Entrevista

María José Llergo, la rompedora voz del flamenco: "Llamo a la lucha de los niños de barrio, para que no se rindan"

La artista, una de las voces más poderosas del flamenco y más allá, lleva «Ultrabelleza» al Festival de Flamenco de Nueva York

La artista María José Llergo
La artista María José LlergoLa Razón

Su voz es imparable y su carrera es de verdad. María José Llergo (Pozoblanco, Córdoba, 1994) tiene principios sólidos y un diamante dentro. Después del destacado «Sanación», publicó a finales del pasado año el que ha sido elegido mejor disco de 2023 por la prensa musical: «Ultrabelleza» mira al mundo con un eco flamenco en el fondo. La cordobesa lleva su segundo trabajo de gira al Festival de Flamenco de Nueva York y a otras siete ciudades de Estados Unidos.

¿Qué es la ultrabelleza?

Es una fuerza imparable. Para mí es la constancia de que algo mejor es posible. Es lo que hace que no nos destruyamos unos a otros. Lo que impidió que derribaran la Alhambra cuando fue reconquistada fue su ultrabelleza. Cuando llegaron los Reyes Católicos y vieron eso tan incontestable... De no ser por la belleza tampoco tendríamos Mezquita de Córdoba.

Pero hay tanta oscuridad.

Estamos acostumbrándonos a la crueldad, a poner como normales cosas que no deberían serlo. Yo pongo el foco en hacerme mejor.

¿Mejorando a uno mismo se mejora el mundo?

He descubierto que no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo cambiar mi mundo. Y con esa posición cada día, vivo en paz. En «Sanación» hablaba del dolor, de la rabia, de un enfado con el mundo. Pero en «Ultrabelleza» celebro la diversidad y hago honores a lo bueno, para que se haga más fuerte. Quito el protagonismo a lo malo, para que desparezca. Como un conjuro.

En el disco defiende la diversidad

Totalmente. Me pregunto por qué se condena al que ama y no al que odia. Yo vengo a decir que bendito sea el que ama.

Hay cantos o gritos contra la discriminación a las mujeres.

Forma parte del cambio. Siempre que hay un avance, eso conlleva un retroceso por la otra parte. Hay un efecto péndulo, cuando vas a un extremo llegas al otro y llegará el tiempo de estar en el medio. Llegará el día en que la discriminación se vea como lo que es, algo retrógrado.

«Superpoder» es mi favorita. ¿Cómo fue su infancia?

Ahí cuento mi vida. Mi infancia fue preciosa por un lado y muy dura por otro. Desde que nací estuve enferma y me dieron el alta con 16 años. Y nacer en un entorno donde no había de sobra, te condiciona. En esa canción le doy las gracias a mis padres, porque yo les veía sufrir, pero siempre me protegían y me hacían creer que todo es posible y nunca renunciaron a nutrir mis inquietudes teniendo en cuenta que eran un poco rarunas (ríe). Les doy las gracias por su lucha y llamo a la lucha de los niños de mi barrio para que no se rindan. Que también pueden. Que bendita sea su vida. (Recita) «Por si te dijeron que no podías / Por culpar del dinero y de su tiranía. / P’a lo barrios obreros, p’a mis Malvinas. / Puedes ser lo que tú quieras. Bendita tu vida».

Para todos los barrios.

Así es. Cuando tienes un sueño grande parece que siempre estás en el lugar incorrecto. Piensas que solo le suceden las cosas buenas a otro, que solo pasa en las ciudades, que los sueños están muy lejos de ti, y no es así. Si tienes un sueño es porque puedes hacerlo. Tu corazón no te da algo que no puedas realizar.

¿Estuvo enferma hasta los 16?

Tenía problemas metabólicos y hormonales que me impedían crecer. De huesos, de desarrollo. Estaba todo el rato en el médico. Me estudiaban mucho. Iba una vez al mes a Córdoba y me pinchaban. Me hacían pruebas de esfuerzo, mandaron mi expediente a EE UU. Y eran tratamientos muy caros que mis padres no podían pagar. Pero no me faltaron.

¿Cómo lo hicieron sus padres?

Haciendo malabares. Esta es la realidad. Por eso digo que estar en el mundo es un sueño. Pero es que empecé a estudiar violín y no me faltó mi instrumento, me lo compraron a plazos. Eso sí, no salía nunca. Estuve toda mi adolescencia en el conservatorio, porque era consciente que, si mis padres hacían sacrificios, yo más.

¿Qué suponía la música?

Mi razón de existir. Si me enfadaba por algo, me encerraba en la habitación y cantaba. Era mi magia, un secreto, aunque nadie escuchara.

¿Ha encontrado su voz o la sigue buscando?

La voz me la dio mi abuelo cuando era chiquita. Me dijo: «Canta, cobra, pero no te vendas». Y nunca he cantado letras de otros en mis discos. Todo lo que escuchas sale de mi pluma. He compuesto con unos genios para este disco, que son Zahara y Martí Perarnau, que los amo. Han sacado cosas que no sabía que tenía. Ha sido un regalo de la vida compartir con ellos. Conocerlos fue una experiencia preciosa, son una joya.

Quizá este disco sea menos flamenco.

El flamenco es mi raíz, lo que aprendí a cantar en el campo con mi abuelo. Estará siempre en mí, pero yo tengo mi propia visión del mundo. Para «Juramento» tenía la imagen en mi cabeza: era 50 Cent andando por la Alhambra con su chica, haciéndole una promesa de amor eterno.