Michael Haneke: «Mi cine no es duro; el resto es blandito»
Michael Haneke vuelve al Teatro Real. Ensaya de nuevo su versión de «Così fan tutte», de Mozart, que tanto éxito tuvo en Madrid y que en los próximos días se podrá ver en Viena
De luto riguroso, habla con frases cortantes, breves y sin apenas hacer concesiones al interlocutor. El encuentro avanza y comienza a probar las almendras del plato que tiene delante, se empieza explayar e incluso sonríe mirando a sus entrevistadores. Como si fuera un personaje de su filmografía, es entonces cuando entona el discurso más duro: «No hago películas para hacer sufrir a nadie, pero las cosas que a mí me tocan las quiero comunicar, trato de hacer preguntas y algunas son dolorosas; y si uno se toma en serio al interlocutor, las tiene que formular. La fuente del drama es el conflicto». Y, con una sonrisa, niega que sus películas sean despiadadas: «No creo que haga películas especialmente duras, pero es que el cine "mainstream"es tan blandito y cursi que cuando uno hace cintas normales, como las mías, parecen raras». Y sigue sonriendo como si no recordara la secuencias de decapitación en «Caché», o la automutilación en la bañera de la protagonista de «La pianista». Y a pesar de eso, como él mismo reconoce, tiene éxito: «Desde luego, sé que para el cine difícil y complejo que hago tengo un público muy amplio, cosa que no siempre ocurre». Y no crean que esta clasificación de su cine brota tan fácilmente de sus labios, la Prensa española tuvo que insistir una y otra vez porque suele cerrarse con frases tan lapidarias como ésta: «Tengo la costumbre de no comentar nunca mi obra, porque lo que quiero es hacerle preguntas al público. Si les doy respuestas previas actúo contra esa concepción, ya que estaría predisponiéndoles en algún sentido». Por eso tampoco suelta prenda de cuál será el sufrimiento al que nos someterá en su próximo proyecto después de «Amor», Palma de Oro en Cannes, Oscar a la Mejor Película Extranjera, además de decenas de otros premios y millones de espectadores en todo el mundo. Unas cifras que ni siquiera a alguien tan aparentemente distante como Haneke le pasan desapercibidas: «Miedo se tiene siempre. Conseguir premios no te ayuda a hacer algo bueno después. Hay que tener el valor de saltar a un nuevo proyecto desde cero. Claro que siento mucha presión, pero el éxito no nos puede llevar al fracaso. Cuando se es joven y se empieza es complejo tener éxito; y cuando se ha tenido, es complicado mantenerlo. Todo es difícil», responde.
Mientras algunos de sus colegas pasean por la alfombra roja de Cannes («no tengo ni idea de lo que está pasando en La Croisette», confiesa), Haneke repasa, tan milimétricamente como él sabe hacerlo, la puesta en escena de «Così fan tutte» que tras estrenarse el año pasado en el Real llegará este verano a la ópera de Viena. Y, aunque el personal del teatro insiste en su amabilidad durante el trabajo, no debe ser fácil estar bajo sus órdenes: «Soy un maniático del control, tengo todo muy planificado y lucho por mi concepto. En el teatro, una vez que está estrenada la obra queda en manos de los actores y el director no pinta nada. En el cine no hay nada que llegue a la pantalla sin que haya sido supervisado por mí o que escape a mi control, y eso es una gran sensación de poder». Será por eso que no tiene pensado volver a dirigir ópera.
Muy solicitado
«Me han hecho múltiples ofertas desde cosos muy distintos», pero asegura que nadie estaría dispuesto a aceptar las condiciones que le impuso a Mortier, «un hombre que trabajaba siempre a favor del arte, por eso decidí montar una segunda ópera con él». La primera fue «Don Giovani», que se ha respuesto varias veces y que el director no reconoce como propia: «Por eso pedí que no hubiera doble reparto, porque una vez que entran nuevos cantantes todo cambia», subraya. Y, a pesar de que se encuentra en un templo lírico, tampoco tiene ningún problema en arremeter contra él, aunque se declara un melómano: «El negocio de la ópera es mortal para el arte, todos los teatros trabajan contra el tiempo y raras veces salen producciones emocionantes».
¿Y a quién votará un hombre como éste en las elecciones del domingo? Por supuesto que no nos atrevimos a preguntárselo, pero sí confiesa que le importa y valora Europa en lo que a su negocio se refiere: «Si no fuera por las ayudas de Europa a su cine, habríamos desaparecido ante la magnitud de la cinematografía de Asia y Estados Unidos. Ahora, con el acuerdo de libre comercio, menos mal que Francia ha logrado sacar este arte de ahí, porque los americanos lo único que quieren es borrar al cine europeo del mapa». Aun así, no esperen un drama social firmado por el austriaco: «Lo primordial para mí es lo privado, porque, de hecho, a nadie le interesa la política».
El detalle
La misma edad de los protagonistas
El 2, 4 y 5 de junio, los mismos protagonistas que estrenaron «Così fan tutte» en el Teatro Real la llevarán a la Ópera de Viena. No es un detalle menor porque fueron sometidos a un monumental casting dado que el director, obsesionado con el realismo en su puesta en escena de este título de Mozart, quiso que los cantantes tuvieran la misma edad que los protagonistas. «Normalmente, los cantantes cuentan con unos 15 años más que los personajes que representan», matiza. También ha puesto especial cuidado en que los diálogos se entiendan y pesen en la acción: «Lo habitual es que la gente desconecta en los recitativos y aquí hemos tratado de evitarlo», comenta. Las funciones serán un homenaje a Mortier, que subirá, quién sabe si por última vez, un montaje encargado por él a uno de los escenarios más importantes de la ópera mundial.