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Música
Oasis: ya están aquí
El grupo regresa con «la madre de todas las giras»: un tour multimillonario que pende del siempre frágil hilo de la estabilidad psicológica de los hermanos Gallagher

Después de quince años separados y cuando nadie lo esperaba, llegó la bomba: Liam y Noel Gallagher aparcaban sus públicas diferencias para volver a reunir a Oasis. El anuncio fue hace prácticamente un año (el 27 de agosto) y abrió los informativos de todo el mundo. Después de haberse negado expresamente a hacerlo en decenas de ocasiones, sin motivo aparente, volvía una de las grandes bandas de la historia del brit pop. Bueno, lo de sin motivo aparente es un decir, porque, según algunas estimaciones, los hermanos de Mánchester podrían ingresar 50 millones de libras –cada uno– solo por las fechas de la gira en Irlanda y Reino Unido (19), a las que sumar ingresos adicionales por las fechas de Norteamérica y Asia (22 noches). Se trata de la gira con más demanda en lo que va de siglo y podría ser la que reporte también más beneficios de la historia (por encima de Taylor Swift), en la que ya ha sido descrita como «la madre de todas las giras». La emoción se desborda este viernes, 4 de julio, en Cardiff (Gales) hasta el 23 de noviembre, en Sao Paulo.
Baste decir que 14 millones de personas trataron de adquirir un pase para alguna de las fechas iniciales de Gran Bretaña, calendario para el que se fueron añadiendo sucesivamente nuevas fechas en grandes estadios. Siete veces completo el Estadio de Wembley, en Londres. Las cifras son astronómicas. Se calcula que los fans de esas primeras 19 actuaciones en las islas podrían gastarse un total de mil millones de libras, en torno a 766 por cabeza, teniendo en cuenta gastos de desplazamiento, alojamiento y «merchandising» según estimaciones de Barclays, compañía que canaliza el 40 por ciento de la compra de crédito y débito en Reino Unido.
A ciencia cierta es difícil cuantificar cuánto dinero han movido las entradas. La opacidad del sistema de venta es absoluta. Algunos usuarios se quejaron de estar en la «cola para poder hacer cola» para llegar a una entrada. Otros anunciaban entre la resignación y la perplejidad que tenían por delante un millón de personas para acceder a la compra. Cuando esa compra sucedía, tampoco era garantía de nada. El portal de venta de entradas Ticketmaster, un gigante del negocio subsidiario de la promotora Live Nation, que organiza la gira de Oasis, aplicó la estrategia de los llamados «precios dinámicos» por el cual el valor de las entradas fluctúa en función de la demanda. Más demanda significa que suben los precios y si la demanda es monstruosa como en este caso... bueno, las 150 libras de una entrada de pie se convirtieron en el doble en apenas unos segundos. Paquetes «premium» y «Platinum» partían desde los 600 euros. El mercado de reventa ardía: hasta 6.000 libras se pedían por un boleto para la gira en la web Viagogo, de dudosa reputación. La situación de descontento y frustración fue tal entre los compradores (la red social X hizo tendencia #shambles, es decir, #desastre) que su furia provocó la actuación de las autoridades. El propio Gobierno de Reino Unido anunció que intervendría para investigar los precios dinámicos al que siguió la Autoridad de Competencia y Mercados británica para determinar si Ticketmaster violó la ley. A finales de octubre, los promotores de la banda anunciaron que cancelarían más de 50.000 entradas y las volverían a poner a la venta a su valor nominal a través de Ticketmaster. Posteriormente llegó el anuncio de la segunda parte de la gira: su extensión a América, Asia y Oceanía. El continente europeo contiene el aliento esperando que esta convivencia no sea demasiado y lleguen acuerdos para anunciar fechas, probablemente, en la primavera de 2026.
Efectos secundarios
La vuelta de Oasis, que de momento no se plantean publicar un álbum conjuntamente, se explica por estas toneladas de dinero. Ya lo hicieron los Sex Pistols en 1996, cuando su «Filthy Lucre Tour» presentó reunidos los cuatro miembros originales de la banda del punk solo por la pasta, como ellos mismos reconocían en el irónico título de la gira. Johnny Rotten, Steve Jones, Paul Cook y Glen Matlock todavía se odiaban casi veinte años después de su separación (Matlock había sido sustituido antes por Sid Vicious) y ni siquiera se esforzaban por ocultarlo. Hicieron las ruedas de prensa pertinentes (no había redes sociales entonces), se llevaron un furgón de dinero y no miraron atrás. Por el momento se desconoce cuánto de sólidas son las relaciones personales entre los hermanos Gallagher pero no es difícil adivinar que las condiciones contractuales les disuadirán de tratarse con groserías mutuamente. Las cláusulas del contrato son, obviamente, secretas, pero el seguro que deben haber firmado los hermanos Gallagher con Live Nation, promotora del tour, debe tener la extensión de la Biblia. Hay muchos millones de libras, euros y dólares en juego para permitir que una trifulca de hermanos con tendencia a mostrarse dos dedos de la mano (a ellos les gusta el índice y el anular) lo eche todo por tierra. Aunque ambos son ya millonarios, como informaba Alexis Petridis en «The Guardian», el divorcio de Noel de su esposa Sara MacDonald le habría costado la friolera de 20 millones de dólares.
La repercusión del anuncio tuvo efectos secundarios. Uno de ellos fue colocar sus canciones entre lo más escuchado del mundo solo con recordar que están vivos. Las reproducciones de Oasis aumentaron en más de un 160 por ciento a escala mundial solo gracias a los rumores de reunión. Posteriormente, tres de los álbumes de la banda volvieron al top cinco en la lista oficial de ventas de Reino Unido, con su álbum de grandes éxitos aumentando un 332%. Por cierto, que la mayor parte de los royalties por las canciones corresponden a Noel, autor de los temas, mientras que ambos percibirían la misma cantidad por las actuaciones en directo.
Y, por supuesto, está la gloria. Ambos, Liam y Noel, llevan más de una década constatando que sus proyectos en solitario, bueno, no están mal, pero no tocan el cielo de sus canciones en pareja. La experiencia de sus conciertos (invariablemente pasan por España, ambos, cada poco tiempo) es la de un público que permanece en la indiferencia (disfrutando algún tema que otro) hasta que llegan las cuatro canciones de Oasis que, de rigor, cierran sus conciertos. Su reunión forma parte también de un proceso natural: tras el éxito llega la saturación y la ruptura, el descanso. Se borran los recuerdos y las bandas están listas de nuevo. Le sucedió a Blur (sin tanto melodrama fraternal): los de Damon Albarn regresaron en 2023 (20 años después de su separación). Suede lo dejaron en 2003 y volvieron en 2010 y hasta Pulp han publicado su primer trabajo en 24 años hace unas semanas. El público tiene ganas permanentemente de volver atrás, de sentirse (aunque sea un espejismo) como hace quince o veinte años y todo era más fácil. Los Gallagher tienen ganas de fama, gloria y dinero. Parece que todo el mundo va a conseguir lo que quiere.
¿Son la herencia de una cultura machirula?
El regreso de Oasis fue ampliamente cubierto por la prensa británica con una inevitable reflexión sobre su repercusión y su música pero también sobre su contexto. Eran los años noventa y la imagen más asociada al público del dúo era la de hombres cerveceros sin camiseta. Oasis representaban en parte al «lad rock» (rock de colegas) que triunfaba entre los jóvenes de clase trabajadora. Y entre ellos no había calado todavía las tesis igualitarias y feministas que, tres décadas después, se han abierto paso en la sociedad. Pero en la música los cambios han sido todavía más profundos. La industria ya no es de hombres por hombres y para hombres. Sus opiniones y sus actitudes son percibidas como prehistóricas por algunos críticos como Simon Price, para quien su legado fuera de la música es menos respetable: de «machirulos», si existiera la palabra en inglés, o, como él lo expresa, «la fuerza cultural pop más dañina de la historia británica reciente».
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