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Literatura

Nueva York

Qué gracia tienes, Cartarescu

Qué gracia tienes, Cartarescu larazon

He aquí un libro en el que felizmente, mediante tres textos ligeros, entretenidos, de corte humorístico y autobiográfico, Cartarescu se presenta muy lejos de la aureola que le han colocado sus admiradores más incondicionales, de sujeto misterioso y creador de una literatura onírica y compleja. El autor rumano, lanzado como candidato al Nobel, aún no sabemos si eterno o no, por la propaganda editorial –él mismo tiene un comentario irónico sobre ese asunto simplemente por haber sido traducido a otras lenguas–, firmó un cuento estupendo, «El ruletista», y la sorprendente novela corta «Lulu», con diferencia lo mejor de una obra que nos ha llegado gracias a su traductora habitual, Marián Ochoa. En una nota previa, Cartarescu se disculpa por si ha podido ofender a alguien, «pues lo he hecho no por crueldad o por venganza, sino por mi deseo de reír y de oír a la gente reír, con una risa sana y relajada». Y es así justamente: el lector podrá disfrutar de las peripecias surrealistas que el narrador y poeta protagoniza en el entorno literario, y de ellas no sale precisamente bien parado, sino como torpe, ignorante, desafortunado, cuando no arruinado y sufriendo una soledad desquiciante, como cuenta en el tercer escrito, «El viaje del hambre» sobre una penosa invitación a dar una lectura en 1984.

Así, en «Ántrax», él mismo recibe por correo una carta procedente de Dinamarca con algo que cree que es aquel polvo sospechoso que se hizo célebre tras los atentados de Nueva York del 11-S, y el enredo a la hora de ir a la comisaría para denunciar el caso lleva a un espiral de escenas hilarantes. Y en «Las bellas extranjeras (o cómo me convertí en un escritor adocenado)», el texto más extenso, detalla una serie de viajes dentro de un proyecto de llevar a doce escritores rumanos a París y otras ciudades. El orgullo literario, la hipocresía, el suplicio de ser entrevistado, los prejuicios sobre su país son algunos de los temas que en la pluma de Cartarescu se convierten en una deliciosa autoburla, un modo de conocer los intríngulis que significa publicar literatura.

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