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Coruña, 14 de mayo de 1994: El penalti más famoso (y desgraciado) de la historia de la liga española

Última jornada. El Dépor estaba a una victoria de ganar su primera liga y solo debía hacer una cosa: marcar una pena máxima en el minuto 88:27. Djukic, el encargado de tirarlo...
Coruña, 14 de mayo de 1994: El penalti más famoso (y desgraciado) de la historia de la liga española
El instante en el que Riazor se silenció con el disparo de Djukic y la parada de González
Julián Herrero

Madrid Creada:

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Augusto César Lendoiro describe aquel 14 de mayo de 1994 como "el gran máster de todo el deportivismo". El día D, de "Deportivo", pero también de "desgracia". "Una ciudad preciosa de 250.000 habitantes estaba a punto de vivir la mayor fiesta de su historia", recuerda el que fuera presidente del club. Una sola victoria equipararía La Coruña a Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, San Sebastián y Bilbao, como una de las siete grandes poblaciones españolas que habían podido celebrar el ser campeones de Liga.
Recuerda Lendoiro cómo "los coruñeses engalanaron sus casas y se vistieron de azul y blanco. Se preparaban para disfrutar de una tarde y una noche de ensueño". Todo estaba organizado: no quedaban entradas para El Partido; sonaba 'Derroche', de Ana Belén; los restaurantes, a tope, servían el "menú Campeón" y el "menú Dépor", como recuerda el árbitro López Nieto; y el fin de fiesta en el Parrús o en cualquier otra discoteca... "Bueno, todo no, solo faltaba ganar el encuentro" al Valencia, puntualiza el de Corcubión en el prólogo del libro en el que Javier Guillén desmenuza hasta el único detalle del fatídico Penalti de Djukic, 'Mucho que decir y poco que contar' (editado por Altamarea).
Augusto César Lendoiro describe aquel 14 de mayo de 1994 como "el gran máster de todo el deportivismo"
Sirve de título una frase que es historia del Real Club Deportivo de La Coruña; la misma con la que el entrenador de aquel equipo, Arsenio Iglesias, arrancó la rueda de prensa posterior a la debacle: "(...) estaría escrito así. El equipo ha corrido, no ha jugado demasiado bien (...) No pudo ser. ¡Qué le vamos a hacer! Yo desde aquí tengo que decir, por el gran disgusto que tiene el equipo, por el gran disgusto..., que yo sigo pensando que tengo que felicitarlos, ¿me entiendes? Porque se han dejado la piel, porque han sido cabeza todo el año, han sido perseguidos por un gran equipo, [los] han tratado de desestabilizar, los han puesto nerviosos..., han hecho lo que han podido, han hecho bien, yo creo que son las reglas del juego. Y creo que no tengo mucho más que decir, ¿me entiendes? (...) Ha sido una pena. Una vez que lo teníamos a buen nivel, las posibilidades..., pues es triste y es duro, sobre todo, porque posiblemente una vez en la vida lo podíamos haber conseguido... y no pudo ser. Yo creo ya... más preguntas ni les podría contestar porque no sé ni qué decirles, ¿me entiendes? No sé ni qué decirles". Una sola pregunta y ni tres minutos de rueda de prensa bastaron para asumir que el sueño se había terminado.
Pero fue entonces cuando comenzó la leyenda. "Increíble", firma el presidente. "Habíamos cambiado perder una Liga en el último suspiro por pasar a la historia del fútbol mundial. Fue a partir de ese dramático instante cuando salió a relucir lo más valioso de esa escuela de vida que es el deporte". Los aficionados, todavía en "shock", invadieron el césped para arropar a los jugadores; en especial, a un defensa serbio de 28 años, Miroslav Djukic, encargado de tirar y fallar el disparo desde los once metros que marcó para siempre al Deportivo: "Señores", arrancaba Chema Abad, en RNE, tras lo sucedido, "creo que en los casi cien años de historia de la Liga nunca se ha vivido algo semejante a lo de hoy, y creo que será muy difícil, por no decir imposible, que se viva en el futuro algo parecido".
Los restaurantes de La Coruña, a tope, servían el "menú Campeón" y el "menú Dépor"
Así da comienzo un libro en el que Guillén ha entrevistado a más de un centenar de periodistas y fotógrafos y que recoge testimonios de aficionados, jugadores y de todo el que tenga algo que aportar a un día que comenzó mucho antes de que saliera el sol.
Hasta bien entrada la madrugada previa, Lendoiro no confirmó que el partido sería televisado, por lo que todos los planes para ver el partido pasaban por entrar en el campo fuera como fuera. "Teníamos un cuartucho para guardar el material en el estadio, entre las gradas de General y Preferencia. Había varios compañeros, unos ocho o diez, que no tenían carné o entrada y durmieron allí", explica en el libro Fran López, uno de los aficionados que se encargó de cerrar la puerta por fuera dejando a varios deportivistas escondidos en un espacio mínimo. "Tenían una bacinilla porque allí no había váter". A escasos metros, otro pequeño grupo se adentraba en la torre de Marathón, donde también pasaron la noche con unas privilegiadas vistas al verde de Riazor. Y luego están los "nenos descamisados" que pasaron la noche de juerga por si la salía cruz sobre el césped. Mientras estos últimos llegaban a casa, la luz del amanecer trajo más invasores a la zona: "Nos colamos a las siete u ocho de la mañana", recuerda otro hincha, Juan Carlos.
El segundero pasó muy lento hasta las 19:00, pero todo deportivista se acuerda de lo que hizo ese día. A 900 kilómetros de Riazor se encontraba un Camp Nou en el que se invocaba el espíritu de Tenerife. Los "culers" habían sacado todos los talismanes: plátanos, Chupa Chups, gáfas amarillas... Los transistores atronaban en uno y otro lado. Las dos veces que se adelantó el Sevilla en Barcelona fueron coreadas como goles en La Coru. Mientras, la Ciudad Condal se escuchaba expectante el 0 a 0 al tiempo que los suyos iban remontando hasta llegar al 5-2 final.
Los que no tenían entrada se colaron en el estadio la noche anterior para no perderse el partido
Todavía con el gusanillo en el cuerpo del último gol del partido, el de Bakero (minuto 87), Manuel Pampín gritaba ¡¡penalti!! ante el micrófono de la TVG: "Atención porque aquí pode ter a mellor opción o Deportivo". "¡La Liga en juego en Riazor!", gritaba José María García en la Cope. Alfredo había centrado a Bebeto para que este se la diera a Nando, y fue entonces cuando Serer cometió la falta que paralizaría España. Solo quedaba minuto y medio para llegar al tiempo añadido.
Mijatovic, el 8 del Valencia, a lo suyo: "Lo primero que piensas es 'qué pena' porque teníamos una buena prima para poder pasar las vacaciones".
Carlos Martínez, en el Camp Nou, se olvidaba de lo que tenía delante para centrarse en un pequeño monitor: "¡El Deportivo tiene ahora, quizá en los pies de Bebeto, un campeonato de Liga!". Pero el brasileño, como comentó Giner (defensa del Valencia), "inexplicablemente, se giró y desapareció". El otro gran experto en penaltis era Donato, sin embargo, ya no estaba sobre el terreno de juego. Así que, por delante de Fran, le tocaba a Djukic. López Rekarte salía al paso: "¿Cómo estás?". "Bien", respondía el serbio. "Si no, tiro yo", se ofrecía el de Mondragón.
Serer cometió la falta que paralizaría La Coruña
Pero era el momento de Djukic. Como recuerda Guillén en el libro, "tenía las cualidades psicológicas perfectas para asumir un momento así. Técnicamente, también". Fortaleza mental, serenidad, temple... "En los entrenamientos los metía todos", afirman sus compañeros todavía hoy.
La mujer del serbio, por el contrario, tenía otra opinión. Antes de salir del hotel, le suplicó: "Si hay penalti, no lo tires, por favor". Al jugador le entró la risa.
A las 22:14, Miroslav Djukic cogía el balón para dirigirse al punto de penalti. Enfrente, José Luis Gonzláez; y detrás de este un público en el que se mezclaba la rabia, los nervios y la impotencia. "¡Déjate meter!", suplicaban al portero los más suaves. "¡Como lo pares, te matamos!", le gritan otros. Los compañeros del deportivista, por su parte, apoyan al lanzador: "¡Vamos, Djuka!".
López Nieto da la orden de lanzar. "Comienza la carrerilla para chutar. Sopla con fuerza y expulsa todos los demonios inhalados, que pelean en sus hinchados mofletes por salir a tiempo –narra Javier Guillén– (...) Arsenio, se echa las manos a la cabeza (...) Al sexto paso acaba la carrerilla de Djukic. No así sus dudas. Arma la pierna diestra y golpea. El balón va hacia la derecha del portero. Sin excesiva fuerza. La necesaria para que se eleve unos centímetros y rebote levemente en el verde. El cuerpo de González sale en la misma dirección y cae con sus dos guantes sobre él. Sin rechace. Bien sujeto. Inmovilizado. Detenido. Un flashazo de una cámara ilumina la escena a la vez que Riazor se apaga tras un grito unísono de terror. Adiós Liga. Tras veinticuatro jornadas seguidas como líder. Adiós Liga. Ciento sesenta y un días después. Adiós Liga. En el último minuto. Adiós Liga".
Nacho Carretero: "El SuperDépor perdió un campeonato, pero ganó una historia"
"¡Me cago en Dios!", chilla el entrenador. Riazor se queda en "shock". "Es una broma. Esto no ha pasado. Esto no es real", pensaba Ribera sentado en el centro del campo. "Las lágrimas comenzaban a brotar pese a que todavía quedaban 31 segundos para llegar al minuto 90. Daba igual, ya nadie confiaba. "Yo siempre esperaba y miraba al portero. En aquellos momentos estaba dudando si tirarlo fuerte o esperar. No salió ni una ni otra cosa y tiré bastante mal", admite Djukic. No pudo ser; el Barcelona volvió a ganar el campeonato en el último suspiro.
Acabado el partido y con los jugadores ya retirados a los vestuarios, "buena parte de la hinchada decidió llorar las penas en el mismo tapete donde acababa de suceder la desgracia. Algunos de forma literal, bocabajo, derrumbados, con la cara empapada en lágrimas contra la fría hierba. Sin los futbolistas, muchas de las tristes miradas se dirigieron al palco. Desde allí, Lendoiro observaba atónito cómo cada vez más aficionados cubrían el verde", explica Guillén.
Buena parte del público seguía con los cánticos: "¡Coruña, entera, se va de borrachera!", "¡No pasa nada, la UEFA está ganada!", "¡Djukic! ¡Djukic!", animaban mientras solicitaban la presencia de los jugadores. Desde las cabinas de las emisoras radiofónicas, José Antonio Luque (Onda Cero) era testigo de la rocambolesca escena: "Si alguien entraba en Riazor y veía eso, pensaría que eran campeones. La afición del Dépor dio una lección de humanidad deportiva". En palabras del periodista Nacho Carretero: "El SuperDepor perdió un campeonato, pero ganó una historia. Una de esas que merecen un libro: este es el relato definitivo de unos días que parecen sacados de un guion macabro y que marcaron con una cicatriz épica y eterna la memoria del fútbol".
"Es el penalti más famoso del mundo. Algún día creo que servirá de guion para una película", repite siempre Lendoiro.
Por su parte, Djukic tardó más de veinte años en ver el penalti. "No me gusta torturarme", confesó.