Patrimonio

El sanatorio que cuidó de los enfermos de tuberculosis en la España de Franco y que ha caído en el olvido

El edificio, que sigue siendo un ejemplo notable de arquitectura hospitalaria racionalista en España, se encuentra en estado de ruina

El sanatorio que atendió a los enfermos de tuberculosis en la España de Franco que ha caído en el olvido
El sanatorio que atendió a los enfermos de tuberculosis en la España de Franco que ha caído en el olvidoFundación Antonio Font de BedoyaLa Razón

Este año se cumple medio siglo de la muerte Francisco Franco, el general, dictador y jefe del Estado español desde 1936 hasta 1975. Un régimen dictatorial que surgió tras la victoria del bando nacional durante la Guerra Civil en el que se llevaron a cabo numerosas obras de ingeniería civil con las que Franco intentó que España fuera poco a poco asomando su cabeza en el mundo.

El Valle de los Caídos es, sin lugar a dudas, la megaconstrucción por excelencia del franquismo, pero el general gallego llevó a cabo muchas otras infraestructuras y proyectos en sus casi cuarenta años de Dictadura. Desde el Plan Badajoz, símbolo de la nueva España rural, al espectacular desarrollo de la ingeniería naval en los grandes astilleros.

Franco también le dedicó también su tiempo e importancia a la industria energética, con el objetivo de abastecer a ciudadanos y empresas y, de paso, dar un impulso un país que buscaba su hueco en el panorama internacional. Ahí están los ejemplos de la central nuclear de Zorita, además de las más de quinientas presas, embalses y pantanos que se levantaron bajo su mandato y muchas de las cuales hoy en día siguen funcionando y generando energía como es el caso de la presa salmantina de Aldeadávila, frontera natural con Portugal y situada en las espectaculares Arribes del Duero.

Esta infraestructura se puso en marcha en 1960 pero se inauguró dos años más tarde convirtiéndose en ese momento en la mayor pared vertical artificial así como en la presa que generaba más electricidad de Europa occidental. En la actualidad, el embalse sigue activo y supone más del 10 por ciento de la generación media hidroeléctrica de España. De hecho, con lo que se genera se puede abastecer a más de 250.000 hogares españoles gracias a los más de 115 hectómetros cúbicos que puede llegar a embalsar en sus 368 hectáreas de superficie.

Franco, además, se marcó como objetivo en sus inicios poner en marcha cuanto antes un Plan Nacional de Obras Hidráulicas para dar respuesta a problemas de inundaciones en muchas zonas de España y garantizar también el suministro y abastecimiento de agua a las poblaciones. Y de ahí surgieron también otras presas y embalses importantes como el de la Cuerda del Pozo, en la provincia de Soria, también conocido como embalse de La Muedra, que es el nombre del pueblo que se situaba en el valle y que fue anegado para poder construir el pantano. Este embalse es el proyecto que ha atravesado más etapas de la vida política de España, ya que se intentó durante el reinado de Alfonso XIII, con la dictadura de Primo de Rivera, así como en la segunda República.

El proyecto era responsabilidad original del ingeniero Manuel Lorenzo Pardo, impulsor de la solidaridad entre las cuencas hidrográficas, y se pudo ejecutar por la República, pero no fue aprobado por las Cortes generales. El proyecto, que finalmente quedó en manos de Pedro Pérez de Cobos con un presupuesto de 26 millones de pesetas de entonces, no se aprobó hasta 23 años más tarde, en 1923. Y dieciocho primaveras después, en 1941, dos años después del final la Guerra Civil, se terminó finalmente este embalse, que se inauguró el 9 de septiembre de ese mismo año. Un pantano importante que nació para "asegurar" el dominio de las zonas regadas por el gran río que nos une con Portugal, y, sobre todo, ayudar a luchar contra la despoblación, y que hoy en día abastece de agua potable a la ciudad de Soria e incluso parcialmente a Valladolid, además de servir para regar más de 26.000 hectáreas hasta su confluencia con el río Pisuerga.

Pero dicho todo esto, en estas líneas de este sábado en LA RAZÓN queremos acercar otra obra de ingeniería civil importante en la España Franquista, hoy en día por desgracia caída en el olvido y el abandono más profundo. De hecho, el edificio, pionero en su tiempo, ha entrado recientemete en la Lista Roja del Patrimonio que elabora la Asociación Hispania Nostra debido al grave deterioro que sufre -se han desplomado las cubiertas y las estructuras se han debilitado- y al expolio padecido durante décadas, con vigas metálicas arrancadas con radiales por falta de protección legal. Un estado de ruina que amenaza seriamente con su desaparición. Algo que será una pena además de una gran pérdida por las historias que hay detrás, y porque se trata de un edificio con un gran valor histórico, arquitectónico y simbólico.

Nos estamos refiriendo al antiguo Sanatorio Antituberculoso General Varela, situado en la localidad palentina de Quintana del Puente, en el Cerrato palentino, cuyo edificio es una joya del patrimonio civil del pasado siglo por su singularidad. De hecho, pese a su avanzado estado de ruina, este sanatorio sigue siendo un ejemplo notable de arquitectura hospitalaria racionalista en España así como un ejemplo de la influencia de las corrientes higienistas en el diseño de infraestructuras sanitarias del siglo XX.

En este sentido, tenía para la época un diseño que conjugaba funcionalismo y estética además de responder a los criterios arquitectónicos modernos influenciados por el Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea así como por modelos europeos como el sanatorio de Paimio de Alvar Aalto o el de Zonnestral de Duiker.

Una pequeña ciudad autosuficiente

El sanatorio, diseñado por el arquitecto Antonio Font de Bedoya, autor de obras como el Instituto Provincial de Higiene o el cine Ideal de Vallejo de Orbó, se levantó en los primeros años del Franquismo, concretamente entre 1940 y 1944, para el tratamiento de la tuberculosis, en colaboración con el Patronato Nacional Antituberculoso.

Font de Bedoya proyectó para este Sanatorio de Quintana del Puente un complejo con galerías orientadas al mediodía, espacios de helioterapia y pabellones auxiliares que conformaban una pequeña ciudad autosuficiente.

Cuando la enfermedad de la tuberculosis dejó de ser un gran problema de slaud en España, allá por la década de los años 50 del pasado siglo gracias al descubrimiento de la vacuna, los sanatorios quedan en desuso y este de la localidad palentina se convierte en el año 1957 en una colonia infantil, con el mismo nombre de "General Varela".

El edificio albergó entonces un internado para hijos de militares atendido por monjas Mercedarias, que reportó pingües beneficios económicos al municipio por los puestos de trabajo que mantuvo durante mucho tiempo. Tal es así que llegaron a depender de "La Colonia", como así llamaban los autóctonos a este edificio, hasta setenta familias del pueblo. Además, contaba con una escuela primaria independiente para los hijos así como viviendas para los maestros.

En 1988 se suspendió toda actividad en "La Colonia", quedando algunos militares de reemplazo para su custodia, y después de salir en varias subastas públicas su estado actual es de ruina total.

La Asociación Hispania Nostra advierte del riesgo inminente de desaparición si no se actúa con urgencia para conservar lo que queda de este edificio, que es testimonio de una época, de una forma de entender la salud pública y de la arquitectura como herramienta al servicio de la sociedad.