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Manuel Gutiérrez Aragón: «Antes mi cine podría haber sido considerado feminista»

Su obra protagoniza el nuevo ciclo homenaje, «Sueños y espectros de Manuel Gutiérrez Aragón», que ofrecerá la Filmoteca durante este mes y octubre
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    Marta Moleón

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E n una época en la que la minifalda constituía uno de los gritos de rebeldía más poderosos frente al régimen y la canción de autor se convertía en el escudo intelectual de los estudiantes, Manuel Gutiérrez Aragón escogió el cine como elemento de lucha contra la censura. La agudización de la conflictividad política y social en España se había convertido en rutina mientras él descubría en el ejercicio de hacer películas al «culpable» de su adicción por la cultura. Cintas como «Habla mudita» (protagonizada por Kiti Manver), «Furtivos» o «Maravillas» (con un poderoso Fernán Gómez) parecen motivo suficiente para homenajearle. Es por eso que ahora la Filmoteca de Madrid rinde tributo a la memoria colectiva que propició la obra de este académico de la RAE y ganador del Premio Herralde para perpetuar el valor de lo que significaron. Charlamos con él sobre la Transición, las mujeres y la libertad.
–¿Se puede vivir sin hacer cine?
–De momento, no me he suicidado (risas). Pero lo echo mucho de menos. El cine es la vida. No digo que sea la única vida, pero evidentemente no es lo mismo escribir en solitario que estar rodeado de 40 o 50 personas y sobre todo tener un interlocutor al que dirigirte de forma directa como los actores. Sin cine la vida es muy distinta, por lo menos, la mía.
–¿Uno deja de hacerlo por una cuestión de necesidad o más bien de aburrimiento?
–Yo siempre hice las películas que quise y de hecho nunca acepté ningún encargo. Llegó un momento en el que dejé de estar seguro de que de ahora en adelante pudiera hacerlas tal y como yo las diseñaba. Y no me refiero solo al guion, sino a los repartos, al tiempo. Eso fue lo que me alejó del cine.
–¿Hoy en día se podría dirigir una película como su «Camada negra»?
–Como «Camada negra» no sé, pero películas como «Furtivos» o «Sonámbulos» puede que no. Y no por una cuestión política. En España, por mucho que digan, no existe censura política. Coacción era lo que había antes, la que nos prohibía las libertades tanto a los cineastas como a los ciudadanos. Eso sí que era una auténtica censura. Ahora lo que hay son una serie de condicionamientos sociales muy fuertes que harían casi imposible muchas de las películas que hacía gente como Carlos Saura, Berlanga o yo mismo.
–La figura de Ángela Molina siempre ha estado estrechamente ligada a su ejercicio de creación. ¿El concepto «musa» se ha malentendido históricamente hablando?
–Sí. Para mí Ángela no era una musa. Muchas veces escribía las películas pensando en ella, en Fernando Fernán Gómez, en Pepe Sacristán, en Landa o en López Vázquez. Yo no creo que existan musas en el cine, a lo mejor en poesía sí (como Garcilaso pensaba e Isabel Freire), pero no creo que los actores sirvan para inspirar una película. Eso sí, muchos personajes que he creado los escribí pensando en ellos. De hecho, cuando desapareció Fernán Gómez ya no se me ocurría escribir determinados personajes porque era incapaz de encontrar un actor igual que Fernando.
–¿Qué influencia ha tenido el estudio del lenguaje y el universo literario en su faceta como cineasta?
–Siempre me ha influido en los filmes el tipo de realismo español de Cervantes. La realidad en sus manos tenía unos límites muy anchos y las fronteras eran siempre muy lejanas. Siempre me interesó la literatura clásica española, desde el principio.
–¿La Transición fue realmente un ejercicio de apertura democrática?
–Todo el mundo sabe los límites que tenía. La transición cultural empezó mucho antes que la política. El cine ampliaba las libertades y enseñaba cosas que todavía no eran legales. Hubo avances en las costumbres que fueron realmente radicales con referencia a las relaciones entre hombres y mujeres o a la homosexualidad por ejemplo. Ese cambio fue el importante y el que derribó a la dictadura. La gente quería hacer las cosas que se hacían en Francia o en Bélgica.
–¿De qué manera han influido las mujeres en la creación de sus películas y en su visión del mundo?
–Muchas de mis películas se basan en mujeres y seguramente antes mi cine podría haber sido considerado feminista, hoy ya lo dudo. Entre otras cosas, porque el cine feminista lo hacen y deben hacerlo las mujeres, pero en aquel entonces lo hacíamos los hombres. «La mitad del cielo» es una cinta testimonial de la lucha de las mujeres en aquella época por abrirse camino en un terreno que era demasiado hostil. Pero yo de ahí no paso. Lo demás se lo dejo a otros u otras...
El lector
Gutiérrez Aragón confiesa seguir muy de cerca la actualidad. Su condición de académico de la RAE le «obliga» a estar pendiente del idioma y su utilización en los medios. «Me gusta el papel y considero que siempre va a ser necesario», confiesa el director. La sección de Cultura se encuentra entre sus prioridades.