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«Elektra», entre luces y sombras

larazon

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«Elektra», de Strauss. Voces: L. Lindstrom, A. Larsson, M. Uhl, R. Künzli, F. J. Santiago... Coro y Orquesta Nacionales. Director musical: David Afkham. Director de escena: Rafael Villalobos. Auditorio Nacional. Madrid, 21-I-2017.
Bajo el nombre de «Elektra» respiran varias historias. ¿Cuánto público del que llenaba, hasta rebosar, el Auditorio Nacional conocía la que empleó Strauss? ¿Qué parte de él conocía bien el libreto de Hofmannsthal? Creo acertar si opino que ni el 10%. De ahí que la propuesta de la OCNE me parezca arriesgada. El Auditorio Nacional aún no ha logrado colocar subtítulos, con lo que quien quiera seguir el texto de una ópera que lo precise por su contenido dramático ha de hacerlo a través del programa de mano, pero la OCNE no reparte gratuitamente programas de mano con los textos. Esta vez tampoco hubiera servido, ya que se dejó la sala en penumbra a fin de teatralizar el escenario e incluso, para que éste quedase oscuro, se iluminaron las partituras de los atriles y muy bien por cierto. Rafael Villalobos diseñó movimientos e iluminación en los que sobraron y faltaron cosas. Sobró, por ejemplo, el figurante que hacía las veces de Agamenon como sugerencia de una locura de Elektra que no se vio por otro lado alguno ya que, eso faltó, Lise Lindstrom no actuó el personaje como sí lo hicieron otros, muy especialmente Anna Larsson como Klitemnestra. O todos o ninguno. ¡Qué bien sugirieron al personaje su vestuario y su actitud! Orestes luchó con Egisto subiendo y bajando escaleras... Pero la gran mayoría del público no podía enterarse de cuanto sucedía sin conocer bien los textos, y la ópera de Strauss es tan densa en ellos como sólida musicalmente. Mejor y más baratos que toda esa semiescenificación habrían sido los subtítulos. Se comprende que un director de orquesta desee dirigir «Elektra» por su enorme calidad musical y el impacto de su orquestación, pero no es obra que se preste a la versión de concierto, y menos sin los citados subtítulos. Mucho más adecuada «Salomé», con historia más inteligible sin ellos y con una música con contenidos como la célebre danza de los siete velos, que se prestan idealmente al concierto. Hay decisiones, y no sólo las citadas, muy cuestionables en la OCNE que bien merecerían una reflexión. Dicho todo lo anterior, hay que añadir que la dirección musical y las prestaciones de la orquesta fueron impecables, una orgía sonora en su potencia y muy bien estructurada en su concepto. Las voces cumplieron sin lucimientos especiales. Lise Lindstrom resulta demasiado lírica como Elektra, le faltan graves y proyección, casi más una Klitemnestra, papel cantado impecablemente por Manuela Uhl. Éxito incuestionable a través de las ovaciones finales, pero los comentarios a la salida iban por lo aquí expuesto y con razón.

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