Crítica de clásica: Orlinski, canto y simpatía
Hay muchas formas de alcanzar el triunfo y el contratenor es ejemplo de ello. Sabe utilizar muy bien las redes sociales, aprovechar su buena planta, pero además canta, ¡y cómo canta!
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Fue todo un descubrimiento cuando se presentó en el Auditorio Nacional en enero de 2021, que se reafirmó dos meses más tarde en los Teatros del Canal junto a William Christie. En ambos conciertos hubo diversión a raudales. Vuelve un año después a Madrid y también a Oviedo y Barcelona, pero con un programa más serio y menos oportunidad para mostrar su personalidad. Un programa con piezas de su reciente disco «Anima aeterna», que viene a ser la respuesta al «Anima sacra» anterior. En breve publicará un nuevo CD, pero en esta ocasión con obras de Polonia, su patria. Lo bautiza como «Farewells”». Hay muchas formas de alcanzar el triunfo y Orlinski es ejemplo de ello. Sabe utilizar muy bien las redes sociales, aprovechar su buena planta, pero además canta, ¡y cómo canta! Con una voz que proyecta muy bien, con caudal cuando quiere, con pianos o medias voces, los «fiati rubati», con un timbre más grato que el habitual en contratenores, con graves suficientes, matizando, aunque la dicción sea mejorable, regulando intensidades, siempre afinado… Empezó ganándose al público al saludar en el Real con un «¡Hola, Madrid!» y conectando en todo momento con los espectadores, que casi llenaban el teatro, a base de arte y mucha simpatía.
Se divierte actuando y lo transmite. Parecía –y obviamente lo simulaba– no creerse su triunfo, muy especialmente tras una estupenda interpretación de una pieza de «Maria Vergine al Calvario» de Gaetano Maria Schiassi. Es joven y aún le faltan arrestos en algunos momentos para superar a contratenores como Sabata, Cencic, Mehta, Scholl, Daniels, etc. Sucedió así en el inicio de «Barbara…», de Zelenka, a cuya frase inicial, «Barbara, cruel y feroz», le faltó la intensidad requerida. Pero, además de él, estaba también esa excelente formación que es Il Pomo D’oro, con Francesco Corti al teclado como director. Auténticas delicias las dos páginas orquestales incluidas, muy especialmente el «Concerto a quattro en do menor» de Galuppi.Un concierto de auténtico deleite; además, esta vez Orlinski no tuvo que recurrir a una pirueta de «break dance». ¡Cinco propinas! La música, en ocasiones, puede con todo, con pandemias, lluvia, nevadas…