Crítica de clásica

Una guitarra en el piélago

Obras de Franck, Rodrigo y Ravel. Guitarra: Pablo Sainz-Villegas Orquesta Nacional de Bélgica. Dirección: Josep Vicent. Ibermúsica, Auditorio Nacional, Serie Arriaga. 12-IV-2023

El guitarrista Pablo Sáinz-Villegas durante una actuación en el Festival de Granada
El guitarrista Pablo Sáinz-Villegas durante una actuación en el Festival de GranadaMIGUEL ÁNGEL MOLINAAgencia EFE

Un concierto que ha tenido un principal protagonista, cuya intervención ha provocado las mayores ovaciones: el guitarrista riojano Pablo Sainz-Villegas, que se presentaba en Ibermúsica. Y lo ha hecho tocando el más célebre «Concierto para guitarra y orquesta», que es, qué duda cabe, el de Aranjuez, escrito por Joaquín Rodrigo en París a finales de los años cuarenta del siglo pasado. Sainz-Villegas tiene su propia versión, como es natural. Partiendo de la aplicación de una amplísima gama de dinámicas y de un proverbial sentido del color, el guitarrista recreó con multitud de matices la conocida partitura, enriqueciéndola con su sesgo particular. El mayor mérito del director fue ceñirse a los dictados del solista, al que raramente tapó. Claro que Sainz-Villegas proyecta con gran relieve su canto y, pese a no gozar de amplificación y a la vastedad de la sala, se le escuchó casi siempre con claridad. Dos piezas de Tárrega, la «Jota» y «Recuerdos de la Alhambra», fueron el pago a los muchos aplausos y bravos. La sesión se había abierto con el no muy frecuente poema sinfónico de Cesar Franck «El cazador maldito». La versión, bien controlada en lo dinámico, con un plausible inicio a cargo de cuatro sonoras trompas y una exposición de acontecimientos bien ordenada, con ascensos al «fortissimo» muy contundentes, nos sirvió para apreciar la potencia de la Orquesta belga.Vicent es maestro de línea directa, expresivo, a veces gesticulante, arrojado y caluroso. Sabe moverse en el podio con brazos de compás muy abierto y mando claro y alado. Acometió las dos obras de Ravel programadas con su habitual entusiasmo. Nos gustó la manera de iniciar el dibujo de «La Valse», de la que ofreció una interpretación contundente, robusta. Otra cosa fue la distribución de planos y la clarificación de texturas. Faltó un colorido más refinado. El «Bolero» tuvo, como debe ser, un comienzo exquisito, con pianísimos bien aplicados, aunque con ello las dos cajas orquestales tuvieran una presencia difícilmente audible. Buena labor general de todas las familias y solistas dentro de la relativa calidad de los timbres. La modulación previa al cierre tuvo menos efectividad de la deseada.