Nacho Ares: “En la egiptología hay que asumir el fracaso, de Tutankamón no conocemos nada”
El escritor apunta a todo un clásico de la divulgación, “Dioses, tumbas y sabios”, el libro de C. W. Ceram que acercó la arqueología al gran público
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Nacho Ares se define como «epiptoloco» y no le falta razón. Todo a su alrededor tiene que ver con la tierra de los faraones. Aun así, le abordamos en mitad de Parquesur, Leganés, y le suena a chino el barullo que le rodea. Mucho más «glamour» hay en la tumba de Tutankamón que desde este finde de semana recrea en la Nave 16 de Matadero (Legazpi, Madrid), una exposición inmersiva que traslada al visitante a los secretos que descubrió Howard Carter hace justo cien años y que en la que el escritor es el comisario. Una muesca más en su CV, al que recientemente ha sumado el libro Cosas maravillosas (Debolsillo) y otra exposición, Hijas del Nilo (en el Palacio de las Alhajas). Como no podía ser de otra forma, en su recomendación Ares apunta a Egipto, a Dioses, tumbas y sabios (Destino), de C. W. Ceram.
−¿Por qué?
−Lo leí con trece o catorce años y cambió mi vida. Soy egiptólogo gracias a Ceram. Me fascinó. Empecé leyendo la parte de Tutankamón para un trabajo del colegio y quedé enamorado de la vida de Howard Carter y del descubrimiento de la tumba. Me ha llevado profesionalmente hasta aquí. Cosas maravillosas también es culpa de aquel libro.
−¿Recurre a él habitualmente?
−Sí. La arqueología no ha cambiado casi nada desde que se escribió, después de la IIGM. Pero no es un simple libro de cabecera, sirve para estudiar en profundidad y para ampliar conocimientos.
−¿Qué le marcó de la vida de Carter?
−El clic en la cabeza lo hizo que fuera un ser constante en el trabajo. Da igual el origen y los estudios que tengas, que ser pertinaz te hará alcanzar los sueños que tengas. Carter no estudió nunca Arqueología ni venía del mundo académico, sin embargo, hizo un trabajo de campo brillante. Ni por asomo me comparo con él, pero compartir un origen humilde y que mi familia me apoyase en lo que quería me demostró que, más que el dinero, lo que tiene valor es la fe.
−¿Cuál fue el éxito de Ceram para convertirse en un clásico?
−Llama la atención en la introducción, donde está el alma del libro, cuando dice que echaba de menos que nadie se hubiera percatado de la necesidad de un libro de divulgación para el gran público. Todo lo que había era demasiado académico. Parecían escritos, dice, para que nadie los leyera por el lenguaje y los términos que se empleaban.
−Viendo su obra, es una frase que usted se marcó a fuego.
−Totalmente. Me llamó esa reflexión siendo un crío. Aunque yo venga del mundo académico (licenciado en Historia Antigua y en Egiptología) esas palabras se me quedaron grabadas y siempre me ha movido dirigirme a un público amplio, pero no por ser famoso, por supuesto, sino para compartir.
−¿Quién fue Ceram?
−Yo entro en la egiptología de su mano, pero después descubrí que era un tipo muy especial, un periodista que comenzó trabajando para los nazis. Escribía discursos para oficiales y altos mandos de las SS. Pero cuando le encarcelaron los aliados se dio cuenta de todo lo que había detrás, y también fue en prisión donde conoció la historia de la arqueología.
−¿Cuál es el próximo gran descubrimiento? ¿Hawass con la momia de Nefertiti?
−De momento, los análisis de ADN le han fallado...
−¿La tumba de Cleopatra?
−Por ejemplo, aunque tampoco sabemos nada de su familia... Como de tantos.
−¿En la egiptología hay que asumir el fracaso, la incapacidad de conocerlo todo?
−Sí. De esa época hay muchos vacíos. De Tutankamón no conocemos prácticamente nada. Estamos celebrando el centenario del descubrimiento de su tumba y sabemos casi lo mismo que dijo Howard Carter.
- Dioses, tumbas y sabios (Destino), de C. W. Ceram, 624 páginas, 12,95 euros.