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En cuadro

Drama en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid: la falta de personal obliga a cerrar casi la mitad de las salas

El enfado de los trabajadores del centro con el Ministerio de Cultura es notable: “Nos tiene abandonados”. Mientras, la plantilla mengua sin control, “nadie se quiere quedar”

Las salas de Egipto (y también las de Grecia) están cerradas al publico del MAN desde esta semana
Las salas de Egipto (y también las de Grecia) están cerradas al publico del MAN desde esta semanaGonzalo Pérez MataLa Razón

Si en la Biblioteca Nacional tomaban aire esta misma semana, pues se confirmaba la llegada de casi una treintena de trabajadores para cubrir parte de las bajas que se habían ido produciendo durante años, al otro lado de la manzana, en el mismo edificio, aunque en su fachada de Serrano, las sensaciones son opuestas: la desidia ante el panorama de precariedad laboral es un hecho.

Los trabajadores del Museo Arqueológico Nacional aseguran que no pueden más después de décadas minando “poco a poco” la plantilla. “Da igual el gobierno que tengamos. No es una cuestión de colores ni de ministros, ninguno ha hecho nada por mejorar la situación. ¡Ninguno! Las bajas no se cubren y aquí perdemos los días libres que acumulamos”, contaba a LA RAZÓN una trabajadora del centro una semana antes de confirmarse el último y reciente ataque al patrimonio del centro: el cierre de nuevas salas por falta de vigilantes.

Preguntar por la situación “in situ” es destapar la caja de los truenos entre quienes viven el día a día del museo. No tarda la preguntada en correr a por dos compañeras, “que son del sindicato [CC OO] y te lo van a explicar mejor”. Y hasta allí que nos lleva, ante un personal que lleva años comprobando en sus carnes una mengua de la plantilla que terminó reventando después del parón pandémico de 2020. “Hemos ido a mucho peor. Nos tienen abandonados”, sentencian.

Una de las salas del museo cerradas desde hace meses
Una de las salas del museo cerradas desde hace mesesGonzalo Pérez MataLa Razón

La conversación va de la sala 36, la de Grecia, a la 33, el inicio del legado egipcio. Entre tanto, y a la inversa del recorrido trazado, pasamos por la 35 y la 34, más Egipto. De la “oikos” griega a un mapa que muestra su trayectoria desde Jartum al Mediterráneo. De “Polis”, “Thánatos” y “Mythos”, donde diosas, dioses, héroes y heroínas recuerdan aquel tiempo sagrado, primigenio, cuando mortales e inmortales convivían y compartían destinos; a la cámara sepulcral, donde encontramos una recreación hecha con objetos originales de las dinastías XXI y XXII. Sarcófagos, vasos canopos, ushebtis o figurillas funerarias, objetos de tocador, collares... Las imágenes que rodean esta vitrina reproducen textos del Libro del Amduat, extraídos de la tumba de Tutmosis III. Alrededor de la cámara se exhiben diversos objetos procedentes de otros ajuares funerarios. Esculturas, piezas y monedas con los nombres de algunos faraones, sandalias, recipientes para ungüentos y perfumes, joyería, utensilios domésticos y armas, informan de cómo debió desarrollarse la vida diaria de estos pueblos. Las manufacturas, realizadas por excelentes artesanos, nos han legado tejidos y ejemplares bellísimos de fayenza, de alabastro, y de cerámica, sobre todo la hecha en Nubia.

Es justo el terreno por el que hace apenas siete días temían personal y sindicatos: “Es que, como sigamos así, lo van a cerrar en breve porque no hay gente para atender las salas”. Y así ha sido. Dicho y hecho. Hablaban con conocimiento de causa porque aquellos tiempos (años 80 y 90) en los que había “seis personas por zona” les suena ahora a utopía. ¿Cuántos sois ahora?, pregunto ante las risas de resignación: “¿Uno? ¿Dos? Depende...”. Cifras de supervivencia a las que llegan tras haber “reducido” el museo a la mitad, pues la parte de numismática (“La moneda, algo más que dinero”) brilla por su ausencia. “Cerrado temporalmente”, explica un cartel de la entrada sin dar más explicación. “Recién pintado”, reza otro, este ya en las escaleras, aunque allí no huela, ni se espere, a ningún tipo de remodelación. ¿Medievo y Edad Moderna? También cerrado. “Y la réplica de Altamira tampoco se puede ver”, puntualiza el personal.

Son precisamente estos bloqueos los “favoritos” para las quejas externas al centro. “La mayoría”, afirman, de reclamaciones al MAN vienen por esta causa (una de cada dos). Pero bien podrían ser más: “Como que no tenemos cafetería, o, mejor dicho, la tenemos, pero como si no existiera porque está cerrada”. “Por no haber”, interviene una tercera persona del centro, “no hay ni máquina expendedora para comprarnos una botella de agua”. Ni siquiera el botiquín está para grandes, ni pequeños, dispendios: “Gasas y Betadine y ya. Que no nos pidan nada más, porque hasta las tiritas se nos acabaron el otro día, que tuve que atender a una señora y le puse la última. Por no decir que deberíamos tener enfermero o enfermera...”.

Los carteles de "cierre temporal" son una constante durante el recorrido
Los carteles de "cierre temporal" son una constante durante el recorridoGonzalo Pérez MataLa Razón

Penurias por las que este periódico se pone en contacto con el Ministerio de Cultura para encontrar una justificación y/o solución que no han recibido en este tiempo en el museo. La respuesta es tan rápida en el tiempo como breve en su extensión: “Se trata de una situación puntual mientras se completan los procesos selectivos de la Oferta de Empleo Público con los que se reforzarán las plantillas de vigilantes”. ¿Pero se tiene marcado algún plazo para terminar cuanto antes con el sobresfuerzo de una plantilla temerosa de tener que seguir cerrando salas? La callada por respuesta.

Hasta ahí el intercambio con un Ministerio que tiene contra las cuerdas a los 16 museos estatales (entre los que no está la Biblioteca Nacional, citada al inicio del texto y cuyo museo tiene el carácter de “adscrito”). “La escasez de personal es una constante en todos ellos”, afirman los sindicatos: “La gente se está yendo porque no hay quien se quede en un museo estatal y los que nos quedamos estamos condenados. Y eso que en el Arqueológico tenemos dos turnos, en la mayoría de centros no tienen esto”.

El del MAN es solo un ejemplo representativo de la norma en los centros dependientes de Cultura. La veintena de vigilantes de museos que han abandonado esta semana sus puestos (con rumbo a cualquier otra plaza más “cómoda” dentro de la Administración) es una gota más en el vaso de la paciencia. Mientras se espera la publicación de la convocatoria con la que el Ministerio espera incorporar cerca de 90 trabajadores la realidad es la expuesta: la carencia extrema de vigilantes de sala tras salir la resolución del concurso de traslados.

Los trabajadores del centro reclaman al Ministerio algo muy sencillo: más personal
Los trabajadores del centro reclaman al Ministerio algo muy sencillo: más personalGonzalo Pérez MataLa Razón

APOLOGÍA DEL MAN

PorDavid Hernández De la Fuente
No les quepa duda de que el Museo Arqueológico Nacional (MAN) es la joya de la corona de los museos que gestiona el Ministerio de Cultura. Dejando aparte el Prado y el Reina Sofía, que son autónomos, el MAN me parece el más importante bajo la titularidad estatal. La comparación con el Prado es interesante. Muchas veces se ha dicho que es la mejor pinacoteca del mundo. Creo que es una gran verdad, no tanto por sus dimensiones en comparación con otros museos del mundo, sino por la importancia de la “antología” (o, si prefieren en latín, el “florilegio”) de obras y autores que contiene. Además, si se desplegara todo lo que atesora ya no le cabría a nadie la duda de su primacía absoluta. Algo parecido ocurre con el MAN, cuya apología hay que hacer en todo momento: tiene piezas únicas de culturas antiguas, como las prerromanas o la griega, así como de arqueología medieval islámica, entre otras. Es una colección que, como me han repetido con entusiasmo visitantes alemanes y británicos, catedráticos de universidades de prestigio que vinieron hace pocos años a dos congresos en Madrid, es única en su especie.
Actualmente hay algunas salas de tránsito cerradas. Espero que no sigan otras. Seguramente es un asunto de “letra pequeña” que se podría arreglar sin dilación. No se escatiman gastos en el MAN, por ejemplo, para la reforma o las exposiciones temporales. Por eso sería incomprensible no allanar el camino para que el museo brille como debe. Una política cultural con mayúscula sería dotar de normas claras y seguras al personal de todos los museos estatales, de modo que puedan desplegar sin cortapisas todos sus tesoros a los ojos del mundo. Muchos visitantes, nacionales, extranjeros, académicos o no, lo agradecerán. Me consta que, durante la reciente pandemia, hubo una serie de prácticas telemáticas en las carreras de historia, arte y arqueología en muchos países europeos que consistieron en “navegar” virtualmente por las colecciones del MAN: que lo digital no sustituya a lo presencial y que podamos disfrutar pronto en su integridad de sus maravillosas colecciones.