Luis Cobos: “No he hecho mis discos para coleccionistas de Bach”
El viernes presenta en el Teatro Real «¡Va por México!», grabado con el Mariachi Juvenil de Tecalitlán y la Royal Philharmonic Orchestra, en un concierto benéfico
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El viernes presenta en el Teatro Real «¡Va por México!», grabado con el Mariachi Juvenil de Tecalitlán y la Royal Philharmonic Orchestra, en un concierto benéfico.
«¡Va por México!», es el tercer disco que Luis Cobos (Campo de Criptana, 1948) dedica a México, un país del que se confiesa «enamorado de su música y su gente». El viernes será su estreno mundial en el Teatro Real de Madrid, donde piensa tirar la casa por la ventana: orquesta sinfónica, mariachi, 200 músicos, coros y artistas invitados como Pitingo. “El motivo lo merece”, confiesa. Concierto benéfico destinado a Feder (Federación española de enfermedades raras). «Otras veces he colaborado con Manos Unidas o con autismo España, me considero una persona con cierto compromiso social y vivencial. Tengo cerca algún familiar y comprendo estas necesidades». Después volverá a la carretera con una gira por España, México y EEUU.
–¿Le gusta la música popular?
–Me fascina y he querido llevarla al mundo sinfónico basándome y apoyándome en la matriz que es el mariachi, hacer un viaje de lo popular y más reducido a lo excelente, no porque sea mejor musicalmente, sino por la calidad de los músicos y la configuración de la orquesta.
–¿Está enamorado de México y de su música?
–Sí, se podría calificar así, pero para enamorarte de alguien influye que esa persona sea viva, guapa, simpática y atractiva, por eso te enamoras más fácilmente que de otra persona.
–¿Solo se ha centrado en el mariachi?
–No, hay músicas de diferentes procedencias porque México es un mosaico musical enorme, rancheras, corridos, danzas..., algunas de influencia indígena y otras populares como huapangos o sones. «De Cocula es el mariachi y de Tecalitlán los sones», que son los ritmos bravos. México tiene una colección muy grande de ellos, muchos llevados por los españoles. Vamos a hacer una suite de sones veracruzanos con ritmos de bulerías, verdiales, malagueñas...
–¿Y maridan bien con la orquesta sinfónica?
–Sí, el mariachi ya tiene cuerda y metal e instrumentos rítmicos, aunque le faltan las secciones de madera, los sonidos agudos, los cornos y los trombones.
–México es un tema recurrente para usted. ¿No hay dos sin tres?
–Sí, pero tiene sentido, primero he trabajado mucho allí y la gente tiene una afición por la música que ya me gustaría para España, guarda el poco dinero que tienen para gastárselo en música y eso no es fácil, vuelves a los diez años y ves que hay un público y dices, no me lo puedo creer, ahí están.
–¿Cree que es un buen comunicador? Acercó al gran público la música orquestal.
–Hice unos primeros discos muy populares para gente poco informada de la gran música orquestal, quise meter la orquesta en los coches y en las casas con ritmo y formato pop y que la pusieran en emisoras de FM. Fue un bombazo, el disco de zarzuela fue número 1 de «Los 40 principales», una emisora para jóvenes.
–Consecuencia: 15 millones de discos vendidos y muchas críticas.
–Ladran, luego cabalgamos. Hay gente que se puso con esto algo fuera de lugar porque no entendía la propuesta. No hice estos discos para coleccionistas de Bach, sino para gente que no pertenecía a la élite ni iba a conciertos, amase y comprendiese la música.
–¿Popular es sinónimo de vulgar?
–En absoluto. «El pájaro de fuego», «Petrushka» y «La consagración de la primavera», la monumental trilogía de Stravinsky, está basada en lo que se llamaba «aires populares», tratados con maestría. La música popular está sí o sí imbricada en cualquier idea musical con trascendencia.
–¿Qué queda de aquel chico que fundó Conexión en los 60?
–Queda mucho porque me sigue gustando esa música inspirada en el soul, el rhythm and blues y la música americana. Cuando la conocí me impactó. Aquellos fantásticos compositores e intérpretes son iconos hoy. Otis Redding, James Brow, Ray Charles...
–¿Su participación en la Movida de los 80 fue importante, pero en la sombra.
–Colaboré mucho, Mecano, Tino Casal, la Orquesta Mondragón, Antonio Flores..., aunque no me quedé en ella, no quise, fue algo que hice conscientemente, no quería estar en eso, yo iba como un explorador, de paso.
–¿Puede transmitirse la música sin pasión y sin emoción?
–Hay un tipo de música más cerebral, pero yo soy un músico tonal y pasional, para mí las emociones son fundamentales y que el público disfrute y lo pase bien.
–Empezó muy joven, tenía clara la vocación.
–Con ocho años. Mi pueblo es un crisol de músicos increíble, mi padre era músico aficionado, un apasionado que me inculcó el amor a la música, no como profesión, sino como vocación.
–¿Y esa profesión puede acabar con la vocación con los años?
–Sí, hay que evitar que suceda, conozco muchos casos que ha sido así. Yo estoy siempre «en prevengan» (risas), para que la profesión no me aleje de la vocación.