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The Jesus & Mary Chain, como buenos hermanos

El grupo liderado por los hermanos Reid regresa al estudio tras dos décadas con «Damage & Joy», el álbum que presentan ahora en España.
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El grupo liderado por los hermanos Reid regresa al estudio tras dos décadas con «Damage & Joy», el álbum que presentan ahora en España.
A veces la peor idea no es tan mala como parece. Jim y William Reid formaron hace más de tres décadas The Jesus & Mary Chain, banda generacional del «noise pop» tan conocida por discos maestros como «Psycochandy» (1985) como por las tremendas broncas entre sus líderes. Como consecuencia de ellas, se separaron hace 18 años y hace diez sucumbieron a las propuestas de reunión. Pero la relación entre los Reid no era tan funcional como debería ni siquiera cuando se metieron en el estudio a grabar «Damage & Joy» (Warner), su primer trabajo en 20 años, en el estudio de Youth en las Alpujarras de Granada. Sólo había dos opciones: disco o plomo. Por suerte, el productor, que fuera bajista de Killing Joke y que fijó su residencia en Granada, no tuvo que ponerse el casco azul de la ONU. La banda presenta el resultado y todos sus míticos temas en una gira que les trae a Barcelona (mañana, Razzmatazz) y Madrid (el domingo, en La Riviera, dentro de SON Estrella Galicia).
Provocación
The Jesus & Mary Chain nacieron de un airado gesto de desafección a la sociedad y a la cultura dominante en su momento. Más que de la rabia, del desprecio al entorno. Su actitud marcó a una generación, y su sonido característico, distorsionado, sucio, sigue definiendo el de bandas incluso recién formadas. Su último disco conecta con aquel legado, aunque la crítica haya sido dura con él. Quizá es porque esa energía con 25 años sale a borbotones, pero hay que inyectarle algo nuevo si se quiere seguir capturando tres décadas después. En el ADN original del grupo siempre anidó la provocación. No tanto por el desprecio a las entrevistas que contestaban con monosílabos (50 por ciento desinterés, 50 timidez), su atuendo negro y las miradas al suelo, sino por conciertos irritantemente cortos, discusiones en escena (alguna de ellas histórica) y gestos de mala baba que encandilaron a la prensa especializada.
The Jesus & Mary Chain habían llevado la cinta de su primera maqueta por toda la escena local y no consiguieron editarla ni que les contratasen para un concierto en Glasgow. Creation (gracias a Alan McGee) la publicó con un enorme éxito y su primer concierto fue en Londres, ante la expectación de las revistas musicales, con una influencia tremenda en la época. Revolucionaron la constelación del pop, dominada por los nuevos románticos. Aquí estaban los sucesores de los Sex Pistols, clamaron algunos titulares. Lo cierto es que, como los Pistols, también estaban aportando una nueva forma a la música popular con otro tipo de ruido, letras y melodías hipnóticas. Desde Glasgow (Escocia) fueron los padres del «shoegaze» (literalmente, «mirar a los pies», lo que describe su actitud en el escenario) y tras su estela llegarían My Bloody Valentine, Ride y Slowdive. Ojo, que las dos últimas bandas, que también se separaron antes de girar la esquina de este siglo, llevan varios años de actividad con álbumes nuevos en el mercado. Todo vuelve en la música pop, es un hecho.
Los Mary Chain se separaron en 1999 después de las desastrosas sesiones de grabación de «Munki», el que ha sido su último disco hasta la fecha. Los hermanos entraban a grabar por turnos sus partes, no coincidían en el estudio. Lo que debería haberse hecho en dos semanas llevó más de un año y medio de disputas por nimiedades. Y lo peor de todo es que, por entonces, a nadie le importaba un pimiento si el grupo sacaba un disco o dibujaba un cuadro. Su último concierto, en Los Ángeles, fue un perfecto naufragio que terminó a los 15 minutos de haber comenzado, pero esta vez no como parte de una provocación, sino por el resultado de ambos hermanos tratando de matarse sobre el escenario. Han pasado unos años y sus letras siguen exactamente igual de crípticas –en un tema aseguran haberle dado la escopeta a Kurt Cobain– aunque en el título, «Damage and Joy» («Daño y gozo»), parece que han aprendido a tratarse como buenos hermanos.