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Música

Música, IA y realidad virtual: filón de nuevos estímulos

¿Y si la tecnología ofrece un abanico de posibilidades a los cantantes? Nacen iniciativas que tratan de favorecer un acceso más asequible para este arte

La tecnología es una fuente de posibilidades que, si bien se debe descubrir y controlar, permiten el desarrollo de sectores como la música Platón

Si ya lo han probado los Beatles, qué menos que darle una oportunidad. En 2023 conocíamos una nueva canción de los de Liverpool, gracias a un material que John Lennon dejó inacabado en 1978. Se trataba de un solo de piano y voz, un auténtico ejercicio de nostalgia que el gran público ha llegado a conocer, en parte, gracias a la Inteligencia Artificial. Fue en los 90 cuando Yoko Ono decidió entregar el demo al resto de miembros de los Beatles, pero no fue hasta que la tecnología lo permitió que terminaron la canción. «Pudimos tomar la voz de John y hacerla pura a través de la IA, así que luego pudimos mezclar el resto, como suele hacerse», explicó a la BBC Paul McCartney. Si estos líderes de aquella revolución británica han seguido los pasos del desarrollo tecnológico, ¿por qué no el resto tratamos de depurar sus aspectos positivos?

Basta de huir de la realidad: las nuevas tecnologías, véase IA o la realidad virtual, han llegado para quedarse. Ya son formas de vida para numerosas disciplinas, y no queda atrás la música. El nacimiento de All Music Works fue un hito en este sentido: se trata de la primera discográfica integrada por artistas generados mediante Inteligencia Artificial. El fundador de esta compañía española, Carlos Zehr, habla claro: «Hacemos lo que Warner con 10 artistas en los que invierte 10 millones y tarda un año en desarrollarlos y producirles un videoclip, solo que nosotros lo hacemos en un mes y con una décima parte del coste o menos». La rentabilidad es una evidencia, al menos en este primer periodo de explosión de Inteligencia Artificial que estamos viviendo. Estaríamos, por tanto, perdiendo el tiempo tratando de evitarla, ignorarla o no querer descubrirla.

Este nuevo panorama puede llegar a ser un desafío para la industria. Cabe tener los ojos muy abiertos, un sentido crítico especialmente trabajado, para que no ocurra como pasó con Las Nenas: una banda creada por Inteligencia Artificial que la gente llegó a creer como una de personas reales. Pero, ante todo, el reto reside en el gigante abanico de posibilidades que las nuevas tecnologías abren para los creadores. Ya no es que una persona pueda crear una canción o un álbum con sus propias manos y desde su habitación. Es que las máquinas también pueden hacerlo, y de una forma más rápida, más variada y, por tanto, más inabarcable. Es el mismo sentimiento revolucionario, de cambio arrasador, que surgió cuando aparecieron los CDs, los sintetizadores, la guitarra eléctrica o las plataformas de «streaming». Todos ellos, avances a los que nos hemos adaptado y, aún mejor, de los que hemos aprendido y sacado provecho. ¿No será lo mismo con este nuevo paisaje virtual?

Retos experienciales

Desde All Music Works no se andan con medias tintas, y aseguran que su objetivo es «romper con el orden establecido y liderar un movimiento que busque cambiar el paradigma de la industria musical». Pero hay otras plataformas que se guían más por lo que en un principio debería ser el hilo conductor: exprimir las posibilidades de la IA o de la realidad virtual para ofrecer nuevos estímulos, en este caso, musicales y de entretenimiento. Así nace, por ejemplo, Musicalbase, un software de realidad virtual donde las personas pueden tocar instrumentos en un espacio online. Y no sólo eso: pueden ofrecer sus propios conciertos y vender entradas, de tal manera que un público real llene estadios virtuales. Estamos, aparentemente, ante el directo del futuro.

Este software tiene dos funciones: el de simulador y el de conciertos en directo. Explica Sandra Manjarres, CEO de Musicalbase, que estos últimos «permiten a las bandas interpretar su música en vivo mediante la venta de entradas, generando una nueva fuente de ingresos en la industria musical». ¿Es entonces un nuevo filón cultural? «Los artistas podrán llegar a usuarios de todo el planeta y obtener beneficios por sus interpretaciones en vivo, sin necesidad de desplazarse», explica. Pero, matiza, son conscientes de la dificultad de optar por un mercado mundial, pues «la realidad virtual tiene un alcance limitado. Procuraremos comenzar por Europa para luego dar el salto a EE UU y otros continentes».

Uno de los grandes retos a los que históricamente se enfrenta la música es el acceso a ella. Más que un reto, un aspecto que debe ser de continuo estudio. Vivimos en una época donde los precios para los conciertos están por las nubes. Es cierto que cada vez se consume más, o así concluyó un reciente estudio de Promusicae, que aseguraba que las ventas de música en España habían crecido a niveles de hace 20 años, ingresando unos 508 millones de euros en 2024. Pero, más allá de la nostálgica fiebre actual del vinilo y de los «sold out» en tiempo récord –ya ocurre en tantas ocasiones que dejan de sorprender–, es una realidad que el acceso a la música en directo cada vez es más caro. Y la música ofrecida en entornos virtual puede servir como antídoto: «El precio de las entradas en nuestra plataforma será menor que el de otros eventos físicos. Además, las bandas podrán vender sus tickets a usuarios de todo el mundo».

Eso sí, no habrá IA ni plataforma que pueda sustituir la experiencia de un concierto físico y en directo. La pureza del aire es, al fin y al cabo, la mejor vía de transmisión para la música. Y de ello son conscientes los emprendedores en este ámbito. Lo único que pueden tratar de hacer es crear una atmósfera lo más parecida posible, como ocurre con Musicalbase, que «incorporamos un sistema de sonido especial de modo que lo que hable un usuario alejado de nuestra posición no lo escucharemos. También asignamos espacios del escenario según el tipo de entrada que se haya comprado», añade Manjarres.

Se trata, por tanto, de innovar. De dar nuevas oportunidades, sobre todo, «a músicos que estén empezando y no puedan dar conciertos por falta de recursos», opina Manjarres. Así como de ofrecer nuevas experiencias, y de entender que una no tiene por qué acabar con la otra. Pueden llegar a ser compatibles. Lo mismo nos puede apetecer disfrutar de un acústico en un teatro con aforo reducido, de un artista que cierra varias fechas consecutivas, o que de una envolvente sesión de Anyma en La Esfera de Las Vegas. O, por qué no, de un espectáculo a través de la realidad virtual. La cultura está para descubrirla, para disfrutarla, para dejarse llevar. Por tanto, como dirían los Beatles, «let it be».