeno también de nuestros días: «Nuestros jóvenes, que son los mejor preparados de la historia, también se tienen que ir fuera para buscarse la vida. He escuchado a mucha gente decir que “está muy bien que se vayan fuera y que se abran horizontes...”. Si se hace por voluntad, para ampliar conocimientos y obtener otra mirada del mundo, está muy bien, pero cuando lo haces porque aquí no tienes posibilidades es una lástima. Y eso está sucediendo ahora mismo también».

Es cierto. Y ahora emigran ellos, pero también ellas. Antes, las tierras se quedaban sin hombres. «Por eso digo que me gustaría que esta novela fuese un homenaje a todas esas mujeres que se quedaron sin hombres porque se fueron a Argentina y encontraron allí otra vida. O a Cuba o a cualquier otro punto de Latinoamérica... O bien porque se los tragó el mar y no los devolvió. Pero también quiere ser un homenaje a esos hombres que se fueron a otro clima, a otro medio, a otro lugar, a otra vida...».

Personal e intransferible

Inmaculada Chacón nació en Zafra en 1954. Está divorciada y tiene dos hijas que son de lo que más orgullosa se siente. No se arrepiente «de nada, creo que somos lo que hemos vivido. Los errores y los aciertos. No tiene sentido, para mí, pensar: “no debería haber hecho”, si está hecho ya». Se ríe mucho «con mi madre, que es una persona con un sentido del humor extraordinario» y llora «muchas veces con los recuerdos». Perdona, olvida, a una isla desierta se llevaría «a una persona ¿puede ser?». Le gusta el gazpacho y el vino tinto. No tiene manías. Sueña con precipicios. Fuma, de mayor «me encantaría ser feliz» y preferiría «no volver a nacer».