Malaparte y Mussolini, el reptil
Decía en un poema Charles Bukowski que hoy ningún escritor pone nervioso a los poderosos, y tomaba de ejemplo a varios poetas europeos que sufrieron en sus carnes los estragos sociopolíticos. Uno que no tuvo que sufrir un fin violento pero sí una vida de persecución y hasta cárcel fue Curzio Malaparte, entre otras cosas por esta novela singularísima, en la que ridiculizaba a Benito Mussolini confrontándolo con un camaleón, con su característica, en este caso tan simbólica, de cambiar de color para adptarse al ambiente. Un texto contra la política del Duce, y su aparato de propaganda, en el que también se mofa de Napoleón colocándole otro camaleón. Ese reptil representará el ascenso al poder de aquel que ha de aprender a hablar y a tratar con los hombres hasta convertirse en un líder, con su espejo Mussolini asistiendo a ello, con «una mirada oscura y profunda, que relucía a ratos de ironía feliz y orgullosa». No en balde, él mismo encarga al narrador que eduque a un camaleón para hacerlo «humano». El juego será demostrar su idea de que la gente «no juzga a los demás por la forma de la cabeza o por si tienen cola, sino por su apariencia y sus intenciones».
De este planteamiento sarcástico y tan valiente contra el hombre al que un día admiró, Malaparte se sintió muy orgulloso, como se percibe en los dos prefacios a la obra incluidos; en ellos arremete con los colegas escritores que él consideró mediocres, cobardes y cortesanos, y presume de publicar este libro en 1928 y, dice, «no después de 1945, cuando Mussolini estaba muerto e indefenso, sino cuando vivía, era poderoso y podía defenderse». Y ciertamente, el primer ministro del Reino de Italia reaccionaría con fruición: por «Don Camaleón», y por «Técnica del golpe de Estado» (1931), Malaparte sería enviado al exilio en la isla de Lipari durante cinco años.