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Madrid, con hambre de Flórez

Ciclo Juventudes Musicales. Obras de Rossini, Haendel, Meyerbeer, Suppe, Luna, Serrano, Granados, Verdi, Weber... Tenor:J. D. Flórez. Orquesta Nacional de España. Director: M. Harth-Bedoya. Auditorio Nacional. Madrid, 21-XI-2013.
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Mientras el público de Barcelona tiene la suerte de poder ver y escuchar a Juan Diego Flórez interpretando ópera, en Madrid nos hemos de contentar con escucharle en concierto en una sala que no es la más adecuada para su voz y eso a pesar de que su relación con Madrid siempre ha sido excepcional de la mano de Antonio Moral. Vino al Auditorio Nacional, en un concierto extraordinario de Juventudes Musicales en homenaje a su compatriota Mario Vargas Llosa, poniendo toda la carne en el asador con un programa exigente en compañía de la Orquesta Nacional de España bajo la batuta de Miguel Hart-Bedoya. Algún que otro fallo de los metales no impide reconocer el esfuerzo realizado y los detalles buscados, en ambiciosa mezcla del lirismo del «Intermezzo» de «Goyescas» con la aparatosidad de la obertura de «La caballería ligera», si bien lejos del nivel de los grandes conciertos de la agrupación. A veces la ambición rompe el saco.
En el programa figuraban las arias a las que nos tiene acostumbrados y otras que representaban una novedad. Entre las primeras, esa «Furtiva lagrima» que literalmente borda, aunque se eche de menos la anchura de voz de la cuerda de lírico pleno en momentos como el «M'ama» o «Cielo» o su gran caballo de batalla, el «A mes amis» de «La hija del Regimiento», que llegó a repetir en la Scala. Hoy, que abarca algunas obras de repertorio más pesado, aún sigue asombrando su facilidad para los nueve «do», aunque más breves.
Sonaron preciosas las arias de Haendel, porque le permiten lucir un legato excepcional, como también en el «M'appari» de Flotow, cantado en italiano y bastante más central, o en la novedad del aria en francés del «Jerusalem» de Verdi. Hubo dos piezas en las que Flórez pudo exhibir su soberbia técnica: la escena de «Roberto Devereaux» de Donizetti y la de «Il crociato in Egitto» de Meyerber.
No podía faltar la parte zarzuelera, con modélicas exposiciones de las romanzas de «La pícara molinera» y «El trust de los tenorios», que nos hicieron recordar, y un poco añorar, a Alfredo Kraus. Delirio en un auditorio a rebosar y todos aplaudiéndose los unos a los otros. ¿Para cuándo Juan Diego en una ópera en el Real?