Seúl con acento
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No ha podido debutar con mejor pie en el mundo de la prosa –es también autor de dos poemarios– José María Contreras Espuny (Osuna, 1987), que ha convertido su experiencia como profesor de español en la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros de Seúl en un libro genial. Tras su simple título, estas «Crónicas coreanas», biográficas y observacionales, por sus inteligentísimos modos expresivos, su chispa constante de humor e ingenio, sus reflexiones hondas y a la vez sencillas, tendrían que sonrojar a tantos narradores de ficción actuales incapaces de ir más allá en su estilo y crear verdadera literatura. El autor ha logrado captar con todo el asombro y el sinsabor los rasgos más llamativos de la sociedad surcoreana, prodigándose en sus costumbres personales y colectivas hasta componer unos textos en los que la peripecia íntima y familiar se combina con la información de una población homogénea, susceptible de recibir generalizaciones.
Precisamente el prólogo chestertoniano ya apunta a este elemento, ya que el pueblo coreano tiene «un fuerte sentimiento de grupo» que «les hace comportarse de forma gregaria e imitativa», pareciéndose sus habitantes sobremanera «en cuanto a comportamientos, propósitos y gustos». Contreras Espuny asegura que estamos ante «la crónica de una derrota, del fracaso de un andaluz al intentar aclimatarse a Seúl». Pero el lector comprobará que esa percepción personal se convierte en un triunfo literario. La obsesión por gobernarse por lo que les dicte el teléfono móvil, las parejas que acuden a la playa a fotografiarse un minuto para aparentar que tuvieron una jornada completa feliz, los alumnos tan educados como pasivos, el hábito de llevar mascarillas en la calle, las ancianas que abusan de que la gente deba respetarlas incondicionalmente... Así, una vorágine de anécdotas divertidísimas, alguna que otra melancólica, se suceden festivamente en un montón de páginas memorables.