Conciertos

La diversidad del BBK Live pasada por agua

El segundo día del festival bilbaíno ofreció al público una gran variedad de estilos musicales en un cartel encabezado por The XX

La diversidad del BBK Live pasada por agua
La diversidad del BBK Live pasada por agualarazon

El segundo día del festival bilbaíno ofreció al público una gran variedad de estilos musicales en un cartel encabezado por The XX

La segunda jornada del Bilbao BBK Live fue diferente. Cuando aún los campings empezaban a revivir y el cartel empezaba a tachar nombres, fuera del monte Kobetamendi, en las calles bilbaínas sonaba ya el grupo de música murciano Neuman. Cruzando el puente de El Arenal, el circuito Bereziak ofrecía esta cita, entre otras, sobre el escenario Arenal Heineken que se rodeaba de personas que a mediodía ya paseaban y se paraban para escuchar la guitarra de Paco Román a orillas de la ría antes de hacer una ruta de pintxos en la Plaza Nueva. También las Torres Isozaki ofrecieron un concierto de Gengahr en el nuevo escenario que se ha estrenado este año, patrocinado por Heineken.

El día comenzaba repleto de actividades y arrancaría del todo con el rock psicodélico de los australianos King Gizzard & the Lizard Wizard en el escenario principal del recinto. La lluvia concedía un ambiente disperso a primeras horas de la tarde, aunque no frenó ningún tipo de actividad. Frente a los escenarios, miles de chubasqueros danzantes paseaban también entre los árboles de Kobetamendi, entre los que uno podía encontrarse infinidad de cosas que hacer: desde pintar un gorro de papel con colores eléctricos, hasta irte de compras por un recorrido de tenderetes con ropa, complementos y recuerdos de todo tipo. Cada persona, decorada a su gusto y personalidad, sabía dónde se dirigía en todo momento. En el espacio Basoa, los amantes de la electrónica se evadían en plena naturaleza, mientras que en Lasai las luces de la ciudad de Bilbao desde las alturas regalaban un paisaje hipnotizante y gratificante para los que bailaban al son de la música del dj.

La chispa del segundo día empezó a arder cuando My Bloody Valentine comenzó a tocar en el escenario Heineken. A partir de ahí, la lluvia tomó más fuerza, pero también lo hizo la gente, que empezó a llegar en masa y con ganas de escuchar los conciertos que tenían por delante. Por fin llegó la cita que tantos deseaban, aunque con un cierto retraso por el mal tiempo e inevitables fallos técnicos, The XX saltó al escenario con un espectáculo absolutamente apreciado por el público. Romy Madley, Oliver Sim y Jamie xx ya habían sonado para el público en el Night + Day que han comisariado los días previos al festival, pero durante su espectáculo en Kobetamendi reafirmaron aún más en su posición como cabeza de cartel.

El Bilbao BBK Live recobró su vitalidad a pesar de la tormenta y los escenarios no pararon de ver cuerpos saltando, empapados y con ganas de más, como sucedió durante el concierto de David Byrne, el guitarrista, compositor, cineasta y actor que fundó el grupo Talking Heads. Fue un espectáculo que denotaba la experiencia de un artista polifacético que, con el gris como color predominante en las cortinas que tapizaban el escenario y en su ropa, mezcló canciones en solitario, así como de su grupo de música. Descalzo y con su último disco “American Utopia” bajo el brazo, supo compensar a un público que prefirió mojarse a perderse su música. Al mismo tiempo, en el escenario Thunder Bitch los trompetistas y bateristas de la Techno Marching Brand Meute estaban creando música tecno sin ningún tipo de dj. Nada prefabricado, solo instrumentos y la coordinación de doce músicos. Y todo imprevisible. La banda ya se había ganado al público apareciendo en la entrada del Bilbao BBK Live para dar un concierto sorpresa a los que iban entrando y sobre el escenario supo seguir con la espontaneidad y las sorpresas, alargando todo lo que el público les pedía.

El broche final de la noche lo puso la música electrónica del dúo inglés The Chemical Brothers, una fusión de imágenes, luces, globos gigantes y ritmos que hacía inevitable mover el cuerpo sin parar sobre un césped que seguía oliendo a lluvia. En definitiva, una jornada que, aunque con un cartel menos potente que el del primer día, supo estar a la altura de un festival que ha demostrado que ni la lluvia puede con él.