Nancy Fabiola, lírica con cuerpo
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Recital de Nancy Fabiola Herrera. Orquesta: Orquesta de Castilla y León Dirección: Miquel Ortega. «La vida secreta», de Nuno Côrte-Real. Soprano: Conchi Moyano. «La Araucana» de José Lidón, «La graciosa y el compositor» de Luis de Missón, tonadilla. Sonia de Munck, Juan de Dios Mateos, Anna Tonna y David Oller. Miembros Orquesta de Castilla y León. Director: Alberto Cubero. Festival LittleOpera, Zamora. 29, 30 y 31-VIII- 2022.
Sigue adelante esta original cita veraniega, que, al cabo de siete años, ha adquirido ya carta de naturaleza y personalidad gracias al esfuerzo y tesón de su creadora, la soprano Conchi Moyano, que, con el patrocinio básico del Ayuntamiento de la ciudad, ha ido tejiendo unas bases programadoras apoyadas fundamentalmente en la búsqueda de literatura lírica de pequeño estuche, de nueva creación o sepultada en la noche de los tiempos. Los medios son demasiado escasos y se hacen milagros dignos de encomio. A la espera de que el pírrico presupuesto, de unos 70.000 euros, pueda crecer. Sería justo y, desde luego, necesario si se quiere que este certamen continúe dando ejemplo.
Hemos podido asistir a tres de los eventos finales. El primero ha sido el recital de la “mezzosoprano” canaria Nancy Fabiola Herrera. La voz, la de una lírica con cuerpo, ha ganado enteros en el grave y el espectro general es más oscuro. El fraseo es elegante, la emoción, bien dosificada. Ofreció, al aire libre, en la Plaza de la Catedral, con la lógica amplificación deformadora y amputadora de armónicos, luchando con el imposible balance, un muy sustancioso programa. Destacamos la airosa exposición de “Per lui che adoro” de “La italiana en Argel” de Rossini, con agilidades bien resueltas, la gravedad de “O mio Fernando” de “La favorita” de Donizetti, con “cabaletta” exultante, el aria de Dalila de Saint-Saëns, a falta de una mayor densidad sonora, y un sorprendente “Condotta ell’era in ceppi” de “El trovador” de Verdi. Como cierre una intensa versión del aria de “Juana de Arco” de Chaikovski. Tuvo siempre el apoyo justo de la Orquesta de Castilla y León gobernada con seguridad y versatilidad por Miquel Ortega, que acusó también, lógicamente, los problemas de balance al aire libre. Una canción muy hermosa y cálida con texto de Lorca del propio director y la “Habanera” de “Carmen” fueron los aplaudidos bises..
Al día siguiente, en el Teatro Ramos Carrión, pudimos la ópera de cámara, coproducción del Festival y la Temporada portuguesa Darcos, titulada “La vida secreta”, con libreto de Martha Asunción Alonso y música de Nuno Côrte-Real, que nos expone los conturbados y surrealistas pensamientos de la esposa y musa de Salvador Dalí, Gala a través de una sesión de psicoanálisis en la que vamos escuchando una suerte de resumen de máximas, definiciones, un muy variado y excéntrico manantial de frases. Aquí tuvo protagonismo la voz de la propia Moyano, espejeante, cristalina y coloreada, que recorrió, al dictado de la partitura de Côrte-Real, un amplísimo territorio poblado de susurros, recitados de distinto signo, líneas de atractivo melodismo. La música es generalmente bien sonante, aunque no falten las disonancias; fluye tranquila a lo largo de un discurso en el que no falta el minimalismo, de un muy diverso cariz metronómico que deja escuchar pasajeramente algunos compases de la “Sonata Patética” de Beethoven, una suerte de guía espiritual. Puede que falte algo de vigor, de sustancia esencial, de latido profundo. Carlos Antunes diseñó un mínimo espacio escénico con una pantalla sobre la que se van proyectando imágenes alusivas, una cama, un suelo de arena y un huevo, referencia fundamental en el proceloso universo daliniano. Espléndida la actuación del Ensemble Darcos, un quinteto magnífico dirigido finamente desde el teclado por Côrte-Real.
El Festival se cerraba con un programa doble que contenía la tonadilla “La graciosa y el compositor” de Luis de Missón y la ópera “La Araucana” de José de Lidón, al parecer la primera escrita en nuestro país en castellano, estrenada en 1792. Una obra importante titulada en principio “Glauca y Cariolano”, presentada en tiempos modernos años atrás con este título en San Petersburgo bajo la dirección musical de Alexis Soriano y revisada más tarde, a instancias del ICCMU, por el musicólogo Luis López. Se ha considerado pertinente cambiarle el título, que es ahora más pomposo, pero que realmente no refleja lo que cuenta la mínima anécdota de la conquista de América, que en esta producción ha sido reubicada por el director de escena Guillermo Amaya en los modernos tiempos que reinaba en España la conocida cultura quinqui. Con ello el asunto pierde dimensión histórica y gana en actualidad. La música de Lidón revela la influencia de Mozart; por estructura de las arias y conjuntos, por instrumentación y orquestación. El director, Alberto Cubero, ha elevado en ocasiones hacia la octava superior algunos pasajes y ha moldeado con sentido y conocimiento la obra. Hubo, es cierto, momentos en los que al afinación no fue intachable y la sonoridad no fue todo lo depurada que se podría desear, pero el conjunto funcionó en general; gracias también a la intervención de las cuatro voces solistas: la soprano lírico-ligera Sonia de Munck, grácil y refinada; la “mezzo” lírica Anna Tonna, ajustada y musica; el tenor Juan de Dios Mateos, de bruñido metal de lírico-ligero, de sonoridades algo nasales, y el muy lírico barítono David Oller, seguro y caluroso. Él y Tonna nos ofrecieron como aperitivo la tonadilla de Misson, actuada con gracia y desparpajo.