Schiavone, el detective más descarado
El personaje creado por Antonio Manzini se enfrenta a un apasionante nuevo caso
Si el reconocimiento popular de un detective se mide por el éxito de ventas de sus novelas y los seriales televisivos, el más famoso de Italia es, sin duda, Salvo Montalbano, de Andrea Camilleri, seguido por Guido Brunetti, de Donna Leon. Ambos han traspasado las fronteras locales para convertirse en referentes de la novela policiaca mediterránea. Es cierto que desde los años 90 han surgido varios competidores que le siguen a la zaga: el morboso comisario Ricciardi, de Maurizio de Giovani, y el contestatario Rocco Schiavone, protagonista del serial de Antonio Manzini, que con tres títulos publicados se ha convertido en el nuevo referente del «giallo» a la italiana. Ambos tienen previsto protagonizar sendas series televisivas.
- Un descarado
Rocco Schiavone se diferencia de los demás detectives italianos por su indisciplina y descaro. Más cercano al carácter de Montalbano que del depresivo Ricciardi o al intelectual Brunetti. Ambos comparten una cierta vehemencia y rebeldía frente al procedimiento y comandan un equipo tan desastroso como el de «La armada Brancaleone» (1966). Sin embargo, hay en el comportamiento de Schiavone una diferencia de clase, su procedencia proletaria. El sustrato quinqui romano, un «accatone» pasoliniano marginal integrado en la policía que sigue utilizando en sus pesquisas la metodología de los ladrones, el lenguaje del lumpen y el comportamiento de los fumetas. Rocco se desayuna un porro al llegar a la comisaría para soportar el destierro alpino.
La composición del subjefe Rocco Schiavone tiene claros referentes literarios: atrapado doblemente por un pasado trágico y castigado por su intemperancia a la comisaría perdida de Aosta, en los Alpes. Una recreación simple y efectiva que trata de distinguirse de sus competidores con una serie de estilemas tan reconocibles como los rasgos indentificatorios del héroe de un «giallo» de tebeo: el loden verde, los zapatos Clarks, su ironía y testarudez y un dinamismo contagioso que funcionan con eficacia tipológica en las novelas hasta hoy publicadas: «Pista negra» (2013), «La costilla de Adán» (2014) y «Una primavera de perros» (2015). Las tres han logrado el prodigio de crear un detective libresco, cuyo entusiasmo, forma de actuar en el límite de la legalidad y desprecio por las convenciones legales confieren a sus investigaciones el tono nervioso del «hardboiled».
Todo pasa por la cabeza del subjefe. La trama emerge a medida que el policía ata cabos, relaciona hechos y planifica a tientas una intriga que crece como bola de nieve hasta desbordar las apariencias del delito menor. Entre medias, su vida privada se complica y el pasado oscuro retorna para crear una subtrama vital que se explica en cada entrega. Como experiencia literaria, la singularidad de las novelas de Manzini es ver crecer al protagonista y evolucionar a los secundarios, como salidos de una comedia neorrealista de los 50. Ya sea Sicilia de la mafia o los Alpes, cercanos a Suiza y la amenaza de la ‘ndraghetta, que la corrupción financiera y la sordidez afloran de forma similar en las excitantes novelas de Manzini, repletas de acción trepidante y una intriga digna del mejor «giallo», donde se conjugan comedia y drama.