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Oyarzábal: Precursora de las «sinsombrero»

Blanca Baltés estrena «Beatriz Galindo en Estocolmo», un texto con el que recupera la memoria de las mujeres de la Generación del 27

Carmen Gutiérrez (sentada en primer plano) toma el protagonismo de «Beatriz Galindo en Estocolmo» con su interpretación de Isabel Oyarzábal
Carmen Gutiérrez (sentada en primer plano) toma el protagonismo de «Beatriz Galindo en Estocolmo» con su interpretación de Isabel Oyarzáballarazon

Blanca Baltés estrena «Beatriz Galindo en Estocolmo», un texto con el que recupera la memoria de las mujeres de la Generación del 27.

«Muy grande gramática y honesta y virtuosa doncella hijadalgo; y la Reina Católica, informada d’esto y deseando aprender la lengua latina, envío por ella y enseñó a la Reina latín, y fue ella tal persona que ninguna mujer le fue tan acepta de cuantas Su Alteza tuvo para sí», escribía el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) en «Batallas y quincuagenas». Hacía referencia a Beatriz Galindo (1465-1534), «La Latina» –de ahí el nombre de uno de los barrios de Madrid–, la «primera maestra de reinas», como han querido recordarla otros. Es ella la que ahora centra el protagonismo en el título de la obra que estrena –en cartel hasta el 18 de febrero– el Centro Dramático Nacional, «Beatriz Galindo en Estocolmo». Sin embargo, la humanista desarrolló su vida en Castilla y nunca pisó tierras nórdicas. Sí lo hizo Isabel Oyarzábal (1878-1974), la primera embajadora española en la capital sueca y quien tomó el nombre de la preceptora de Isabel la Católica como pseudónimo para sus lectores.

Se traslada así el centro de atención a enero de 1937, cuando la diplomática española llega a Estocolmo con instrucciones precisas del gobierno de la República. Sola, Isabel (Carmen Gutiérrez) debe afrontar un «obstáculo inaudito, tan enojoso como delicado, que escapa a cualquier previsión», presentan. Hasta que, por ingenio de Concha Méndez (Chupi Llorente), acuden refuerzos en su ayuda: sus compañeras de vida y causa, pensadoras y creadoras comprometidas con el progreso social, educativo y artístico que marcaron la radiante modernidad, indecorosa y aventurera, de los años veinte. Victoria Kent (Eva Higueras), Clara Campoamor (Ana Cerdeiriña)... Partiendo de personajes reales y de un episodio verídico, la trama se va adentrando en terrenos ficticios hasta fundir los tiempos y confundirlos: «Entramos pensando que todo es pasado, pero todo ocurre en presente y todo pudiera ser futuro».

Se completa de este modo el encargo del director del CDN, Ernesto Caballero, a Blanca Baltés, responsable del texto, para «recuperar la memoria vital y artística de las mujeres que también integraron la generación del 27», cuenta una autora que reconoce su desconocimiento inicial de Oyarzábal: «No sabía nada de algunas y bastante de otras, como de María Teresa León –de quién compuso “La mujer de la sinmemoria”–. La protagonista era una de esas desconocidas, aunque pronto me di cuenta de que sería una presencia inevitable y el perfecto hilo conductor». Sus dispares experiencias y sus polifacéticos talentos le marcaron el itinerario en el que se reflejó «la lucha que las mujeres abordaron por sus derechos y su plena inserción en la vida laboral», comenta Baltés, que enumera «todos los saraos» en los que estuvo Oyarzábal: «Como actriz trabajó con María Tubau y colaboró con ‘‘El Mirlo Blanco’’; actuó en la boda de Alfonso XIII; ejerció la crítica y la traducción para compañías como la de Margarita Xirgu; fue pionera del periodismo “femenino” y se cuenta entre las firmas de ‘‘El Sol’’; era celebrada conferenciante; casó y en no pocos momentos fue su trabajo el que sacó adelante a la familia; corresponsal para varios periódicos británicos, fue nuestra primera representante ante la Sociedad de Naciones; formó parte activa de todas las iniciativas protagonizadas por mujeres entre 1915 y 1939; fue la primera mujer que sacó plaza en el cuerpo de Inspectores de Trabajo y con responsabilidades diplomáticas en España; marchó al exilio y continuó su actividad desde México. 96 años de vida asombrosa con una coherencia y una firmeza admirables», cierra la dramaturga.

Aun así, Isabel Oyarzábal pertenece a una generación anterior a la que se refiere el texto, pero «su presencia enriquece, aclara y aporta», zanja Baltés. Como las vidas de las que llama «las verdaderas pioneras»: Pardo-Bazán, Concha Espina, María de Maeztu... «Sin las que las jóvenes del 27 no hubieran alcanzado las cotas de libertad» que tuvieron.

Lyceum Club femenino

Se unen dos generaciones que encontraron su punto de inflexión en la fundación y actividad del Lyceum Club Femenino (1926), «clave en su actividad creadora y en su lucha común por la conquista de los derechos y libertades de la mujer». Maruja Mallo, Elena Fortún, Josefina de la Torre... «Ninguna en concreto, pero todas ellas han aportado algo –explica la autora–», a las Maridas, las Modernas, las Mujeres y las Actrices que completan el reparto de «Beatriz Galindo en Estocolmo». Pieza dirigida por Carlos Fernández de Castro, que también toma la palabra: «Mucho le deben las mujeres de hoy a estas luchadoras por la igualdad». De una manera más sencilla lo resumió Oyarzábal: «Hombre y mujer son en la vida actual y desde hace siglos enemigos inevitables, lo son por derivaciones biológicas y más por reglamentos sociales. Pero no lo serán el día que sabiéndose distintos, respetándose en su diversidad supriman las fronteras colocadas entre ellos por la ignorancia».