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Crítica

Un Mahler maduro para empezar

Crítica de clásica. Obras: Ruiz. «Shibboleth». Mahler: «Das Klagende Lied». Orquestas senior y junior y Coro de la Comunidad de Madrid, Coro de la RTVE. Solistas: Belén Roig, Iris Vermillion, Lothar Odinius, Sebastià Peris. Director: Víctor Pablo Pérez. Auditorio Nacional, Madrid. 20–IX–de 2016.

La Razón La Razón

La obra de Ruiz ilustra unos poemas surrealistas de Daniel Valverde Villena y revela, sobre la base de un lenguaje de estilo expresionista, una buena mano constructora, una meditada disposición de elementos, adecuadamente ensamblados y ordenados, y una práctica administración de efectos, en los que participa el órgano. Hay quizá un exceso de «crescendi», de pedales, de imitaciones, de «parlati», de repeticiones y «glisandi». La parte final se abre a una salvaje marcha («Esa la clave que me abre mi puerta») y permite a las sopranos ascender a una luminosa nota aguda. «La canción del lamento» de Mahler, que tiene como principal base literaria el cuento «El hueso cantor» de los hermanos Grimm, nació en 1880 y fue sometida luego a continuas revisiones. Aquí se ha ofrecido la definitiva y completa, con sus tres partes: «Waldmarchen» («Cuento del bosque»), «Der Spielmann» («El trovador») y «Hochszeitsstück» («Pieza nupcial»), en las que aparecen ya temas, giros armónicos y personalidad tímbrica muy propios del Mahler maduro. La interpretación fue muy solvente, aunque en ella hubo algunos desajustes, pasajes que pedirían una mayor depuración sonora y ciertas desigualdades de planificación y dinámica. En todo caso, se nos ofrecieron magníficas y generosas frases, cantilenas bien elaboradas, progresiones construidas con tino, la solicitada expresividad y acentuación conturbada en la repetida exclamación «O Leide!» («¡Oh dolor!»). La mano rectora supo otorgar el carácter preciso a cada episodio y acertó a revestir de trascendente lirismo aquellos que lo demandan: «¿Por qué está el rey tan pálido y callado?», por ejemplo, en cuyos aledaños el coro alcanzó uno de sus mejores momentos con un pianísimo escalofriante. Pérez acertó con el aire fulgurante, dramático, cortante del momento en el que se lamenta la muerte del hermano. Hubo temperatura y el cierre, en ppp, quedó estupendamente dibujado. De los cuatro solistas, en ocasiones algo oscurecidos, destacó el barítono Perís, de voz lírica y noble, de tinte muy grato, algo perjudicada por una emisión no del todo franca y redonda en la parte superior. De muy pequeño estuche, la muy ligera y vibrátil soprano Roig, algo descolorida ya la mezzo Vermillion y de instrumento envejecido y poco estimulante el tenor Odinius.

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