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Mariló Montero: «Las mujeres no queremos besos institucionales»

Inteligente y segura de sí, lo ha hecho todo en su profesión

¿La niña Mariló la imaginó o no estaba prevista?

(Ríe) Me hace mucha gracia que te remitas a la niña Mariló… Creo que soy más consciente ahora de la niñez que tuve que cuando la viví. Se es más consciente del pasado cuando ya lo es. De niña mi futuro no era una gran preocupación.

¿Recuerda cuándo se empezó a gustar?

Ahora, cuando peleas con la velocidad a la que va envejeciendo el cuerpo, y a través del espejo de mi hija, caigo en que fui mona, pero jamás le di importancia. De joven he sido muy chicazo, he jugado más al fútbol que a las muñecas.

La belleza te abre una primera puerta. Las demás, el hambre y la inteligencia. ¿La suya le abrió solo esa primera puerta o alguna más?

Mi primer trabajo fue en una revista literaria y no fue por guapa. Luego me contrataron en Radio Navarra, y tampoco. Lo que podría estar enmarcado en que se fijaran en mis cualidades estéticas fue cuando alguien me invitó, trabajando en la radio, a cubrir un hueco en un concurso de belleza en Costa Rica, Reina de la Costa Internacional. Creo que la belleza es sumamente importante, que arroba los ojos y los corazones de la gente, pero hay que saber cultivarla y vestirla de inteligencia, trabajo, educación, humildad. En los ochenta era un problema, porque se acercaban a ti y se tomaban ciertas licencias. Pero eso también me ha pasado en este siglo. Y todavía hay mucho que avanzar en ese terreno. ¿Por qué motivo Elena Sánchez, que es ahora la directora de TVE, cuando recibía a los candidatos al debate de esa cadena, a los hombres se les estrechaba la mano y a la mujer se le daban dos besos? Nos sigue minusvalorando el que se reciba con dos besos a una mujer. En política y en relaciones internacionales deben desaparecer los besos a las mujeres. Besos fuera. Los buscamos en nuestras parejas y familias, pero las mujeres no queremos besos institucionales.

Fue «chica Hermida». ¿Existe un Jesús Hermida en la televisión de hoy?

Rotundamente no. Los chicos y las chicas Hermida comentamos que no hay un premio Jesús Hermida y que lo merece, porque, cuando das clases en las universidades, no saben quién era. Si ya preocupa que no sepan qué fue ETA, imagínate que quien está estudiando periodismo no sepa quién fue Hermida. Habría que arreglar eso. Él contaba historias. Y la mayoría de los hermidianos tratamos de hacerlo.

Es una norteña que ha triunfado en el sur. En Canal Sur, concretamente. ¿Nació en el sitio equivocado?

¡No! El éxito es no perder el eje del lugar que eres, y yo lo mantengo porque ahí, en Estella, están mi familia, mis raíces, tengo casa. Pero eso no es incompatible con ser igualmente andaluza.

El sur habita en usted.

El sur habita en mí. Y Costa Rica. Y Nueva York. Todo el mundo que he recorrido, muchos países de Asia, de África, habitan en mí, porque han construido mi personalidad.

Y es hija del esfuerzo.

Mis padres tuvieron vidas muy duras. A mi madre y a su hermana, mi tía Lola, las abandonaron en un orfanato y tuvieron que criarse solas peleando contra unas monjas que tenían la cultura del castigo como sistema de educación. Mi tía salió rebelde y rojísima, y mi madre casi se mete a monja. Pero no entró nunca en un convento y se puso a trabajar de enfermera. Hemos comido pan duro como algo divertido, porque mi madre era tan creativa que hacía que todo fuera una suerte de divertimento. Las tripas que se tiraban en el matadero donde mi padre trabajaba de administrador, mi madre las cogía y nos las comíamos. Las trenzaba y decía: «Hoy comemos trencitas». Era como en «La vida es bella», cuando el protagonista disfraza todo cuando están encerrados y los van a matar. Esas escenas me recuerdan mucho a mi madre. Con ella todo era bonito.

Por un concurso de televisión supimos que tiene unos buenos pulmones. ¿Son sus órganos más resistentes?

Soy muy resiliente. La primera muerte que recuerdo fue la de un perrito, y mi madre me enseñó cómo tenía que aceptarla sin mayor tragedia. Y luego me vinieron muchas cosas fortísimas: mi madre, mi hermano, mi padre, íntimos amigos… Eso te ayuda a madurar y a que la muerte no sea algo que te tumbe a ti en vida.

«Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada» (Vicente Aleixandre) ¿Se acuerda de eso?

Sé que el amor tiene un paraguas lleno de varillas distintas y que, cuando se cierra, la gente se siente muy feliz al estar enamorada. Pero a mí no me ha pasado. Estoy muy tranquila. Vivo como quiero vivir y tengo mi vida amorosa muy satisfecha para mis necesidades.

¿Es apasionada y pasional?

Sí. No ando por la vida de puntillas. Si me meto, me meto hasta lo más hondo. Me doy entera o me quito del todo, ojo. Me doy plenamente, pero también me quito totalmente.