Nacional de Ensayo

Antonio Monegal da oxígeno a la cultura

El catedrático ha ganado el Premio Nacional de Ensayo con un trabajo que profundiza en una pregunta tan concreta como enorme: ¿qué es y para qué sirve la cultura?

Antonio Monegal
Antonio MonegalEditorial Acantilado

Esta misma semana, un equipo de la Universidad de Montreal publicaba un artículo que relacionaba directamente la música con las terapias contra el dolor físico. El estudio, recopilado en la revista Frontiers in Pain Research, demostraba cómo escuchar nuestras canciones preferidas disminuye la percepción del dolor. Lo cual viene al pelo con el trabajo que acaba de recibir el Premio Nacional de Ensayo del Ministerio de Cultura, Como el aire que respiramos: el sentido de la cultura(Acantilado), de Antonio Monegal (Barcelona, 1957), donde el catedrático y escritor afirma que la cultura es básicamente "oxígeno" para la vida diaria, un elemento fundamental para tirar hacia delante e inseparable de cada una de las personas del planeta.

Un libro con "cierto objetivo militante" en el que el propio autor "viene a explicar cosas confusas que existen en los debates actuales", defiende. ¿Dónde está la confusión? "Se discute mucho sobre por qué es importante la cultura y se dan muchos argumentos de inicio, pero no se dedica espacio a hablar de qué es la cultura". Una postura de partida en la que Monegal encuentra el primer error: "Si no nos ponemos de acuerdo en eso es imposible poder defenderla".

Con el espíritu pedagógico de todo profesor se escribió una obra cuyo reconocimiento pilló de improvisto a su autor: "Ni sabía que estaba entre los candidatos ni que se daba hoy. Yo me iba a Denia a participar en el Festival de Humanidades que organiza La maleta de Portbou". Ese era su plan: coger el tren y "hablar de utopías y distopías", pero el Nacional le ha obligado a hacer malabares con la agenda.

Y en esas, la pregunta obligada al catedrático es evidente: ¿qué es la cultura? "De ello trata todo el libro", contesta antes de separar entre "las responsabilidades del Ministerio de Cultura y aquello de lo que se ocupan los periódicos en las páginas sobre cultura. Eso es alta cultura: pensamiento, humanidades, artes...". Pero Monegal también apunta hacia "la gente que dice 'la cultura no me interesa'... Si hacemos una ampliación, la cultura popular o de masas también lo es. Es difícil que alguien no consuma música en su vida. Wagner es cultura, pero Rosalía también. Es en esa percepción de una visión elitista de la cultura a la que muchas personas se resisten. Cultura son cosas distintas para cada uno y ahí está el debate".

Una niña tocando el violín, un concierto en el Liceo o en el Real y una serie que ver en el sofá tienen el denominador común de ser cultura. "Es lo que da sentido a nuestras vidas –resume el escritor–. Es lo que nos hace pasar de la supervivencia a una experiencia que nos llena. No somos solo un ser que estamos aquí para producir, no solo somos mano de obra. Hay una obsesión en el sistema educativo por preparar gente para el mercado laborar y no por cultivar de manera completa al ciudadano. Y es básico. Muchos de los problemas vienen de esa falta de atención a aspectos que nos ayudarían a comprender el punto de vista del otro, a sentir más empatía, a ser más solidarios o a tener una visión más cosmopolita de la sociedad".

Pero no solo esa "alta cultura" es cultura, "las cuestiones nacionales también", sostiene. "Los conflictos graves de hoy se apoyan en aspectos culturales, étnicos, religiosos, históricos...". Y utiliza el catedrático el momento para poner en valor ese "carácter integrador" que destaca el fallo del jurado del Nacional de Ensayo: "Para que podamos superar ese nivel de conflictividad necesitamos dotarnos de instrumentos culturales. Aceptamos con facilidad que la gastronomía funciona muy bien, todo el mundo puede comer pizza, sushi o enchiladas, y eso mismo habría que sostenerlo para la circulación de la voz del otro; la memoria y la representatividad del otro a través de sus productos culturales que explican sus experiencias. La cultura no solo aporta una manera de estar en el mundo, sino también de comunicar entre mundos diferentes".

Antonio Monegal utiliza la pandemia –cuando terminó de apuntalar el libro– como el perfecto ejemplo de la cultura como "bien de primera necesidad". Le duele que en España no se le diera la importancia de otros países, como Alemania, y reflexiona sobre ello: "Se dice que hay sociedades ricas que se pueden permitir tener una cultura más boyante, pero pensemos al revés, son ricas porque han cultivado su cultura. En España venimos de un retraso muy grande, no del franquismo, sino desde la Contrarreforma".