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Kavakos y Pace, dúo armónico

Crítica de clásica. Obras de Szymanovski, Poulenc y Strauss. Violín: Leónidas Kavakos. Piano: Enrico Pace. Auditorio Nacional, Madrid, 26-II-2016.
La Razón
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Pocos artistas tan serios, adustos, estatuarios como el melenudo Kavakos. También pocos tan inteligentes, conspicuos, severos y sólidos. Nos ha mostrado de nuevo, con su Stradivarius Abergavenny de 1724, sus altas cualidades técnicas y expresivas: arco de una sutileza diabólica, afinación pura, sonido muelle, rico en armónicos, no especialmente grande. Por otro lado, seguridad de ataque y dominio de las dinámicas más refinadas. La magnífica partitura que abría la sesión –bien planteada, con obras poco frecuentes– «Mitos, op. 30», de Szymanowski, evanescente, de aromas impresionistas, tuvo una ejecución memorable, con el fino vibrato, el uso discreto del glisando, el juego de intensidades. Sus tres movimientos fueron expuestos con un gusto fuera de norma. Con la «Sonata» de Poulenc, escrita a la memoria de García Lorca, entramos en otro mundo, en el que la ligereza de arco y el trabajo minucioso en la reproducción de retazos evocadores de Andalucía, nos ofreció toda la liviandad y transparencia de unos pentagramas que, en virtud del tratamiento armónico y la acentuación virulenta, nos conduce a un remate en el que se encierra la tragedia del poeta. La segunda parte del concierto estuvo centrada en Richard Strauss: un arreglo de la secuencia nº 2 de los «Valses» de «El caballero de la rosa» debida al violinista checo Vasa Prihoda (1900-1960), tocado magistralmente, aunque algo falto de sabor bailable, y la juvenil «Sonata op. 18», espumosa, no exenta de bellezas, aunque de estructura dubitativa. Ideas melódicas y rítmicas no le faltan. Fueron puestas de relieve sin mácula por Kavakos, que estaba aquejado de un agudo dolor en la espalda. ¡Quién lo diría! A la espléndida labor del violinista se sumó el acostumbrado buen hacer del pianista Enrico Pace, atento, matizado, ideal colaborador.