Ramón Sarmiento

Pensar

La Razón
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«La gente no piensa; hay que tener cuidado», escuché decir a un viandante. Al parecer, hay muchas personas que no están acostumbradas a pensar o que prefieren no hacerlo. Porque pensar es una actividad psicológica que exige mucho esfuerzo y el hábito de hacerlo, y lo consideran un quebradero de cabeza. Son personas que tienden a actuar impulsivamente, sin calibrar las consecuencias de sus actos, lo cual puede llevarlas a dañarse a sí mismas o a los que están cerca. Este caladero es donde pesca Podemos.

Pensar tampoco es creer. ¡Qué pocas personas entienden eso! Pero casi todas, incluso quienes reniegan de toda religión, buscan en la ciencia algo en que poder creer. Todos se aferran a sus ideas cual hiedra al árbol o como el náufrago a la tabla de salvación. Y, en este mundo cada día más hundido en la confusión generalizada, es frecuente escribir o decir con gran indiferencia «yo pienso que» o «yo creo que». No parece merecer el menor reparo de los intelectuales. Tampoco recuerdo haber oído a un solo periodista pedir a nadie precisión: ¿«Usted cree que...» o bien «piensa que... »?

Pues sépase que pensar es una forma semiculta del verbo latino «pensare», frecuentativo de «pendere» (colgar) con significado también de «pesar». Y de este verbo se originaron dos acepciones: una de uso común, «contrabalancear», y otra de uso culto, «sopesar mentalmente». A principios del siglo XIII, del verbo «pensar» se generaron «pensado, pensativo, pensamiento», palabras acuñadas en Gonzalo de Berceo. La familia léxica de «pensar» fue agradándose y pasó a significar figuradamente «cuidar de alguien» y «dar de comer a los animales» (siglo XIV), de donde proviene el nombre «pienso». Así, con la voz «pensar» y sus derivados, se llegó a circunscribir el «espacio mental» en donde se elabora nuestra comprensión, conciencia y representación de lo que nos rodea, vulgarizado en el siglo XVI mediante la fórmula de Descartes «cogito, ergo sum»; del latín «cogitare»: agitar juntos los pensamientos. Por eso, como dijo Francis Bacon (1561-1626): «Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde». Pensar es poder ser.