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Guillermo Saccomanno: «Si no te tomas en serio la literatura, nadie lo hará»

Habla sobre la corrupción de un pueblo en «Arderá el viento», en una novela dura y violenta que ganó el Premio Alfaguara

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Guillermo Saccomanno habla de literatura. La redacción de su último libro, «Arderá el viento», que ha ganado el Premio Alfaguara de novela, estuvo jalonada de enormes dificultades, aplazamientos y, también, inconvenientes derivados de enfermedades y traslados. «No son los obstáculos ni las enfermedades los que escriben una obra, sino el propio autor. El que escribía era el Marcel Proust sano, no el enfermo», adelanta. El escritor, que conjuga la ironía, la seriedad y el humor en la conversación, comenta uno de los males actuales que acusa su profesión: «Si no te tomas en serio la literatura, nadie se la va a tomar en serio. Lo que se ha perdido acá es la fe, como aseguraba Andréi Tarkovski, esa medida de creer en lo que estás haciendo, en la responsabilidad de lo que estás haciendo, porque lo que escribes es algo que va a leer otra persona. El escritor es responsable de cada página que escribe. No hay ningún otro culpable. En este sentido, eso es una actitud casi religiosa, pero pienso que nos ayuda, que nos salva porque ilumina costados de la realidad en los que otros no reparan, aunque en ocasiones, es cierto, desesperes y, por momentos, seas presa de un escepticismo exultante».

Guillermo Saccomanno ha publicado una obra coral, ambientada en un pueblo que está inmerso en la violencia, las pasiones, los vicios, la muerte y las corruptelas. Un lugar al que, de repente, llegan los descendientes de una linajuda familia nobiliaria centroeuropea, de esas que están marcadas de renombre: los Esterházy, que durante siglos gozaron del favori-

tismo de reyes y se perpetuaron como una de las casas más importantes del Viejo Continente. La cuestión, es, por qué ellos son los escogidos para adquirir un edificio, convertirlo en un hotel y, a través de sus interacciones, revelar de qué cuño está hecho el hombre en realidad. El novelista, a esta pregunta, da una clave de carácter personal, pero que a la vez también es literaria. «Ellos representan una marginalia, una transgresión que no es deliberada. Están movidos por impulsos muy primitivos y tratan de sobrevivir en un ambiente que es hostil, tosco, repletos de deseos que se complementan al mismo tiempo que se contraponen unos con otros».

Esta familia no solo estuvo vinculada a la más alta alcurnia, como si fuera casi un sinónimo de la palabra aristocracia, sino que portaban consigo toda una cultura que en ese momento equivalía a lo mejor que había dado la música, la literatura y el arte europeo durante centurias. Pero todo eso, como subraya Saccomanno no te protege, ni mucho menos, sirve para ser mejor: «Mantienen cierta afinidad con el arte, pero el arte, en numerosas ocasiones, está muy cerca de lo que es maldito, pero esa búsqueda sobrevive en el tiempo como algo espiritual que emprenden los individuos, aunque a veces esté envenenada. Las palabras ya tampoco dicen lo que dicen. Esto tiene que ver con una razón contemporánea: todos tenemos una crisis de representación. No todos somos sinceros en estos momentos, pero ellos, en cambio, se mueven en una extraña sinceridad».

El objetivo del escritor es abordar un territorio, como lo han hecho ya antes otros escritores, como Onetti y Faulkner. Relatar, a través de los diferentes personajes que habitan en una villa, todo un mundo, toda una época, y dejar huella, a través de la ficción de cuál es la verdadera médula de nuestras sociedades.

Literatura sin mensaje

De esta manera, el lugar en el que se desarrolla la historia es una metáfora de las ambiciones, deseos, trampas, vicios y subyugaciones modernas que afectan al individuo actual y que resultan fácilmente reconocibles. Pero advierte de antemano: «Pero dicho esto, aquí no existe la propuesta de ningún mensaje. Odio la literatura de mensaje, la bajada de línea. Lo que me gusta es mover los personajes, sobre todo, para ver hacia dónde disparan. La empecé a escribir un poco como siempre, porque tenía ganas de adentrarme en una obra así, pero nunca sabes hacia dónde te pueden llevar los protagonistas que imaginas. Los personajes encuentran su propio lugar en el mundo y el escritor siempre desconoce hacia donde los conducen los deseos que sienten. No siempre, ellos mismos, son conscientes de eso», explica.

Saccomanno es un autor al que no le gusta rendirse a las obviedades, que se muestra desencantado con los tópicos, que redacta frases como «la bondad es una ilusión de descerebrados», una oración que «es una frase deliberada y oscura, pero, no se puede negar que existe la bondad, la ternura, aunque esta última falta bastante en nuestros días». Él ha acuñado otra más devastadora, como «la destrucción es lo que hace avanzar el mundo», que ha tomado a su vez de un pensador alemán, de Nietzsche. «Él asegura que la historia avanza sobre cadáveres y es verdad, es dolorosamente cierto», asevera.

En «Arderá el viento», de hecho, los personajes viven en circunstancias desabridas, donde la generosidad escasea, la muerte abunda, la lujuria está presente y la impiedad es moneda corriente. Un lugar donde el narco, la policía y la Prensa se relacionan al ritmo de una novela de Hammett.