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¿Tienes fuego?
Ariel Rot: «Dejar Tequila fue una manera de quedarse huérfano, sin patria»
El músico y guitarrista de rock vive su mejor momento, pero mañana seguro que irá a más

Vivir a lomos de una guitarra eléctrica debe de ser la hostia. Que se lo digan si no a este señor, que lleva desde la adolescencia clavándole las espuelas a una y sabe lo que es viajar a Marte o a Plutón sin despegar los pies del escenario. Fundó Tequila, fundó Los Rodríguez, y desde hace ya tres décadas defiende sus canciones (sus obsesiones) bajo su solo nombre. Pocos músicos saben tanto como él de rotos y destellos, de vivir las veinticuatro horas en guitarrista de rock. Hoy, ahora, es su mejor momento. Pero mañana, seguro, eso irá a más.
Vino a Madrid huyendo de una dictadura y volvió a Buenos Aires huyendo de la heroína…
Ja, ja, ja. ¡Soy un fugitivo!
Algo así. Luego regresó a Madrid para formar un nuevo grupo de rock, y aquí sigue. ¿Se considera madrileño?
Es que lo de considerarme de un sitio y tratar de encontrar una identificación… Cuando te exilias, el concepto patria se difumina bastante. Porque lo que dejaste atrás ya no es lo mismo y lo que te encuentras... en fin. El pasado siempre tiene peso. Aunque los que huían eran mis padres, no yo, porque vine aquí con 16 años. Pese a que en algún momento, en las peligrosas calles de Buenos Aires de esa época, también tuve que huir, pero bueno. Sí creo que tengo que estarle muy agradecido a España y a Madrid. Aparte de que llegué en un momento muy particular y fui testigo de un periodo histórico, creo, de España. Testigo y también, en cierto modo, protagonista. Fue una época muy efervescente. Y lo mismo me pasó cuando mi exilio tóxico, como yo lo llamo, porque llegué a Argentina también al final de la dictadura, ya con Alfonsín, con la llegada de la democracia, y esa fue otra explosión de libertad. En realidad, entre esos dos momentos había pasado una vida. Porque Tequila fue algo emocionalmente muy poderoso y bastante devastador en todos los sentidos. Era una historia que se terminaba y también una despedida. Dejar Tequila fue una manera de quedarse huérfano, sin patria.
Ese grupo empezó como una montaña rusa y terminó siendo un pasaje del terror.
Sí. Bueno. Una montaña rusa con solo una subida y una bajada. Fue una situación muy vertiginosa, porque todo ese proceso de madurez lo viví en un entorno, en un micromundo, bastante particular. Y cuando se acabó, fue salir a la realidad o, mejor dicho, encontrarme en una nueva realidad, y algo de traumático sí que tuvo. Pero creo que entre la juventud y el rock and roll, lo llevé de una manera bastante ligera.
«Tengo que estarle muy agradecido a España y a Madrid»
Pero nos hemos ido del tema: hablábamos de Madrid.
Ah, sí. Los argentinos fuimos la primera ola de extranjeros que llegamos a España, y a Madrid, en el año 76. No había prácticamente extranjeros y llamaba mucho la atención. Tanto, que el primer día que llegué a clase, al colegio, se hizo una cola de chavales que venían a conocer a un argentino que se llamaba Ariel.
Era lo más exótico del mundo. El negro de la clase.
Ja, ja, ja. Exactamente. Y se reían con mi acento, era un bicho raro. Pero me imagino que eso lo aproveché de alguna manera. Seguro que sí.
¿El rock es un no rotundo y el pop un «sí, señor»?
(Largo silencio). Bueno. Eso que acabas de decir es muy rotundo, ja, ja. Sí creo que el legado del rock tiene ese punto de disidencia, de rebeldía, de libertad. Y pienso también que envejece mejor que el pop, y lo estamos comprobando.
¿Quién fue el más rolling stone de los Beatles y qué rolling stone fue el más beatle?
¡Upa! Me tengo que poner a pensar… El rolling stone más beatle fue Brian Jones. Porque era un tipo que experimentaba con distintos instrumentos, sitars, flautas dulces, mellotrones… Y si bien venía del blues, fue el más experimentador. Pero se echó a perder muy joven.
Bueno: ahí sí fue muy rolling stone.
Sí, ahí lo fue mucho, ja, ja. ¿Y qué beatle fue el más rolling stone? Uf. Me cuesta. Pero te diría que Paul. ¿Lo razono? Tocó en el último disco de los Stones [«Hackney diamonds»], ja, ja. Aunque por actitud, tal vez fue John Lennon: por sus respuestas, por su personalidad. Pero es que los Beatles eran rock. Tocaron más rock que nadie en The Cavern y se ponían chupas de cuero. Lo que pasa es que tenían un universo musical milagroso y el marco del rock se les quedó pequeño. John Lennon era muy poco complaciente y tenía esa actitud displicente y rebelde. En ese sentido, probablemente sí era el más stone. Pero musicalmente es muy difícil encontrar ese eslabón.
Quizá Paul sí que tenía esa esencia. Estoy pensando en «Helter Skelter», por ejemplo.
Bueno, sí, sí, sí. Claro. Pero es difícil, en cualquier caso.
«Los grupos de rock and roll de ahora tienen más rock que roll, pero bienvenidos sean»
En los institutos de hoy el rock ya apenas existe: lo han sepultado el reguetón y el trap. ¿Es desolador o simplemente son hijos de su tiempo?
Creo que no es desolador. Lo que pasa es que el rock se siente un poco ofendido porque gobernó durante tantas décadas, tuvo un reinado tan poderoso, que algo que tendría que ser totalmente natural, que es que cada generación tenga su propio lenguaje y sus normas estéticas y sus códigos, nos parece como una ofensa. Creo que hay que tener más capacidad de aceptación, porque si no parece que estamos todavía en lo de rockers contra mods.
Que era una cosa muy adolescente. Porque molaban mucho Stray Cats y también The Jam, y no eran excluyentes.
Totalmente. Y era maravilloso todo el rock de los 50, gente como Gene Vincent y Eddie Cochran, que tocaban y cantaban muy bien para la época, y ya después los Who. Esa confrontación nunca la entendí; me pareció muy inglesa y siempre pensé que era absurdo importarla. Se intentó importar en el Rock-Ola y armar un poco de jaleo en ese sentido. Me imagino que son cosas de la edad, pero no tenían peso. Porque, al fin y al cabo, todos vivían en los mismos barrios.
Ahora, en España, hay una hornada de grupos de rock bastante prometedora. ¿Ve ahí una resurrección del género?
Creo que están en las guitarras, pero yo el rock lo entiendo de otra manera. Es una buena noticia, claro, no me voy a poner en plan pureta, pero sí me gustaría que hubiera más grupos de rock que vengan de donde vengo yo, que es del blues y de Chuck Berry y de la cosa un poco más juguetona del rock. Creo que tienen más rock que roll, pero bienvenidos sean. Sobre todo, bienvenida sea la variedad. Porque el problema que en todo caso nos podemos encontrar es esa especie de hegemonía que hay en este momento con la música urbana o latina, o como la quieras llamar, que realmente es una invasión, una epidemia. Nosotros, en los 80, vivimos mucho la dictadura de la cultura musical anglosajona. Nuestro faro era Londres y todo lo que venía de Inglaterra nos parecía que molaba, aunque no todo envejeció igual de bien. Había cosas que nos parecían lo más moderno y las escuchas ahora y dices: mmm, un poco payaso todo esto. Acuérdate, por ejemplo, de Adam & the Ants. Eso fue como: «¡Es lo más! ¡Mira cómo van vestidos! Mira la música… ¡dos baterías!». Ponte a escucharlos ahora: es infumable. Y entonces, sin embargo, nos deslumbraba. Lo bueno es que, como al pasar por España se pervertía, pasaron cosas muy graciosas.
La situación política actual ha hecho que mucha gente no tenga que recurrir a Netflix para pasar el rato. Realmente, es fascinante lo que está ocurriendo. ¿Se ha enganchado a este culebrón?
Sí, sí, fascinante y aterrador. Dos buenos ingredientes para un guion. La putada es que no es ficción, es la realidad en la que vivimos. El mundo está patas arriba y la realidad asusta y cabrea, pero también engancha, y mucho. Yo intento dosificarla, levantarme y empezar el día con un libro o tocando la guitarra, distanciarme un poco para no enfermarme. Aquella frase de que la realidad debería estar prohibida creo que hoy es más actual que nunca.
«Viajo a Buenos Aires cada seis meses y veo que a la gente le cuesta cada vez más salir adelante. Aparte, Milei me parece un personaje desagradable. Me agrede verlo y escucharlo»
Usted viene de un país en el que la corrupción ha tenido unas buenas raíces…
Sí, así es. Pero yo te diría que se ha dado en casi todo el continente.
Sin ninguna duda. Pero en Argentina se ha dado abundantemente.
Sí, sí, claro.
¿Eso lo ha vacunado de alguna manera para lo que está pasando ahora en España?
Esto me recuerda a la época de la pandemia, cuando llegaron las primeras vacunas. Nos vacunamos pero siempre estábamos pendientes y acojonados por si aparecía una nueva cepa, una variante con la que el efecto de la vacuna no actuase. Con la corrupción y los escándalos políticos pasa un poco lo mismo: por muy vacunados que estemos, parece que siempre aparece algo nuevo que nos vuelve a escandalizar. La verdad es que no dejan de sorprendernos.
Fito Páez ha hecho unas declaraciones recientes en las que sugiere que el triunfo de Milei era inevitable, y habló del fracaso de las políticas de izquierda y del marxismo europeo y americano. Él, que ha sido un referente para la izquierda latinoamericana. Todo apunta a que Milei está reflotando la economía argentina. ¿Está en sintonía con lo que ha dicho Fito?
Sí, lo escuché. Hoy en día es imposible que unas declaraciones así de Fito pasen inadvertidas. Pero no lo sé. El plan económico de Milei no es algo nuevo, ya se aplicó un par de veces en Argentina. Que yo recuerde, la primera fue en la época de la dictadura militar y la segunda en el gobierno de ese presidente que los supersticiosos no quieren nombrar, Carlos Menem, que ahora tiene una serie. Las dos veces fracasó y lo único que trajo fue hambre y miseria. Espero que esta vez no ocurra lo mismo, pero tiene mala pinta. Viajo a Buenos Aires cada seis meses y veo que a la gente le cuesta cada vez más salir adelante. Aparte, Milei me parece un personaje desagradable. Me agrede verlo y escucharlo.
Es imposible que sintonice con él.
Noooo. Un tipo que se dirige así a los que no piensan como él, el insulto barato, la agresión verbal constante, ese odio que transmite… Está llevando el discurso político a un nivel de bajeza inimaginable. La putada es que eso se contagia. Y en una sociedad tan polarizada como la argentina es como echar gasolina para apagar un incendio.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Yo se lo pregunto a usted: ¿tiene fuego?
El justo, el necesario, ja, ja, ja. El que me viene bien para calentarme pero no quemarme.
Pues hasta aquí ha llegado el concierto.
¡Buenísimo!
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