Sección patrocinada por sección patrocinada

Música

AC/DC: el mal es la inversión más segura

La banda australiana, tótems del rock, hacen arder el Estadio Metropolitano

AC/DC, ayer, en el Estadio Metropolitano
Concierto de AC/DC en el Wanda MetropolitanoAlberto R. Roldán

Hay pocas cosas más infalibles en la vida. No busquen una inversión comparable de tiempo y de energía. Ver a AC/DC en directo es una apuesta amañada, un bingo de pueblo, una cerveza a punto de congelarse. Es tan fiable como el cangurito cojo de Angus Young, como el chaleco y la boina proletaria de Brian Johnson, el currela del rock. Es uno de los grandes espectáculos de la historia del rock and roll.

Hablábamos de la certeza de la banda y tan puntuales como no se pueden imaginar aparecieron en la inmensidad del Estadio Metropolitano. Salían al ataque, versión “cholista”. Angus y Brian lanzados a golear, y, a una llamativa distancia en la trasera del colosal escenario, del ancho del verde del templo atlético, el resto de la banda, agrupados atrás en una defensa escipiona que habría hecho las delicias de Simeone. En un segundo plano muy destacado e ignorados por las cámaras del show, se encontraban Matt Laug (batería) y Chris Chaney (bajo) junto a Stevie Young (guitarra), sobrino de Angus y del fallecido Malcolm. El protagonismo fue para los dos supervivientes de esta descomunal banda venida de las antípodas, del “down under”, de allá abajo, no sé si me explico.

Angus Young, en el Metropolitano
Angus Young, en el MetropolitanoAlberto R. Roldán

Primero cayó “Back in Black”, luego “Demon Fire”, “Shot Down in Flames” y “Thunderstruck” en medio de una ovación digna de gol en el descuento. Porque solo hay una cosa más fiable que AC/DC en este planeta: sus seguidores, los que van a llenar dos veces el estadio atlético (hey, quedan unas pocas entradas para el miércoles, su segunda cita en Madrid, nos recuerdan) para hacer la señal de los cuernos a los reyes del averno. La primera de las jornadas, completamente vendida, así lo demostró ante 50.000 espectadores.

De la pésima acústica del Metropolitano no diremos más, pues no cabe. Pero si empezó desastrosa se fue corrigiendo y podemos jurar que terminó siendo decente, salvo por la voz, inaudible en el rugido de los instrumentos. Llegaron “Have a Drink on Me”, “Hells Bells”, “Shot in the Dark” y, viva, “Stiff Upper Lip”. AC/DC son más seguros que el mal, más ciertos que el camino de ida que gastamos, una autovía llena de rotondas hacia el infierno, pero de la que no acertamos a salir. Deberíamos y lo sabemos, pero vemos las llamaradas y el cielo naranja en línea recta y nos dirigimos a ella como las moscas van a fluorescente que las carboniza con un chasquido. ¿De qué habla, si no, “Highway to Hell”? Pues de que compramos acciones de nuestra propia condena como parte de una profecía autocumplida. Y a toda velocidad, como pasa la vida de un insecto, en un zumbido.

AC/DC, en el Metropolitano
AC/DC, en el Metropolitano Alberto R. Roldán

Cayeron “Dirty Deeds Done Dirt Cheap”, “High Voltage”, “You Shook Me All Night Long”, “Whole Lotta Rosie” y “Let There Be Rock” que hacían subir las acciones de Belcebú. Sólo nos quedaba una duda: si Robert Johnson vendió su alma al diablo para tener dentro el blues, qué demonios (ejem) habrá hipotecado Angus Young para adquirir esa maligna digitación. Casi 20 minutos de solo abrasador antes de entregar "T.N.T" y "For Those About to Rock". Todos vamos al infierno. Es lo más seguro.

El público, en el Metropolitano
El público, en el MetropolitanoAlberto R. Roldán