«Maria Stuarda»: duelo a muerte entre dos reinas
El Teatro Real estrena la ópera de Donizetti, una obra cumbre del «bel canto», con la dirección escénica de David McVicar y musical de José Miguel Pérez-Sierra
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Dos mujeres jóvenes, una, reina de Inglaterra e Irlanda, otra de Escocia, una ha pasado a la historia como tiránica, persuasiva, pragmática y virgen; la otra como romántica, impulsiva y mártir del catolicismo. Isabel I de Inglaterra y María Estuardo, dos líderes políticos y religiosos, dos polos opuestos que, sin llegar siquiera a conocerse, pasaron sus vidas una pendiente de otra, el temor mutuo, los recelos, la religión y la rivalidad femenina las enfrentó como enemigas irreconciliables hasta el trágico final.
Acusada de conspirar contra su prima Isabel y contra la seguridad del reino, María Estuardo fue condenada a muerte y decapitada en febrero de 1587, había estado confinada en el castillo de Fotheringhay, prisionera de Isabel, durante más de 18 años. Desde la perspectiva católica, María fue la esperanza del catolicismo inglés e Isabel una hereje bastarda. Una historia explotada en la pintura y la literatura, en teatro fue Friedrich von Schiller (1759-1805) quién en 1800 concibió su «María Estuardo» dentro de los nuevos códigos del teatro romántico que nacía en Europa. Basándose en ella, Gaetano Donizetti (1797-1848) compuso su obra homónima, encargando el libreto a un joven Giuseppe Bardari, de tan solo 17 años, con fama de estudiante brillante.
Donizetti, que escribió 70 óperas, tuvo una azarosa carrera truncada por la enfermedad mental y una muerte prematura. «Maria Stuarda» (1835), la hija del medio de la trilogía Tudor, «Anna Bolena» (1830) y «Roberto Devereux» (1837), tuvo un estreno conflictivo, retitulada como «Buondelmonte» y con sus aspectos políticos diluidos para evitar la censura, en plenos ensayos en Nápoles, las dos divas que las interpretaban, tras lanzarse todo tipo de improperios acabaron a puñetazo limpio y en el hospital.
Ante el deplorable espectáculo, la censura prohibió la ópera por motivos ideológicos y de orden público. Un año después, La Scala ofreció a Donizetti estrenarla en Milán, con el título original y suavizando el texto, pero de nuevo una diva, esta vez la gran Maria Malibran en el rol de Maria Stuarda, en actitud desafiante, se negó a aceptar los cambios y, tras seis funciones, la ópera acabó proscrita y olvidada como la mayor parte de las de Donizetti, hasta que en 1950 fue rescatada por Leyla Gencer y reconocida como obra maestra del «bel canto». La interpretación en los años 60 y 70 por cantantes de la talla de la española Montserrat Caballé, terminaron por consolidarla en el repertorio operístico mundial.
El Teatro Real de Madrid ofrecerá 10 funciones de «Maria Stuarda», del 14 al 30 de diciembre de 2024, de una nueva producción dirigida por David McVicar –encargado de abrir esta temporada con «Adriana Lecouvreur»– y la dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, que tendrá a su cargo dos repartos donde destacan las sopranos Lisette Oropesa y Yolanda Auyanet (Maria Stuarda), las mezzosopranos Aigul Akhmetshina y Silvia Tro Santafé (Elisabetta) y los tenores Ismael Jordi y Airam Hernández (Roberto, conde de Leicester).
Entre católicos y protestantes
McVicar sitúa la acción en un espacio conceptual simbólico diseñado por Hannah Postlethwaite, que concede todo el protagonismo al «bel canto» y resalta los conflictos, sentimientos y pasiones de los personajes, ataviados con el vestuario renacentista de Brigitte Reiffenstuel. Para él, «la obra de Schiller es una versión profundamente romantizada de la realidad de estas dos reinas, dentro de un contexto político fuertemente polarizado, Schiller crea una historia de amor irreal con el Duque de Leicester, que como actor político, debe luchar entre sus propias ambiciones personales y la necesidad de equilibrar la situación entre ambas reinas».
Para el director de «Maria Stuarda», «Donizetti montó una obra con las limitaciones y convenciones que le imponía la ópera del ‘ottocento’, el tenor tenía que desarrollar unas funciones con dos personajes femeninos de idéntico peso y ambas con una vocalización muy difícil». McVicar afirma que «es una ópera casi revolucionaria por su visión, por la valentía de la partitura y por la caracterización de estos dos personajes. Donizetti y Bardari tuvieron que suavizar los aspectos políticos pero siguen estando muy presentes».
«Empezamos los ensayos el día siguiente a las elecciones americanas –explica– y esto nos llevó a reflexionar en torno a la gran polarización y división que existe en el mundo actual, equivalente a la que podía existir en el siglo XVI. Hablamos de una Europa dividida entre el sentimiento católico y protestante y eso motiva que las dos reinas no puedan coexistir, Isabel tiene razón, pero también María, y son incapaces de ver el punto de vista de la otra».
El director de ópera británico hizo este montaje en Nueva York, pero en Europa es distinto. «Yo soy escocés, esta es la historia de mi país, y lo que me sorprende es que seguimos viviendo las consecuencias políticas de esa división sectaria entre católicos y protestantes, por eso el viaje con esta ópera está siendo muy especial, muy interesante por encontrarme con estas cantantes, Lisette Oropesa y Aigul Akhmetshina, y muy emotivo a la vez porque me doy cuenta de que en 400 años hemos avanzado muy poco», concluye David McVicar.