Los escritores también son carne de «reality»
La cadena italiana Rai3 emite un «reality» con aspirantes a autores como consursantes. Los autores de nuestro país se dividen sobre la conveniencia de este espacio. El premio en Italia es la edición de la novela con una tirada de 100.000 ejemplares
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Corría el verano de 1816 y Lord Byron, lujosamente acomodado en Villa Diodati, su mansión suiza a los pies del lago Lemán, invitó a algunos amigos a pasar una temporada como invitados suyos. Entre otros, el también poeta Percy Shelley y su esposa Mary aceptaron la invitación. El mal tiempo confinó a los escritores en el interior de la mansión. Imbuidos por el espíritu romántico de la época y la lúgubre luz que les llegaba del exterior, los intensos debates que mantenían sobre cuestiones artísticas y filosóficas comenzaron a tomar un cariz sobrenatural. En este contexto, convinieron escribir relatos de carácter fantasioso para, después, compartirlos entre ellos. Encerrados en sus habitaciones, se pusieron manos a la obra. Mary Shelley, en concreto, estaba fascinada por las teorías sobre la reanimación de la materia muerta gracias a la electricidad. Lo que comenzó como un divertimento para matar el tiempo, acabó en el proceso creativo que dio lugar a una de las novelas góticas más importantes de la historia, «Frankenstein o el moderno Prometeo», escrita por la propia Mary en Villa Diodati. También, sin posibilidad de sospecharlo, Byron y el matrimonio Shelley habían organizado el primer antecedente de un «Gran hermano» literario con un nivel cultural probablemente irrepetible y sin la televisión de por medio.
Casi dos siglos después, en Italia, ha comenzado a emitirse un «reality» que emula aquella mítica reunión a las orillas del lago Lemán. El programa, que emite la Rai3, llamado «Masterpiece», reúne en una casa en Turín a aspirantes a escritores. Antes del comienzo del programa, el jurado tuvo que seleccionar a 70 aspirantes entre los 5.000 manuscritos que recibieron. De estos 70, y de la lectura de un fragmento de sus manuscritos, son sólo 8 los que finalmente se convirtieron en concursantes de «Masterpiece». La criba continúa hasta que quedan 4 concursantes con un sueño en mente: ganar el programa, lo que significa que verán una primera edición de su novela con una tirada de 100.000 ejemplares. La metodología no es diferente a otros «realities», que aspiran a enriquecer el formato con la inclusión de diversas profesiones (como el caso de «Masterchef» en España). Casi agotada ya la fórmula más básica, la de los primeros «Gran hermano», que sólo logran audiencias rentables para sus cadenas en unos pocos países europeos y que explotan personalidades estrambóticas, la vuelta de tuerca parece pasar por especializarse en oficios concretos. Sin embargo, ¿son los escritores personajes interesantes para este tipo de programas? ¿Se imaginan uno así en España? «En principio, esta idea me parece sustancialmente antitelevisiva –asegura el escritor Javier Sierra, autor de «El maestro del Prado»–. La escritura es un ejercicio íntimo que requiere un estado de soledad, casi de aislamiento, un ambiente en el que predomine la quietud, es decir, la antítesis de lo que supone cualquier fenómeno televisivo. Tengo la impresión de que el resultado sólo puede ser algo falseado», añade.
Exhibicionismo para entretener
Los jueces de esta versión «cultural» de «Operación Triunfo» no son, sin embargo, editores, sino escritores: Taiye Selasi, Giancarlo de Cataldo y Andrea de Carlo, nombres a los que se les supone un interés por la literatura más allá del espectáculo, algo que, a juicio de los autores de nuestro país, sería fundamental en caso de plantearse participar en un programa de estas características: «Si me pusiera en esa tesitura, me aseguraría completamente de que consiste en ofrecer al espectador una perspectiva que normalmente no tienen a su alcance sobre el escritor, como es el caso de ver cómo se documenta o cómo es el proceso creativo. Si fuera para buscar enfrentamientos entre los participantes, no me interesa en absoluto», asegura César Pérez Gellida («Memento mori»). Ni siquiera en este caso Sierra aprueba la propuesta: «El bien supremo de la literatura es la obra, no el escritor. No es que desprecie el mundo de la televisión; colaboro en programas en ocasiones y me parece un medio fantástico para contar historias, pero en un "reality", la historia no la controlas tú», asevera. Toni Montesinos es todavía más tajante: «Con casos así, el arte se hunde en los mismos mecanismos de exhibicionismo como si fuera un producto de entretenimiento cualquiera, y, como tal, tiende a lo zafio y a lo deshonesto», asegura.
Fomento de la lectura
El crítico y escritor duda, además, de que pueda surgir una buena obra de un entorno así: «La literatura es una urgencia natural que no puede ir acompañada de exhibición ni pretensión de ganancia. Además, la competitividad que se puede generar en un programa así no tiene nada que ver con ser escritor», añade. Si el interés por el contenido del programa parece relativo, quizá su bondad pudiera residir en el hecho de que acercaría la literatura a un público más amplio. Ni siquiera aquí, sin embargo, los escritores apoyan la idea: «Lo único que puede promover es la literatura mediocre que busca el beneficio instantáneo a través de una cara detrás de un libro. La literatura no debería exponerse a ese mercantilismo», asevera Montesinos. Para Sierra, tampoco tiene esta utilidad «porque en lugar de a la lectura, el programa prestará atención a otras cuestiones. Si quieren fomentar la lectura tienen que poner a la gente un libro en las manos, no el mando de la televisión», explica.
Ángela Vallvey no ve, no obstante, de una forma tan negativa la repercusión social de este programa. «Si sirve para vender más libros, aunque sea por una cuestión mediática, bienvenido sea, porque la venta de estos ejemplares, que responde al fetichismo de que el autor famoso lo firme, resulta beneficioso para que otros libros menos populares puedan ser publicados», dice, mientras que el crítico literario Diego Gándara encuentra «interesante que las artes entren en esta plataforma». Lo que resulta más dudoso es que de este formato salga arte, y, como ocurrió hace dos siglos, el fruto de «Masterpiece» se convierta en otro hito de la historia de la literatura como lo fue el de Villa Diodati.
Baricco arremete contra la escuela televisiva
Los productores de «Masterpiece» quisieron involucrar a uno de los más destacados autores italianos en su programa. Sin embargo, Alessandro Baricco (en la imagen) declinó la invitación por motivos que después explicó en el diario estadounidense «The New York Times», que se hizo eco de la noticia: «Si encuentras a alguien capacitado, joven, talentoso y con deseo de triunfar, y quieres que su vida sea un infierno, entonces conviértelo en una estrella de televisión». No satisfecho con criticar las consecuencias para los concursantes de participar en este programa, el autor de «Seda» también quiso destacar las consecuencias que puede tener para los espectadores al aportar una concepción errónea de las obras literarias. «"Masterpiece"proporcionará a muchos espectadores una idea de literatura, pero no se trata de la compartida por la mayoría de la gente que en la actualidad hace literatura», añadió. Sobre la participación de escritores famosos en el programa, Pérez Gellida advierte que «no somos personajes populares, excepto, como mucho, 5 o 6. En Italia, tampoco. Durante la Feria del Libro, por ejemplo, si pones a Belén Esteban para firmar ejemplares, la gran cola será la suya, no la mía, algo que te deja un poco frío. El nivel de conocimiento de escritores en nuestro país es bajísimo», añade, a lo que Ángela Vallvey agrega que «la masa lectora en Italia es mucho más grande que la de nuestro país».
El detalle
SIMENON EN EL ESCAPARATE
Aunque se trate de un programa sin precedentes en la televisión, la idea de mostrar a los escritores en pleno proceso creativo no es nueva. En los años 20, un editor de prensa lanzó un desafío a George Simenon. Al tratarse de un autor enormemente prolífico (se decía que escribía sus libros en dos semanas), lo desafió a que escribiera una novela en un escaparate a la vista de todos. Sin embargo, parece que el escritor nunca aceptó por el revuelo que se montó alrededor de esta idea.