«Miamor Perdido»: Rovira-Jenner, un amor como el perro y el gato
Emilio Martínez-Lázaro regresa tras el huracán de «Ocho apellidos...» con «Miamor perdido», una comedia romántica sobre la guerra de sexos de una pareja condenada a entenderse por un felino
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Emilio Martínez-Lázaro regresa tras el huracán de «Ocho apellidos...» con «Miamor perdido», una comedia romántica sobre la guerra de sexos de una pareja condenada a entenderse por un felino.
Si la sabiduría en el amor se midiese por el número de historias sentimentales acaudaladas a lo largo de la vida, pocos tan autorizados para hablar del asunto como Enrique Jardiel Poncela, de quien se dice que tuvo la friolera de 34 novias. Pero el madrileño no era precisamente benévolo con este fenómeno que alcanza a todos cuantos tiene un motor entre las costillas para bombearlo. Un ejemplo: «El amor y el marrón glacé son una misma cosa: esplendor por fuera; y por dentro, una castaña helada».
Nunca está de más recurrir a Jardiel, pero en este caso es el propio Emilio Martínez-Lázaro, que regresa tras la vorágine de «Ocho apellidos...» con la comedia romántica «Miamor perdido», quien nos lo pone a huevo, porque buena parte del filme se ha rodado en el edificio en el que nació (una placa, reflejada en la cinta, lo acredita) el genial humorista de «Amor se escribe con hache». «Lo cierto es que fue una casualidad –explica el cineasta–. Decidimos rodar allí porque nos gustó la casa y haciendo un plano del balcón me di cuenta de la placa, y decidí incluirlo, porque me encanta Jardiel. Me alegré mucho de la casualidad».
Hablando de casualidades... ¿Qué guía un amor naciente? ¿El azar o el destino? Poco importa en el caso de los amantes, a quienes basta disfrutar de la energía que aventa al mundo un romance recién estrenado. Es el caso de Mario (Dani Rovira) y Olivia (Michelle Jenner). Después de romper, cada uno por su lado, con sus parejas, esa misma noche un choque literal y fortuito los lleva a conocerse y, poco después, enamorarse. Pero, claro, la traumática experiencia de una historia fracasada y una ruptura está muy reciente y lastrará la nueva pareja que han conformado. Así, sin querer queriendo, el miedo los llevará a separarse. «Rompen cuando mejor están, como Zidane cuando dejó el Madrid –añade con sorna Dani Rovira–. No quieren vivir la decadencia del amor. Lo que tienen juntos es irrefrenable, pero al mismo tiempo temen sufrir y llevan una mochila de frustraciones pasadas, lo que hace que se autozancadilleen». Algo, añade Jenner, muy propio de las historias actuales de pareja: «Esta es una época en la que lo que no nos gusta o nos entristece lo evitamos. Parece que solo hay que ser feliz, pero a veces es importante vivir esos malos momentos». Y sobreponerse para que el amor se enriquezca. Por supuesto, tratándose de una comedia romántica, toda esta reflexión está plagada de malentendidos y sobreentendidos, de bromas y gags, que harán que poco a poco Mario y Olivia se vean condenados a entenderse: concretamente, la pérdida del gato que compartían, Miamor, los reúne, aunque la dinámica de amor-odio hará saltar por los aires la armonía de antaño.
Porrazos y cachiporras
Asegura Emilio Martínez-Lázaro que esta historia (coescrita por su hija Clara y Miguel Esteban) transita desde la «screwball comedy» de los años 30, con personajes excéntricos y opuestos que irremediablemente se atraen, hasta el «slapstick» deudor de Chaplin y Buster Keaton, «o lo que decimos en España, la comedia de porrazos y cachiporras». Es decir, que en su intento de vengarse uno del otro, añade el director, «se pegan hostias y se tiran zancadillas, algo que es dificilísimo que salga bien y que ellos (Rovira y Jenner) consiguen de manera genial». Una guerra de sexos con todas las consecuencias. Y es que Martínez-Lázaro sabe que la tensión sexual resulta o no entre hombres y mujeres es una fuente inagotable de creatividad, un asunto que no caduca ni prescribe: «Es un tema universal. De toda la literatura producida en el mundo en toda la historia puede que el 85% de las novelas, teatros, música, trate de amor. Y puesto a hacer películas de humor, me gusta el asunto de las relaciones humanas porque da muchísimo juego para encontrar situaciones divertidas y que no son temendas».
En líneas generales, como sucede con Mario y Olivia, señala Martínez-Lázaro, «el miedo a fracasar en el amor nos hace fracasar. Ellos boicotean su propia relación». Eso sí, hoy en día las posibilidades de iniciar nuevas relaciones son mayores que en su juventud: «La actualidad que tiene esta cinta es la facilidad con la que empiezan hoy las relaciones, pero mientras antes el miedo al compromiso existía, ahora lío experimentas cada dos o tres semanas, con las nuevas parejas. Así que estás continuamente atemorizado», ironiza. Con todo, el madrileño envidia la liberalidad de hoy. «Estoy cabreadísimo con que no fuera en mi época».
La película no ahorra bromas en torno a la ola creciente de corrección política que vivimos. Para un cómico como Dani Rovira, «es muy triste. Parece como si alguien o algo ha cambiado las normas y no nos hemos dado cuenta ninguno. No es solo una mala noticia para los cómicos, sino para actores, escritores y la sociedad en general. Llegará un momento en el que todo sea tan aséptico que va a parecer que España es un enorme quirófano. Siempre que el humor sea respetuoso... A mí si algo me ofende, me fastidio o no lo consumo, pero ahora se boicotea todo. Llegaremos a ser una sociedad aburrida, anodina o pasará como en ''Demolition Man'', que multen por decir palabrotas».
«Miamor perdido» supone el regreso de la exitosa pareja creativa conformada por Emilio Martínez-Lázaro y Dani Rovira. Nadie prestó especial atención a esta asociación cuando en 2014 presentaron una producción no especialmente cara como «Ocho apellidos vascos». Aquello fue más que un fenómeno, un tsunami, siendo a día de hoy la película más taquillera de nuestra historia. Dos años después, repitieron con «Ocho apellidos catalanes». Ahora, director y actor se salen de la saga regional, pero aseguran estar encantados el uno con el otro. «Nos relacionamos con enorme facilidad, tenemos humor distinto pero ambos tenemos mucho sentido del humor, nunca hablamos en serio. Quien nos viera pensaría que estamos interpretando».
Para Rovira, «hay director para rato, lo he visto más enérgico y motivado que nunca». El actor es consciente de que el tirón de «Ocho apellidos...» puede atraer mucho público a las salas: «Pero eso no nos influye ni es una presión. Esta es una cinta más libre, que se sale de la saga, hace algo nuevo, tabula rasa. Pero si ayuda a llevar gente al cine... bienvenido sea». Eso sí, por segundo año consecutivo, estas Navidades serán más tranquilas para Rovira, ya que no presentará la gala de los Goya: «Al final es un agobio durante dos o tres meses, desde noviembre se empieza a preparar y en diciembre ya estás a tope». Este año recae la responsabilidad en Andreu Buenafuente y Silvia Abril. «Yo estoy encantado de verlo desde casa», sonríe Rovira.