«Asesinato en el Jardín Botánico»: J. M. Guelbenzu se despide del crimen
El escritor publica la última y décima novela de la serie protagonizada por la intrépida e intimidante juez Mariana de Marco
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El aire que se respira en el Jardín Botánico de Madrid está repleto de vida. Los insectos, aves y plantas crean un ecosistema en medio de la gran ciudad que funciona como una extensión terrenal de evasión. Un lugar donde meditar, huir del tráfico y disfrutar de la exaltación vital que produce cada creación de la naturaleza. No obstante, también es un lugar donde existe la muerte. Ya no porque las flores se marchiten o las mariposas cesen su vuelo, sino que, en este caso, el Botánico se convierte en el escenario de un crimen. Todo ello, por supuesto, dentro de un mundo ficticio: el de Mariana de Marco. La juez más astuta e imponente de la novela policíaca española vuelve al panorama literario con la que será su última gran aventura: J. M. Guelbenzu publica «Asesinato en el Jardín Botánico» (Destino). Una obra que supone el fin de un proyecto que comenzó hace 21 años, y que se presentó como un plan de 10 títulos, que ya se ha cumplido.
Recordaba ayer Guelbenzu ante la Prensa, en un encuentro íntimo, agradable y acertado –pues qué mejor ámbito que celebrarlo en la Glorieta de la Niña del Jardín Botánico–, que este proyecto literario comenzó «en un momento en que me atasqué escribiendo una novela bastante ambiciosa. Me encontré sin saber que hacer, y decidí hacer pluma, es decir, escribir otra cosa para distraerme». Y ahí nació su búsqueda creativa en el mundo de la novela policíaca en general y en la vida de Mariana de Marco en particular. «Hice una apuesta literaria», explicaba el autor, «la de construir un personaje a lo largo de varias novelas que mostrasen su evolución como persona».
La madurez femenina
En cuanto a este personaje principal, son varios los motivos de Guelbenzu: en primer lugar, porque en la primera obra de la serie, «No acosen al asesino», el autor no quedó satisfecho con el papel secundario que le confirió a la juez. «Me dio pena desperdiciar al personaje con el potencial que tenía, además de que un juez de instrucción es un gran investigador», continúa el escritor, «y también la creé porque es el tipo de mujer que habría entusiasmado a Juan García Hortelano, a quien dedico toda la serie».
Asegura Guelbenzu que «si no logro grandes obras, muero por acometerlas. Esta última novela tiene un final duro, dramático, y estoy muy orgulloso de cerrar así la serie. Finaliza el periodo de vida de una mujer que pasa de los 39 a los 50 años, una época muy interesante que simboliza la madurez femenina. Es en la búsqueda del personaje donde he sido más literario. Me preocupaban menos las tramas», confiesa. En este caso, sitúa a De Marco ante el cadáver de Concepción Rivera, una mujer de mediana edad, que aparece escondido tras una hermosa palma real en el Botánico, junto a un ramillete de acónito y un botellín de whisky. Había asistido al espacio a escaso minutos de su cierre, pero, ¿quién la acompañaba y cómo pudo salir sin ser visto? La perspicaz juez iniciará la instrucción narrando la historia desde un punto de vista judicial, mientras que su pareja sentimental, el periodista Javier Goitia, aporta una voz al estilo de una crónica: «Aquí hago un artificio narrativo. El periodista actúa como el Watson de Sherlock Holmes, haciendo la crónica de una manera personal mientras la juez se sitúa y explica sus avances desde el presente», apunta Guelbenzu.