Premio Formentor a la disidencia rusa: Ludmila Ulítskaya
La autora rusa, exiliada actualmente en Berlín por la guerra en Ucrania, ha recibido el galardón de 2022 “por su poderoso aliento narrativo”, ha indicado el jurado
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Lo incómodo, lo disidente, contrario, picante, real y, por ello, molesto, también se premia. Lo que chirría no tiene por qué ser negativo, pero es esa tendencia al autoengaño del ser humano lo que hace que se busque siempre lo que es música para nuestros oídos. No obstante, a veces la verdad se nos impone de golpe y porrazo, y de repente no tenemos otra que bajar y plantar bien los pies en la Tierra. Desde que comenzó la invasión rusa en Ucrania, esas burbujas brillantes de época de progreso, esplendor y pacifismo, nos han explotado y salpicado en la cara. Cada día son más las noticias de bombardeos, de escalofriantes cifras que marcan el número de víctimas. Y de nuevo estamos cayendo en esa peligrosa espiral de acostumbrarnos a todo lo que se nos venga encima. No obstante, siempre queda ahí una resistencia, un grupo de personas que siguen luchando por la libertad, por la igualdad, y en el caso de Ludmila Ulítskaya, por el fin de una época oscura. La escritora rusa, nacida en 1943 en los Urales y crecida en Moscú, ha mantenido siempre un discurso contrario al Kremlin, un símbolo de la disidencia que ha sido perseguido, pero a todo cerdo le llega su San Martín. Si bien su nombre ha frecuentado en varias ocasiones las quinielas del Premio Nobel de Literatura, por fin Ulítskaya ve su obra reconocida, en lugar de criticada o prohibida. Es ganadora del Premio Formentor de las Letras 2022.
Ulítskaya recibe el galardón «por el poderoso aliento narrativo con que registra las más sutiles emociones del alma humana, por la sensibilidad con que cuenta la epopeya de las personas arrojadas al laberinto del mundo, por la delicadeza con que rehabilita la dignidad de los hombres y mujeres sometidos al despótico azar de la desdicha, por la soberbia índole de sus personajes y su ondulante, aguda y deslumbrante conversación», explicaba ayer el jurado en el acta, entre otros aspectos. Por su parte, la autora emitió un comunicado, en el que aseguraba ser «un honor y una gran alegría» recibir este galardón, dotado con 50.000 euros: «Es un soplo de aire, un soplo de luz, tal vez incluso un soplo de esperanza, en un espacio que ayer todavía estaba vivo y era familiar, y que en un instante ha perdido sus contornos. Estoy muy conmovida. Admito que nunca esperé ver mi nombre en un entorno literario tan espléndido», añadió la escritora.
Se premia, por tanto, a un símbolo de la disidencia rusa, experta en plantear preguntas incómodas que conciernen tanto a vencedores como a vencidos. Como figura principal de la novela rusa contemporánea, y siguiendo los pasos de Dostoievski o Bulgakov, no cesa a la hora de retratar la total realidad. Su discurso se ha sustentado en un férreo europeísmo. De esta manera, en su obra ha reflejado lo contrario a lo soviético que se sentía en su generación. Llegó a ser acusada de producir literatura prohibida y, acto seguido, despedida del Instituto de Genética General de la Academia de Ciencias de la URSS, donde trabajaba durante los años 60. En los 80, comenzó a publicar novelas, pero tuvo que esperar al desmantelamiento de la Unión Soviética para que fuese realmente y merecidamente reconocida y publicada.
Actualmente, los obstáculos continúan en su camino, pues en marzo se exilió a Berlín ante la guerra de Ucrania, así como fue descalificada por el Gobierno de Vladimir Putin y por sus medios desde que en 2011 encabezara una campaña de oposición. «El crimen es un síntoma evidente del estado enfermo de la sociedad», aseguró en una ocasión la autora, creadora, a sus 76 años, de una veintena de obras de ficción, así como cuentos infantiles y obras de teatro.