No he nacido, pero escucho
Ian McEwan desarrolla en «Cáscara de nuez» una mezcla de comedia negra y detectivesca con un nonato como narrador de la trama
Ian McEwan desarrolla en «Cáscara de nuez» una mezcla de comedia negra y detectivesca con un nonato como narrador de la trama
Sólo McEwan podría tener semejante ocurrencia... y salir indemne. ¿Cómo de indemne?, por la puerta grande. Considerado como un maestro de la apertura, no nos decepciona con este arranque: «Así que aquí estoy, cabeza abajo dentro de una mujer». Y sí, es lo que parece: nos habla un feto. Hemos conocido narradores inverosímiles, pero convertir a un nonato sin nombre en la voz de una novela que mezcla la comedia negra con una trama detectivesca es altamente eficaz. Aunque una lectura poco caritativa vería su configuración como una forma de escuchar las opiniones del autor, lo cierto es que supone un regreso a la claustrofobia de sus primeros trabajos.
El nonato lo tiene todo controlado, «metido en su bolsa de cuerpo traslúcido, flotando soñadoramente en la burbuja de sus pensamientos», pero, como le ocurriera al príncipe danés, algo podrido invadirá su reino de «espacio infinito»: escuchará una charla de almohada con intenciones mortales. Su madre, Gertrudy, y su amante y cuñado, Claude, quieren envenenar a su padre. ¿El motivo?: una mansión georgiana valorada en ocho millones de libras.El «nasciturus» podría parecer limitado y poco convincente pero, por la gracia de McEwan, el texto resulta de una lucidez casi fílmica con escenas delirantes que a veces parecen pronunciadas por Humbert Humbert en «Lolita» al más puro estilo «british» de humor negro: «No todo el mundo sabe lo que es tener el pene de tu padre a pulgadas de tu nariz».
- Sexo y ciencia
En ocasiones adopta un tono grandioso y elegíaco, otras, demuestra un gran conocimiento de la historia, cita a Hobbes y a Darwin o tiene opiniones sobre una cuestión tan erudita como es el Bosón de Higgs. Además de pensar, nuestro narrador nonato tiene otras experiencias sensoriales: se ve obligado a compartir el vino blanco que ingiere su madre o a estremecerse durante sus relaciones sexuales. Pero, sobre todo, escucha.
Es una novela de corto aliento que tendrá miles de detractores, pues no es mentira que se escuchan en exceso las opiniones y disertaciones del autor, pero tiene buenas hechuras, una arquitectura bien tramada y un abordaje minucioso tanto en su trama como en los personajes que rodean a ese niño suspendido en las vibraciones de la gravedad y del tiempo. Es un thriller, sí, pero también se adscribe a otros géneros: pastoral-cómico, histórico-pastoral, trágico-histórico, cómico-trágico. Apreciar lo que supone esta «Cáscara de nuez», o no, dependerá de si se disfruta de la voz del feto. Para unos resultará ridículo, para otros un hallazgo brillante, un delirio para la mayoría. Pero no se lo pierdan. La desobediencia narrativa es la única que logra que la literatura evolucione.