Variado colorido
En el podio del Auditorio Nacional se movió la directora neozelandesa de origen chino Tiany Lu, esbelta y balanceante
Creada:
Última actualización:
Obras: de Clyne, Bruch, Rimski-Korsakov y Cristóbal Halffter. Violín: Zohrab Tadesvoyan. Orquesta Sinfónica de Madrid. Directoras: Tianyi Lu. Auditorio Nacional, 17-XI-2022.
Se inauguraba la sesión con “This Midnight Hour”, una obra de la prolífica compositora inglesa Anna Clyne (1980), de la que escuchábamos hace posas semanas una suerte de Concierto para violonchelo interpretado por la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Una muestra preclara de las características creativas de esta artista: exposición de rango tonal, buen manejo de los timbres, olfato melódico y orden constructivo. Todo ello envuelto en una atractiva marea de apasionada expresividad. Su estreno, nos explica en sus bien trabajadas notas al programa José Antonio Cantón, tuvo lugar el 13 de diciembre de 2015 en la Isla de Francia. Unos salvajes unísonos de las cuerdas abren el curso de la pieza, envuelta muy pronto en tempestuosos “tutti”. Se suceden impetuosas cabalgadas, mosconeos de los arcos, acompasados golpes de la percusión (bombo y timbales). Y, de repente, un vals y una curiosa melopea cortada por una esbelta melodía del fagot. Dos trompetas, una a cada lado del hemiciclo, pergeñan un tema ondulante seguido por un grave coral de los metales. Un golpe brusco en fortísimo pone fin al encantamiento.
En el podio se movía la directora neozelandesa de origen chino Tiany Lu, joven, esbelta, muy delgada y balanceante. Brazos volanderos y armoniosos, batuta cimbreante y ágil. Claridad en las anacrusas y precisión en las entradas. Aspectos positivos que condujeron a la edificación de una interesante y personal versión de “Scheherazade” de Rimski-Korsakov, oscilante de “tempi”, variada de colores, robusta de concepción. La sonoridad de la Sinfónica, llena y compacta, se enseñoreó de una sala afortunadamente casi colmada, que admiró a la aplaudida concertina Gergana Gergova, impecable, ajustada y afinadísima en sus célebres solos y adornada de un sonido especialmente perfumado.
Interpretación de buen despliegue dinámico, variada y contrastada, pero exenta de rango poético. El fantástico mundo de los cuentos y narraciones mágicas solo se dejó entrever. Un mundo que requiere una coloración y una acentuación muy especiales y un trabajo especialmente delicado en la descripción de ambiente; lo que no siempre quedó en evidencia a lo largo del concierto, que incluía también, tras la obra de Clyne, el socorrido “Concierto para violín nº 1″ de Bruch. Socorrido, sí, e hiperromántico, pero también bello y armonioso, fluido y encandilador. Fue solista el armenio de origen Zohrab Tadesvoyan, profesor del conjunto.
Sobrio y elegante, de fraseo bien articulado, técnica segura y buen dominio de las agilidades. Expuso con intención y toque admirablemente lírico el acariciador “Adagio”. Bien poblada cuarta cuerda y volumen relativo, algo no muy tenido en cuenta por la batuta, un tanto exagerada en los “tutti” y no siempre equilibrada en los planos. Éxito franco. Como el obtenido tras “Scheherazade” y al término del concierto, cerrado con una de las “Cuatro piezas españolas” de Cristóbal Halffter, “Suspiros de España”, arreglo para cuerda del famoso pasodoble de Álvarez Alonso, que tuvo una interpretación muy digna.