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El sueño de una noche de Rufus Wainwright

El músico canadiense pone música a nueve sonetos de Shakespeare en su nuevo trabajo, «Take All My Loves», que abarca del rock a la lírica y que convierte los versos del bardo en baladas barrocas marca de la casa. Visitará Madrid el próximo 16 de julio
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El músico canadiense pone música a nueve sonetos de Shakespeare en su nuevo trabajo, «Take All My Loves», que abarca del rock a la lírica y que convierte los versos del bardo en baladas barrocas marca de la casa. Visitará Madrid el próximo 16 de julio
Poco se sabe de las circunstancias que rodearon la escritura de los «Sonetos» que se atribuyen a William Shakespeare. Se ignora si los personajes son reales, las situaciones y acontecimientos imaginarios o no, y cómo terminaron en la imprenta. Parece ser que nunca estuvieron concebidos para ello, sino más bien para servir de entretenimiento a los más allegados del bardo, a quienes les distribuía las copias manuscritas. Sea como fuere, en los 154 sonetos que terminaron atrapados en un libro, Shakespeare se muestra desvergonzado, le canta al amor carnal, la envidia y los celos, al deseo más perentorio y también a sus formas más elevadas. «Es un material absolutamente magistral. Podría haber elegido nueve cualquiera y de inmediato aparecerían entre ellos unas conexiones mágicas y significados ocultos tejidos en un fino velo», dice el cantante Rufus Wainwright del contenido de su último trabajo: «Take All My Loves. 9 Shakespeare Sonnets», editado por Deutsche Gramophon. Como dice el título, el artista ha musicado nueve sonetos –en realidad son diez– con un resultado extraordinario. Wainright visitará Madrid el próximo 16 de julio en el Universal Music Festival, que acogerá el Teatro Real, donde se realizó ayer esta entrevista.
- Pasiones oscuras
El músico se presenta ensimismado y habla en tono lacónico. No se quita las gafas de sol pero arquea por detrás de ellas una ceja antes de interrumpir el trabajo del fotógrafo a los cinco minutos de la entrevista. Y cuando el divo resopla y está a punto de asomar en todo su esplendor, la cámara calla sus clics y Wainwright cambia de actitud. «¿Por dónde íbamos? Me ha llevado diez años hacer este disco y la elección de esos nueve sonetos ha sido algo natural, consecuencia de unos acontecimientos vitales, y habría sido realmente difícil elegir de golpe, pero el proyecto ya llevaba tiempo haciéndose en mi biografía», dice el artista.
El primer contacto del cantante con la poética del autor de «Hamlet» fue durante la adolescencia. «Mi madre me insistió en que los leyera en el momento en que despertaban en mí la sexualidad e incluso la violencia. Digamos que las pasiones oscuras de mi alma encontraron no sé si reflejo o alimento en los sonetos», explica el canadiense. Los primeros 126, casi todos de temática amorosa, están dirigidos a una segunda persona que es un joven adulto de clase superior al poeta. Los 28 restantes, en cambio, interpelan a una mujer, por lo que han dado lugar a todo tipo de especulaciones acerca de la sexualidad de Shakespeare. «Eso nunca me ha resultado especialmente interesante, aunque en su día atrajo mi atención, claro. Lo más atractivo de estas piezas es el misterio y el manejo de los símbolos. El sonido de las palabras, las rimas, el ritmo interno, la magia que albergan», añade.
Durante el proceso de grabación del trabajo, la madre de Wainwright, la misma que le dio a leer los sonetos por primera vez, cayó enferma. «Sí, le fue diagnosticado un cáncer con muy mal pronóstico. Realmente malo. Desde el primer momento supimos que era serio y, entonces, terminar el proyecto fue increíblemente curativo, clarificador. Se convirtió en un apoyo en mi vida porque tampoco necesitaba hablar del tema ni había solución posible. Pero las palabras sí me servían porque albergaban conocimiento», afirma. Es decir, que Shakespeare tiene un poder mágico y real. «Creo que se debe a la perspectiva que le da a los problemas del alma. Su forma de escribir y el lugar en el que él mismo se coloca abarcan y condensan al ser humano», apunta.
Algunos han querido ver en los sonetos una especie de diario o de confesiones reales del poeta. Y en el disco del canadiense parece haber un relato. «Una historia sí que es posible. La introducción –el soneto 43– dice que ‘‘mis ojos ven mejor cuando cierro los párpados’’, porque me pareció un verso impresionante. Trata de que durmiendo o soñando vemos con más verdad y yo pienso que es cierto. El cierre del disco –soneto 87–, que es una despedida, trata de despertarse de un sueño. Me parece que el disco es un sueño y su contenido es bastante surrealista. Se trata de un sueño, en esa definición sí estoy de acuerdo, así que hay un relato, aunque ni yo mismo sé qué se cuenta en él».
- Actores y músicos
Para llevar los sonetos al disco, Wainwright no podía haber contado con mejores aliados: la Berliner Ensemble, la Orquesta Sinfónica de la BBC, la asistencia de Marius de Vries y las voces (ya sea para un recitado sobrio o para cantar ) de Helena Bonham-Carter, Carrie Fisher, William Shatner, Peter Eyre, Anna Prohaska y Florence Welch. Ésta última, vocalista de Florence & The Machine, canta en el tema angular del disco: «When In Disgrace With Fortune and Men’s Eyes» (soneto 29), en el que ambos convierten el texto de Shakespeare en una canción perfectamente radiable. Prohaska interpreta otros como si de lírica se tratase y el propio Wainwright se da un paseo por las baladas de pop barroco marca de la casa o lleva los textos hacia el pop y el rock de «Unperfect actor (soneto 23)», por ejemplo. «Esa adaptación empezó como un folk suave, casi en plan canción protesta. Y después se fue endureciendo sola. De repente, pensé en Nico y en la Velvet Underground, que me encantan, y el soneto se convirtió en algo parecido al country americano en el cruce con el rock alemán, y todo con palabras inglesas», comenta. Sólo le ha faltado incluir un rapero, y no habría sido tan mala idea sumar un fraseo así al repertorio del disco. «(Risas) Pues tienes toda la razón, la verdad es que habría quedado bien. Pero en el disco todos lo que intervienen son amigos y no tengo amigos raperos de suficiente categoría artística. Así que me habría costado un cheque con muchos ceros. Además, imagínate qué habrían dicho los amigos de Deutsche Gramophon...», dice echando la cabeza hacia atrás como aparece en la imagen de la otra página y sacudiendo después el flequillo.
El mundo angloparlante celebra este año el cuarto centenario de la muerte de Shakespeare, con homenajes en los que este disco encaja como la campaña de marketing perfecta. Pero en el mundo hispanohablante festejamos a Cervantes. «Sí, claro, murieron con un día de diferencia. Me encanta ‘‘El Quijote’’, pero ¿sabes?, creo que si no lo lees en español no tiene sentido. Yo lo he empezado varias veces aunque no logro terminarlo. Conozco la historia, el musical, el ballet... pero para mí, España es más sus pintores. Me gustan casi todos. Velázquez, Goya y Picasso en especial. Y los cantantes: Montserrat Caballé, Victoria de los Ángeles, Plácido Domingo, Teresa Berganza...».
El artista espera que la difusión del disco ayude a la difusión de los sonetos. Pero ¿con qué personaje de todos los del dramaturgo se identifica más el canadiense? (Piensa un buen rato) «Pues... si tuviera que elegir... No quiero decir Macbeth, pero, desde luego, ¡espero que no sea el Rey Lear!». El disco vale para escucharse y leerse a la vez, o para hacer como dice el bardo: «Escuchar con los ojos, que es lo propio del amor».

La conexión galáctica

Uno de los aciertos del disco es que, antes de escuchar la versión musicada de cada soneto, un actor recita el mismo con sobria teatralidad. Entre los elegidos para esta tarea están Helena Bonham Carter, Peter Eyre e Inge Keller (que hace dos versiones en alemán de los poemas), pero además destacan otros dos actores conocidos por su participación en las grandes sagas cinematográficas espaciales: Carrie Fisher (la princesa Leia en «Star Wars) y Wiliam Shatner (el comandante Kirk, en «Star Trek», ambos en las imágenes) se enfrentan a la lectura de sendos sonetos. «Como mucha gente, siempre me gustaron aquellas películas. Crecí viéndoles en la pantalla. Pero ambos son amigos míos y, además, los dos empezaron sus carreras como actores en el teatro y además interpretando a Shakespeare, aunque poca gente lo sepa y sólo les reconozca imaginándoles en el espacio», dice Wainwright. «Así que era una ocasión perfecta para sacarles de sus respectivos trajes espaciales y meterles en el corsé del siglo XVI», bromea. «Pienso que tienen unas voces y un talento excepcional que merece más crédito».