John Fante, en la forja de Arturo Bandini
Los relatos recopilados en «Hambre», publicados en revistas estadounidenses pero sin traducción al español, se asoman a la construcción del álter ego del escritor
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Terminó sus días en el anonimato, pagando el precio de la vida del escritor de malas costumbres y maldiciendo su suerte por trabajar como guionista de producciones de segunda en Hollywood. John Fante (1909-1983) nunca dejó de escribir la clase de literatura que amaba aunque no obtuviera la clase de éxito que merecía. Eso sí, quienes lo leían nunca podían salir de sus historias. Fante dejó cuatro archivadores grandes y negros cada uno con cuatro cajones hondos de tamaño oficinesco a los que tuvo acceso ilimitado su biógrafo, Stephen Cooper, en 1994. Cinco años de investigación después, Cooper terminaba una biografía del escritor («Full of Life: A Biography Of John Fante», sin traducir al castellano) y culminaba la edición de «Hambre» («The Big Hunger» en el original y que publica ahora Anagrama), una compilación de relatos que cruzan su universo literario y el de su alter ego, Arturo Bandini.
Aunque son 17 relatos de distintas épocas, conforman una unidad en el cosmos de Fante porque en ellos vemos a un Bandini niño, adolescente y adulto. Primero desde la inocencia, el narrador plasma el mal con sutileza y narra la violencia cotidiana que sufren los pobres, la clase trabajadora que además carga el baldón de ser inmigrante. El patetismo delicado de «Póngalo en la cuenta» resulta, por ejemplo, desgarrador: ese cuento se basa en apenas una escena, protagonizada por la madre de Arturo Bandini tratando de conseguir alimentos «fiados» en la tienda de comestibles. El tendero la somete a una muda y sorda humillación, aunque luego demuestre no ser tan cruel. Más adelante, Bandini ya es un aspirante a escritor delirante, nostálgico y autoobsesivo que frecuenta bares de mala muerte y sus hampones. La mayoría de los textos de «Hambre» habían aparecido en revistas y algunos de ellos incluso formaban parte de novelas que Fante dejó inacabadas como capítulos desgajados. En otros, Cooper incluso encontró el suceso que los inspiraron o el momento exacto en el que fueron escritos. Fante escribió «Soy un escritor veraz», uno de cuentos de esta edición, a principios de 1936, cuando era cliente de Elizabeth Nowell, agente literaria neoyorquina. En la correspondencia de aquellos meses, la agente le recomendó con insistencia la lectura de «Hambre», de Knut Hamsun, que marcó su estilo literario en «Espera la primavera, Bandini» –la primera historia de supersonaje, de 1938– y «Pregúntale al polvo» (1939), la continuación de la saga, detenida durante cuatro décadas, hasta que en 1982 publicase «Sueños de Bunker Hill». Es decir, que el relato de «Soy un escritor veraz» es prácticamente la fecundación para el nacimiento de Arturo Bandini.
Humo y polvo
Uno de los mejores hallazgos de este volumen es precisamente el «Prólogo para ‘’Pregúntale al polvo’'», que se lee como un poema en prosa y en el que muchos ven un precedente de estilo y concepto de la Generación Beat. En él, escribe: «Titulo mi libro ‘’Pregúntale al polvo’' porque el polvo del Este y el Medio Oeste está en esas calles y es un polvo en el que no crece nada, una cultura sin raíces, es una frenética lucha por el arraigo, el frenesí vacío de personas desesperadas y perdidas que anhelan una tierra que nunca podrá pertenecerles», escribe en ese prólogo-relato que no fue tal hasta 1990, cuando la edición de Black Sparrow Press lo publicó, pero estaba incompleto: faltaba la última página, que apareció en los archivos domésticos. Gol para Cooper, su biógrafo. Curiosamente, diez años antes, Charles Bukowski, ferviente admirador de Fante y a quien tomó como maestro, había escrito un prólogo a la novela cuya lectura le hizo sentir como alguien que «encuentra oro en el basurero municipal». Quizá no haya una descripción mejor de la literatura del padre de un gran perdedor como Arturo Bandini y un gimnasta de la autodestrucción como él mismo. Bukowski, por cierto, adoptó más que una inspiración en el estilo de Fante, y en cambio sí consiguió el éxito y el reconocimiento.
En ese «prólogo», una especie de monólogo interior, Bandini se confiesa enamorado de Camila López, una mexicana que le enseña a fumar marihuana. Y poco a poco el narrador se convierte en humo y en polvo y, desconsolado, sabe que su destino es el olvido. Salvo si se cuenta la historia y así queda escrita, aunque sea en un prólogo. «Lo único que sé es que ella se ha esfumado, el perro también, y no queda nada, salvo su historia, que quiero contar».