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Que se cumpla la ley, Sócrates

Que se cumpla la ley, Sócrates
Que se cumpla la ley, Sócrateslarazon

Un hombre ya anciano levanta la copa de veneno y la toma lentamente, y con ese gesto atraviesa dos milenios y se hace inmortal para siempre. En las pinturas vemos a Sócrates, rodeado de sus discípulos y dispuesto a aceptar la condena a muerte que un tribunal popular, agitado por demagogos y por la habitual envidia de los mediocres hacia las personas sabias, ha sentenciado. Los discípulos, personas con dinero y poder, aconsejan la huida al maestro al que adoran, pero él, irónico hasta el final, recomienda que sacrifiquen un gallo al dios de la salud. No va a huir, sino que en el juicio solicita no un castigo menor, sino un premio de la ciudad de Atenas. Lo que dijo y enseñó solo nos ha llegado por la escritura de sus discípulos, fundamentalmente por Platón. Pero ese gesto último de aceptar la ley, aunque diciendo en voz alta que es injusta, ha iluminado la historia de Europa.

Y así, con la descripción de un mundo que se hunde (la guerra del Peloponeso, la muerte de Pericles, la derrota de Atenas y finalmente la muerte de Sócrates) ha construido Marcos Chicot esta sólida novela histórica, merecidísimo finalista del premio Planeta 2016. La novela tiene varios pilares: un amigo de Sócrates que consulta al oráculo de Delfos sobre la muerte del filósofo, y que dará en muchos momentos casi un tinte policíaco de quién será el causante de su muerte (la resolución del enigma sorprenderá al lector al final de la obra); la vida entre crímenes y pasiones de los personajes de ficción, con una intensidad narrativa casi shakesperiana en los momentos de sangre y sexo; el contexto social, artístico y militar de batallas y de la grandeza y caída de una ciudad que inventó el concepto de democracia, aunque un poco alejado de lo que ahora entendemos por tal, y que construyó un imperio de ciudades marítimas que se derrumbó en la larga guerra del Peloponeso (431-404 a. C.), un conflicto que enfrentó a la Liga de Delos (conducida por Atenas) con la Liga del Peloponeso (conducida por Esparta), y detallada por Tucídides en su «Historia de la guerra del Peloponeso», y que Chicot manifiesta haber sido manual de cabecera para su novela.

Sonido y furia

Chicot toma de la mano al lector y le hace visitar acertadamente no sólo la Atenas clásica, con sus templos y murallas, sino también la forma de vivir y de pensar de atenienses y espartanos, en escenas donde la frase clásica de Shakespeare («La vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido y furia que nada significa») se transforma aquí «en aquella vida que puede narrar un novelista, llena de sonido y furia que todo significa». Porque Chicot construye páginas donde la crueldad a veces se vuelve terrible (como la aparición de la peste en Atenas, que incluso mató a Pericles, y que convirtió a una ciudad de monumentos en una cárcel de moribundos entre los Muros Largos que la unían al puerto del Pireo). Y en otros casos, con la intervención de personajes históricosque mostrarán al lector que los hechos, sus personajes y sus conocimientos, como decía el propio Sócrates, son un espejo que nos pueden hacer más justos y más sabios.