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¿Tienes fuego?
Asier Etxeandia: "Soy más libre en el escenario que en mi vida"
Los próximos 5 y 6 de septiembre ofrecerá dos conciertos en el Palacio Euskalduna de Bilbao junto a su compañero Enrico Barbaro

Este señor es alto por fuera y gigante por dentro: la vena showman le sale hasta cuando se toma un café. Estoy hablando de la figura, de la personalidad, del gen artístico, de la apostura. Los próximos 5 y 6 de septiembre ofrecerá dos conciertos en el Palacio Euskalduna de Bilbao junto a su compañero Enrico Barbaro, con el que forma el dúo musical Mastodonte, y el respaldo de una orquesta sinfónica. A ese experimento lo han bautizado «Mastodophonika» y aún hay entradas disponibles. Si están dispuestos a vivir una de esas experiencias artísticas que atraviesan la carne y elevan el espíritu, háganse con una. O con dos: inviten a alguien, venga. Advertidos quedan.
«Mastodophonika», Asier. ¿Dos conciertos mastodónticos?
Ay. Estoy muy entusiasmado, tío. Para mí es como un cénit en mi carrera y en mi trabajo. Escuchar mis canciones arregladas y tocadas por una orquesta sinfónica y un coro de 40 personas… es como un sueño hecho realidad. Como tocar en el Olimpo, una emoción brutal. Nunca creí que alguna vez podía ocurrir esto en mi vida. Iker Sánchez Silva es el director de orquesta; nos conocimos y, a partir de ahí, empezamos a trabajar juntos y a mover esto, que cuenta con la ayuda del gobierno vasco. Serán los días 5 y 6 de septiembre y ya están las entradas a la venta, y tengo que petarlo, tengo que llenarlo, son 2000 personas al día y es jodido, ja, ja. Pero es mi tierra y se me quiere mucho, y me siento muy respetado y es muy emocionante para mí. Y lo estoy haciendo, además, con talentos de la tierra, que es lo más bonito: con la EGO (Euskadiko Gazte Orkestra), que es la Joven Orquesta de Euskal Erria, y con el coro San Juan Bautista de Leioa. Es gente joven, de aquí, con un talento brutal, y que está emocionada con el proyecto. Quiero hacer un homenaje a mi tierra, a Euskadi, a Bilbao, desde mis ancestros. Mis canciones y las canciones que he elegido, también vascas, míticas, me están ayudando a crear un viaje, un guion, que tiene que ver con la liberación. Porque ese ha sido mi objetivo siempre: liberarme de ataduras, de prejuicios, de traumas, de movidas. Algo así como morir, pero estar vivo.
«No me gusta ser famoso. Me gusta no parar de trabajar y poder hacer cosas maravillosas»
Es un actor que canta y baila, y bien, además. Algo infrecuente aquí.
He crecido con lo que he mamado de mis padres, que siempre tenían en casa un vídeo de VHS con actuaciones de artistas cantantes que, de alguna manera, eran monologuistas: Charles Aznavour, Édith Piaf, Camilo Sesto, Rocío Jurado… Las canciones eran como monólogos. Y siempre me han interesado también los videoclips: Michael Jackson, Madonna, Queen, Prince... me volvían loco. Para ellos, la teatralidad y la puesta en escena tenían mucho valor, y eso es lo que me ha marcado.
¿Fred Astaire, Gene Kelly, Bob Fosse, Travolta forman también parte de su altar mayor de dioses paganos?
Sí, sí, sí. Sobre todo Bob Fosse y Gene Kelly, que fue mi primer amor y me quedaba embobado mirándole. Todavía lloro a veces viéndole bailar. Veo «Cantando bajo la lluvia» y es que hay un momento que lloro de belleza. Y, sobre todo, ver a alguien tan emocionado haciendo lo que hace y creyendo tanto en ello… es una pasada. Y Bob Fosse: no solamente cómo baila, sino la teatralidad en el movimiento y el haber creado algo así.
«Cuando trabajé en un sex shop tenía 19 años y era virgen»
Hizo unas declaraciones críticas hacia sus primeros profesores de interpretación. ¿Se comportaron como psicoanalistas o gurús más que como guías?
Todo eso ya lo tengo perdonado. A mí, en su momento, se me jodió mucho, pero ahora les tengo en un lugar de respeto. Hubo profesores que me ayudaron y me enseñaron mucho, y otros que me enseñaron lo que no había que hacer. Porque había mucho prejuicio y mucha estupidez. Pero esto pasa mucho, ¿eh? Hay algo de síndrome del pueblo, que lo que conoces crees que es lo puro. Donde yo más he aprendido ha sido trabajando. Un profesor que solamente da clases no te puede enseñar. Te puede enseñar una técnica para luego olvidarla. Pero hay algo maravilloso, que es que estás años con tus compañeros, trabajando, y de eso es de lo que más aprendes. Y los profesores son como guías. Pero no puedes convertirlos en gurús, porque es que tu propio gurú eres tú. Tú y tu forma de trabajar. Y yo he tenido la suerte de trabajar tanto y tan diferente que he adquirido un oficio que incluso a mí me sorprende. De la escuela me fui deslomado y cabreadísimo. Porque para mí eran mi familia y vi que estaban llenos de prejuicios y que ponían sobre los alumnos todos sus traumas e inseguridades, y manipulando. Pero creo que ni siquiera sabían que lo hacían, porque a veces creemos que tenemos la verdad y no es así. Me fui cabreado, sí, pero ahora, con el tiempo, recuerdo esos momentos como los más felices de mi vida.
Optó al Goya en dos ocasiones. ¿En alguna de ellas sintió algo así como un «coitus interruptus»?
Cuando te nominan a un premio es una sensación muy rara, porque es una emoción muy grande pero también es algo que vivirías en soledad. Porque en el momento de la gala lo pasas muy mal, tanto si te lo dan como si no. Es un momento muy importante en tu vida, porque tus compañeros o el público creen que te mereces un premio, pero también te coloca en un lugar de ego. Porque es que tú no haces lo que haces para recibir un premio, no. No haces esto para ser reconocido y para que te acepten y para que te quieran, lo haces porque si no estarías muerto y porque te arde por dentro. Los premios son un momento de ego, no hay que olvidarlo, y de juego. Pero es algo muy bonito, claro, y ojalá me nominen otra vez.
«He cumplido 50 años y estoy más tranquilo. Quiero vivir intensamente, pero también quiero cuidarme»
Trabajó de encargado en un sex shop, como Joaquin Phoenix en «Asesinato en 8mm.». ¿Fue una experiencia excitante?
Bueno, sí. Catártica como mínimo. Porque, fíjate, yo era virgen. Con 19 años. Yo fui supertardío. Estaba lleno de miedos y de traumas y no salí del armario hasta muy tarde. Me pasaban cosas, claro, me morreaba y tal, pero no había vivido aún el sexo. Y, de golpe, me sale un primer trabajo en un sex shop y me veo rodeado de pollas, coños, porno… todo. Al principio estaba todo el día matándome a pajas, pero terminé con la erótica en la punta del dedo gordo del pie. Me agoté. Eso sí, vendía pollas… Fui el que más caja hice de toda la franquicia en toda España. Me llamaron para darme la enhorabuena.
Joder. El campeón de los comerciales de sex shops. Ese es un título acojonante…
Ja, ja, ja. No me pongas eso de titular, no me jodas.
No, no, si lo he dicho yo...
Vale, vale. Ja, ja, ja.
Hizo un gran trabajo en «Dolor y gloria». ¿Esperaba un mayor rédito por el hecho de haber trabajado con Almodóvar?
(Largo silencio). No sé, tío. Es que a mí las expectativas se me olvidan enseguida y no tengo mucho el cuento de la lechera. Flipo mucho, pero me dura poco. Igual es que estoy cansado, que llevo ya mucho hecho y que esto lo veo desde otro sitio. No me gusta ser famoso, por ejemplo. Me gusta no parar de trabajar y poder hacer cosas maravillosas. Y con «Dolor y gloria» sentí que estaba defendiendo un personaje maravilloso con un texto maravilloso. Yo sí creo que me trajo buenas cosas. Cada vez que veo ese monólogo me siento orgulloso de mí y orgulloso de haber formado parte del cine de Almodóvar, a quien admiro muchísimo. He sido un personaje en una de sus historias, y eso es un rédito brutal.
Aunque nunca se ha explicitado, se sabe que en esa película dio vida a un personaje basado en Eusebio Poncela, quien trabajó con el Almodóvar de los inicios. ¿Es un grande?
Eso lo acabas de decir tú, ¿eh?
Sí, claro. Lo digo yo, sí.
Eso lo dices tú. No sé dónde lo has leído, pero en ningún momento a mí se me dijo «haces de Eusebio Poncela», ja, ja.
¿Entonces no repasó películas suyas para prepararse el papel?
En absoluto. Para nada le tuve en la cabeza en ningún momento. Tengo suficiente empatía como para saber que el motor para hacer ese personaje es el motor principal por el cual soy actor: un actor cuya vida está hecha una mierda y que gracias a un monólogo que hace consigue que una pareja que se amaba y que terminó fatal, vuelva a encontrarse. Y ese es el mayor motor que tuve para dar vida a la historia de ese personaje, y lo que me emocionaba de él. El poder maravilloso del teatro y del arte.
Es un personaje salvador, terapéutico.
Sí, terapéutico y salvador. Alguien a quien habían subestimado totalmente porque era un yonqui, un tío que ya no trabajaba, y que, al final, consigue convencer al director para que le deje hacer ese monólogo. Y, efectivamente, lo hace con todo su amor y todo encaja de nuevo: consigue que se vuelvan a ver, él retoma su vida… Eso para mí fue el mayor motor. No hace falta fijarse en nadie.
Y dicho esto, ¿Eusebio Poncela está entre sus referentes?
Hombre, es un grandísimo actor. Alguien a quien admiro y que me ha emocionado mucho verle trabajar. Pero no pensé en él, para nada, cuando hice la película.
Esta sección lleva por título «¿Tienes fuego?». Yo se lo pregunto a usted: ¿tiene fuego?
Ja, ja, ja. Sí tengo fuego. Mucho. Lo que pasa que lo guardo. Y me sale mucho en el escenario. Soy más libre en el escenario que en mi vida.
¿Y por qué dice que es menos libre en su vida? ¿Qué lo ata?
Bueno. Hay experiencias que he vivido… No sé…
¿Sigue teniendo deudas pendientes?
¿Conmigo mismo? Sí, conmigo mismo quizá sí. Pero estoy en un momento de cambio y de apertura. Y de libertad. Y también de escucharme. Porque he cumplido 50 años y estoy más tranquilo. Quiero vivir intensamente, pero también quiero cuidarme. Y no quiero desperdiciar mi fuego. Y cuando arde ilumina mucho, no ciega.
Claro, porque el fuego es luz.
Es luz, sí. El fuego que tengo no quema, es para iluminar. Quiero pensar que soy un faro y que no puede cegar. Esa es la luz que creo que siempre he tenido. Quizá antes ese fuego quemaba, quizá antes esa luz cegaba. Pero yo ahora quiero enfocar, quiero iluminar.
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