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Perianes, en busca del piano íntimo

Crítica de clásica: Ciclo Grandes Intérpretes Fundación Scherzo. Obras de F. Schubert, J. Brahms y R. Schumann. Piano: Arcadi Volodos. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 24-IX-2013.
La Razón
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  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Perianes ha ofrecido un programa prácticamente idéntico al que tocara en San Lorenzo de El Escorial en agosto de 2012. Una muy sabia, inteligente y didáctica selección y disposición de obras, que nos muestra las concomitancias constructivas, técnicas y en algún caso estilísticas entre los tres compositores arriba consignados. Tantas que en ocasiones es difícil que el oído no versado pueda advertir las cesuras, máxime cuando el intérprete ataca en la mayoría de los casos cada una de las piezas prácticamente sin solución de continuidad.
Es un efecto que se produce nada más empezar con el brevísimo «Preludio nº 1» de Chopin (poco más de 30 segundos) y el «Preludio nº 1» de Debussy. Uno y otro, como las demás composiciones del programa fueron tocados, desgranados, expuestos con un consumado arte para el matiz, el «sfumato», la regulación de intensidades. El manejo de las dinámicas por parte de Perianes es de suma sutileza, como lo es el cuidado en la aproximación a la tecla, el fraseo, medido, controlado, pero efusivo. Fue admirable la reproducción de los trinos en la «Barcarola» chopiniana, dicha con aliento y expresión muy justos; las propias de un piano interiorizado.
Un piano que se recrea en el legato, base para la exquisita fluidez que pide, por ejemplo, el «Preludio nº 4» de Debussy. La «Balada nº 4» de Chopin tuvo el latido lírico conveniente, sin el despliegue instrumental en los desarrollos o en la furibunda coda de otros pianistas más virtuosos mecánicamente, pero menos respetuosos con lo escrito. Y Perianes, artista de vocales y no de consonantes, más amigo del toque suave y elegante, de la íntima introspección poética, que del efecto puramente instrumental, es siempre minuciosamente estricto. Lo fue evidentemente en la cumplida y variada interpretación de las «Cuatro piezas españolas» de Falla, de las que supo extraer las más hondas esencias. Una versión reconcentrada, sin el salvajismo rítmico de otras, pero de un lirismo intenso y telúrico, de la «Fantasía Baetica» cerró el espléndido concierto, rematado por el bis de la «Serenata andaluza» del compositor gaditano.